(Colas de aquella serie).
El status viatoris acaba (si la gracia de Dios lo realiza, digo yo) en su opuesto que es el status comprehensoris, según enseñaba Pieper. Y hay una clara señal del paso de un estado a otro, que es la muerte.
También así en los viajes terrenales se presentan las señales que nos indican que hemos llegado: abrir una puerta, sentir que el avión toca tierra, ver el mojón del 404 de la ruta 2 (que es llegar a Mar del Plata) o cruzar el puente sobre el Ñirihuau (que es llegar a Bariloche).
Un viaje muy distintivo en este aspecto fue el de la conquista del Polo Sur. El primer expedicionario en llegar allí no podía encontrar nada que indicara que había llegado. No había allí una olla con monedas (como al pie de los arco iris de los cuentos), ni se veía la punta del eje sobre el cual rota la tierra; nada de eso.
El final del viaje era cuestión de caminar y detenerse, hacer observaciones y mediciones con instrumentos hasta que, en un determinado momento y en el medio de la nada congelada, esas mediciones informaban a los viajeros que habían llegado, que estaban parados sobre la meta.
¡Curiosa forma de llegar! El que lo hizo fue un noruego llamado Roald Amundsen y así lo relatan en una página de relatos de exploradores:
(…) El 8 de Diciembre, con 18 perros y tres trineos, los noruegos sobrepasan los 88º 23' que había alcanzado Shackleton en la expedición del Nimrod en 1909. Se encuentran a 95 millas del Polo Sur. Cuanto más cerca se encontraba Amundsen de su objetivo, aumentaba el temor de ser batido por Scott. A las 15:00 del viernes 14 de Diciembre de 1911, un grito simultáneo de "¡Alto!", surge de las gargantas de los cinco noruegos: los 90º de latitud Sur. El Polo Sur de la Tierra.
De ahí en adelante ya quedó una señal que indicaba la llegada. La primera fue una sencilla carpa de explorador con su bandera, hoy es la base norteamericana Amundsen-Scott que, aunque más grande y compleja, sigue siendo un punto en medio del interminable horizonte blanco.
Así como en este viaje, así en la vida. Aunque la muerte exista, sabemos que hay una meta más allá. Hace dos mil años un Hombre (y más que un hombre) hizo por nosotros las dos cosas, nos mostró la meta de nuestro camino y el mismísimo camino para llegar allí.
4 comentarios:
Querido Juan Ignacio:
Me alegro de que retoñe la serie Status viatoris, al menos por una vez. Cuando empecé a venir por aquí la colección había acabado, y sólo buceando por los posts del pasado se podía leer, o bien por las referencias que ponías en posts nuevos. No obstante, y quizá me equivoque, creo recordar que antes tenías en la página una entrada más directa a la colección, que quizá desapareció durante un tiempo y que hoy vuelvo a ver. Creo que divago y que al hacerlo me equivoco.
Muy buena la descripción que haces de Amundsen descubriendo que ya había llegado al punto exacto del Polo. Qué confianza en la brújula, oyes. Yo, en su caso, me habría empezado a decir: ¿y si realmente el Polo no es un punto, sino una extensión o un concepto? ¿Y si realmente la brújula no es capaz de señalar el punto exacto? Pero, claro, con tantas cautelas yo no habría salido de Noruega.
Muy buena y poética tu comparación entre su viaje y (digámoslo así) el paso del hombre del status viatoris al comprehensoris. Es exacta cuando uno se muere de viejo o de enfermo, y va al acecho de este paso. Pero, claro, ¿cuántas veces no ocurre que uno está todavía cerca del mar, cerca del barco, cree que sigue a 95 millas, y de repente mira la brújula y descubre que ya está en el Polo?
Me he reído con eso de:
Yo, en su caso, me habría empezado a decir: ¿y si realmente el Polo no es un punto, sino una extensión o un concepto? ¿Y si realmente la brújula no es capaz de señalar el punto exacto? Pero, claro, con tantas cautelas yo no habría salido de Noruega.
Y me quedé pesnando en la reflexión final, por cierto.
sencillamente genial, de verdad que si, gracias por tu blog lo visitaré aun mas seguido.
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Gracias!!
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