sábado, 30 de mayo de 2009

Spe salvi (algo más)

De la parte en que Benedicto XVI habla del “Juicio (final) como lugar de aprendizaje y de ejercicio de la esperanza”, quiero destacar esto:

(...) Sí, existe la resurrección de la carne. Existe una justicia. Existe la revocación del sufrimiento pasado, la reparación que establece el derecho. Por eso la fe en el Juicio final es ante todo y sobre todo esperanza, esa esperanza cuya necesidad se ha hecho evidente precisamente en las convulsiones de los últimos siglos. Estoy convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial o, en todo caso, el argumento más fuerte a favor de la fe en la vida eterna. La necesidad meramente individual de una satisfacción plena que se nos niega en esta vida, de la inmortalidad del amor que esperamos, es ciertamente un motivo importante para creer que el hombre está hecho para la eternidad; pero sólo en relación con el reconocimiento de que la injusticia de la historia no puede ser la última palabra en absoluto, llega a ser plenamente convincente la necesidad del retorno de Cristo y la vida nueva.

Estas palabras de Benedicto XVI me sacuden la cabeza. Teniendo en mente lo aprendido sobre el sentido religioso del hombre, yo daba una alta importancia a la necesidad íntima de felicidad como motor religioso, como razón de fe.
¿No es el íntimo deseo de felicidad del hombre lo primordial en el sentido religioso? ¿Es acaso la necesidad de una justicia histórica lo principal? ¿Dice eso Benedicto XVI? ¿O yo estoy mezclando cosas? Y si es eso lo que dice Benedicto XVI, ¿por qué es así?
Creo que Benedicto XVI llega a lo que llega porque, recordemos, arranca el capítulo diciendo: 1) Cómo la idea de Juicio final está hoy en día diluida; 2) Cómo el ateísmo de los siglos XIX y XX es una protesta contra las injusticias del mundo.
De allí la necesidad que tendría el hombre de hoy de una justicia final y total (incluyendo una revocación de las injusticias del pasado). Es lo que el hombre de hoy quiere, entiendo que me dice el Papa. Por eso (digo yo) la preponderancia que da Benedicto XVI al tema, al de la necesidad de justicia histórica como argumento de fe.
(Y por eso en la encíclica Benedicto XVI se encarga de rescatar el verdadero sentido del Juicio, corrigiendo énfasis hechos antiguamente en el aspecto amenazador del mismo, en contra del aspecto de esperanza. Aclara también ideas erradas: la reflexión sobre la historia basada sólo en la idea de progreso, la idea del hombre como autor de la justicia en el mundo).

10 comentarios:

Fernando dijo...

Hola, Juan Ignacio. Me alegra mucho que resaltes este texto, de los mejores de la Encíclia (en mi pobre opinión).

La dicotomía que planteas es buena, y en mi humilde juicio, la diferencia viene entre que veamos el plano personal o el social. Lo que más quiere uno, en su vida personal, es ser feliz, y eso es lo que más no acerca a Dios, pues como diría Santa Teresa en frase popular, "sólo Dios basta".

Resuelto esto (o no resuelto), si uno ve la sociedad ya no quiere tanto la felicidad de todos, cosa que es algo difuso, sino la justicia: sean felices o no, que al menos todos puedan sentir que son tratados con justicia, con equidad, por la sociedad. Es evidente que esto no ocurre (al menos, en España y Argentina) y ahí es donde Benedicto explica (brillantemente) que el alma sensible no puede aceptar que todo acaba ahí, en la injusta justicia de los hombres, que ha de haber algo más.

Y, sí, reflejas bien otra gran idea de la Encíclica, en ese apartado: el Juicio de Dios no como algo de meter mucho miedo, sino como una puerta esperanzadora a la justicia de Dios (¡y a nuestra responsabilidad!).

Esperando que haya al menos un "Spe salvi (y todavía más)", hasta pronto.

Natalio Ruiz dijo...

Creo que la cuestión la resuelve un salmo eminentemente mesiánico como el 84, cuando dice:
La Misericordia y la fidelidad se encuentran,
La Justicia y la Paz se besan.

Y esto porque la Felicidad sólo puede darse en la Verdad, o como dice Aristóteles, en la contemplación de La Verdad. Y la Verdad incluye, necesariamente, la Justicia y la Misericordia. Es llamativa esta exigencia de Justicia por ej. en todo el Apocalípsis (en especial cuando los mártires le preguntan hasta cuándo tardará en juzgar y vengar su sangre) cuando se supone que es requerida por los ya salvados.

Y es que la Felicidad sólo puede proceder de la Verdad, y ésta de la Justicia. Por eso lo inaccesible de Dios y el Logos es el momento donde la Fidelidad para con el Justo se encuentra con la Misericordia para el pecador, haciendo que la Paz (tranquilidad en el orden) y la Justicia (que cada uno tenga lo suyo, es decir, lo que merece) se besan.

Respetos.

Natalio

Natalio Ruiz dijo...

Perdón por lo largo del comentario anterior (olvidé agregarlo en él).

Respetos.

Natalio

Juan Ignacio dijo...

Gracias Fernando y Natalio por los "sustanciales" aportes. Con todas estas ideas voy asimilando de una nueva manera las palabras leídas.

Fernando dijo...

Quiero añadir, incidentalmente, que ahora doy muchas vueltas a las bienaventuranzas, y que los dos puntos a los que tú te refieres pueden tener, quizá, reflejo en dos bienaventuranzas distintas: "bienaventurados los que lloran" porque no son felices, a nivel personal; "bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia", justicia no para ellos, sino para los demás, para la sociedad.

¡¡Qué bien escribe siempre Natalio!!

Juan Ignacio dijo...

Que buen rescate de las Bienaventuranzas, Fernando. Natalio escribe con conocimiento, y eso permite que otros no deliremos con ramificaciones poco apropiadas.
Saludos.

GAUDENCIO dijo...

Felicidad y justicia son los dos grandes conceptos sobre los que pivota nuestra existencia. Me encanto la referncia a la encíclica papal.
Un abrazo:
Gaudencio

Juan Ignacio dijo...

Gracias, Gaudencio.

Francisco Cavada dijo...

Hola:

Felicitaciones por el escrito. Me gustó mucho y es una gran ayuda para meditar sobre los momentos actuales.

Te dejo un abrazo y muchas bendiciones.

Juan Ignacio dijo...

Gracias, Francisco Javier, me alegro que te haya gustado.