jueves, 3 de julio de 2014

El correo secreto del zar, más de veinte años después

Una de las ventajas de mi nuevo trabajo es tener una biblioteca adentro. Dista algo de ser la de Alejandría, pero me permite satisfacciones como la siguiente.
- Hola Pepe, ¿cómo estás? ¿Tenés el Miguel Strogoff?...
Y al rato apareció Pepe, personalmente (un lujo, gracias Pepe) con dos ediciones distintas. Me llevé la de Andrés Bello, aunque dice “abreviada”, porque está mejor forrada (bien por la señora Sara) y aguantará mejor los embates de la vida ordinaria.
 
“Miguel Strogoff”, de Julio Verne, es un recuerdo muy preciado de la niñez que no tengo ahora conmigo. Así que “nostalgiaré” un poco. Y sin miedo a que ya no me guste, porque no hace mucho leí “Cinco semanas en globo” sin problemas de ese tipo.
 
¿Qué más se puede pedir hoy en día, si en el mismo teléfono podés buscar palabras en el diccionario o desplegar mapas de Rusia? Pero si esto hubiera existido antes, el Zar le hubiera mandado al Duque un “Whatsapp” y chau, nunca hubiera existido Miguel Strogoff, el correo secreto del Zar. Así que todo a su tiempo.
 
Cuando transcurre la historia, ni el Ferrocarril Transiberiano estaba. Y esa Irkutsk sería el mismísimo fin del mundo. Dice Verne que se viajaba por Siberia, en verano, en carros llamados telegas. Y en invierno en trineo. ¡Y manejate! Estaba el telégrafo, eso sí. Ocho mil quinientos treinta y seis kilómetros de “el hilo que canta” (como decía en las historias de Lucky Luke que los indios llamaban al telégrafo norteamericano, por el ruido que el cable hacía con el viento).
 
En la Rusia europea había algunos trenes. Y estaban los ríos también. En este momento estoy esperando con Miguel Strogoff un barco que nos llevará por el Volga y el Kama (si no me equivoco) desde Nizhni Nóvgorod hasta Perm. Y el resto veremos, ¡era trágica la historia del correo del zar! Y quiero releerla antes de recomendársela a F.
 
Antes de seguir, me voy con la “street view” del Google Earth y me paro en uno de los puentes de Nizhni Nóvgorod sobre el río Oká. Realmente fantástico y fantásticamente real.

5 comentarios:

Fernando dijo...

Curioso lo del nuevo trabajo con biblioteca, Juan Ignacio. Espero que sea para bien.

Y curioso lo del whatsapp como destructor de la novela: por lo mismo, tampoco habrían existido la Ilíada o la Divina Comedia.

Juan Ignacio dijo...

Sí, sí, va muy bien, gracias.

Anónimo dijo...

Te tenemos que decir Profesor ahora? Es el único trabajo que se me ocurre donde pueda haber razonablemente una biblioteca con libros como ese. Yo siempre he trabajado en lugares con biblioteca, pero eran mi biblioteca :)

Anónimo dijo...

Te tenemos que decir Profesor ahora? Es el único trabajo que se me ocurre donde pueda haber razonablemente una biblioteca con libros como ese. Yo siempre he trabajado en lugares con biblioteca, pero eran mi biblioteca :)

Juan Ignacio dijo...

No, no, sigo con la misma profesión. Aunque convivo con profesores.