martes, 31 de marzo de 2020

Cuentos de navegantes

Es difícil remontar un 0-5. Pero la cosa recién empezaba. Con los días, el señalador corría rápido sobre el libro de cuentos. Se llegó al empate; se estuvo abajo otra vez. Una nueva remontada; se estuvo arriba. Y la cosa terminó 11-10, con una sensación general (overall) de satisfacción, de "vamos a hacer un post".

Los goles para el equipo ganador (el de los buenos cuentos; a mí gusto, claro) los marcaron:

Borges con “La viuda Ching, pirata”.
Arturo Pérez-Reverte con “La pasajera del San Carlos”.
Francisco Coloane con “Rumbo a Puerto Edén”.
Guy de Maupassant con “El regreso”.
Anatole France con “El Cristo del océano”.
Haroldo Conti con “Todos los veranos”.
Leopoldo Brizuela con “Luna roja”.
Roberto Arlt con “La cadena del ancla”.
Lobodón Garra con “La batalla”.
Stephen Crane con “El bote abierto”.
Joseph Conrad con “Juventud”.

“Cuentos para navegantes”, Selección de Juan Bautista Duizeide - Prólogo de Arturo Pérez-Reverte, 2008, Alfaguara, me lo regalaron para mi cumpleaños.

Es un libro firme y agradable para tener en la mano, sencillo pero de buen aspecto en su interior y muy adecuado para comentar que lo estás leyendo (es decir un justo intermedio entre extravagancia y vulgaridad, para una actitud ni muy snob ni muy cursi).

Citar partes de cuentos es algo destinado a fracasar. Uno quiere que el lector (del blog) participe del gusto, vea qué bueno estaba eso. Pero la parte citada, así sola, extirpada, pierde toda la vida que le daba el cuento.

Queriendo demostrar eso aprovecharé, de todos modos, para darme el gusto de citar algo.

"Luna roja", de Leopoldo Brizuela, si bien no es propiamente un cuento, tiene este final que es una flor de sentencia. Pero ella pierde la mitad o más del sentido sin haber leído todo lo anterior:

"El reverendo padre don Bartolomeo Anchieta aconsejaba alabar a Dios tal como los foguistas yaganes cuidaban de su propio fuego. Ese fuego que nunca nació, pero que puede morir a cada instante".

O un pasaje así, por ejemplo, de "Todos los veranos", de Haroldo Conti, que fue muy emocionante cuando llegó, casi nada les dirá a ustedes si lo recorto y lo pego acá:

"El tiempo se había adelantado aquel año. La verdad que agosto estaba apenas maduro y ya habían florecido los sauces de la costa. Un día el aire amaneció ligeramente verde. Era una niebla muy tenue que se mantuvo inmóvil entre las ramas de los árboles. Los cinco días grises que siguieron después no pudieron disimular ese alboroto de color que estallaba silenciosamente cada mañana y al quinto día exactamente, en una pausa de la lluvia, oímos a lo lejos el dulce silbido del zorzal.
La primavera estaba ahí.
Mi padre, que confería a todas las cosas un sentido especial, bebió con el Oscuro una botella de caña paraguaya y escuchó con unción Praça Onze. Tendido en la galería..."

Muy bien... Los voy dejando. El libro va al estante con un lindo señalador casero hecho por G. y yo me voy al sobre.


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