Las soluciones sociales alternativas que implican acciones como no hacer legal el aborto, ni la eutanasia, como el no proponer la esterilización de madres pobres, o el no repartir anticonceptivos como caramelos, o tantas otras acciones valientes, con buena intención, libres de intereses personales y ajustadas a una verdad y amor superiores; las soluciones alternativas que implican estas acciones valientes, digo, son tan difíciles de encarar, que suscitan la siguiente reacción. Que el que las propone sea considerado un iluso, o un tipo falto de sentido práctico, o un idealista.
Muchas veces los que respaldamos (a nuestro modo) esas acciones valientes, estamos lejos del campo de acción en dónde las discusiones se llevan a cabo: desde hospitales que atienden a gente de las villas de emergencia hasta cámaras legislativas en dónde las leyes se proclaman. Levantamos como podemos nuestra voz, hablamos como el santo que quisiéramos ser*. Eso está bien. Porque hay verdades que son evidentes para nosotros, y no podemos callarnos. Y no creemos que la practicidad deba estar en contra de estas verdades superiores: la vida, el amor. Tolerado esto por quién nos quiera escuchar, viene la parte más difícil, la parte de hablar de esas alternativas. De cómo conjugar las verdades superiores con las soluciones prácticas.
Sí, ya sé que muchas personas no quieren hablar así, porque sólo esconden intereses. La "lucha" con ellos, de todos modos, amigos a los que les toque encararla (abogados, por ejemplo), no debería ser tal que olvidé que estamos frente a un hermano a quién amar y el objetivo siempre debe ser su salvación, no sólo defender una verdad (porque si no tengo amor, nada soy). Digamos que la lucha no es contra personas, sino contra ideas, amando a las personas. Hay que ser firme muchas veces para defender la verdad. En el ámbito público, sobre todo. Pero la firmeza (del latigazo en el templo) no es opuesta al interés por la persona del otro y su salvación (manifestada de forma inigualable en la cruz).
Y con las que quieren hablar así, hablar de las verdades como la vida y el amor, para luego "bajar" a la práctica, debemos enfrentar el desafío de crear y presentar esas alternativas prácticas que respondan a la verdad. Para quién no es médico, ni asistente social, ni diputado, ni ministro, ni abogado, es hoy difícil imaginar con claridad las mejores acciones prácticas. Soy más adepto a bucear en las profundidades.
Ante un conocido mío, de buena fe, creyente incluso, que proponga esa cuestión de la esterilización de madres "incapaces", yo intentaría hablar con él del amor. De que nuestra preocupación como sociedad debería ser que esa madre pobre pueda vivir con plenitud su sexualidad, su maternidad. Y, ¡estoy iluminado!, se me ocurren algunas cuestioncillas prácticas aún en base a mi pobre experiencia. Para no quedar como un idealista.
En muchos casos de "madres pobres prolíficas" que pretendemos esterilizar, se halla implícito otro caso, y es el "padre golpeador y abusador". Y en muchos de esos casos, hay causas judiciales pendientes, dormidas, detenidas, que se refieren a la detención de ese padre. Porque ya hay denuncias hechas, pero nadie actúa, y el señor sigue libre. ¿Y eso por qué? Porque no hay suficientes jueces para llevar adelante tantos procesos, porque no hay centros de detención o cárceles dignas a dónde tener a tanta gente detenida. Bueno, pues entonces es hora de tener más y mejores jueces, más y mejor infraestructura, etc. Cuánto mejor parece corregir todas esas cosas que hacer la fácil y esterilizar a la pobre mujer, como si fuera un perrito. Más y mejores jueces, más y mejor infraestructura... enamorados de las cuestiones prácticas, ¡ahí tenemos mucho trabajo!
* expresión tomada de la cita de Leon Bloy en el post de Esperando Nacer, aquí.