(…) [Habla la máscara] Mis aztecas son un pueblo de guerreros que no entiende el dar y el tomar como cosa de cambio. Sólo comprenden la guerra: toma el que gana, da el que pierde. Y saben perfectamente que con los dioses no hay más que dar. Darlo todo. La vida. Somos exigentes y absolutos. Exigimos el corazón, y además, palpitante. Así conseguimos que nuestra nación esté siempre fuerte de salud, valiente hasta el desprecio de la vida y, por lo tanto, noble hasta el desprecio de la riqueza, libre, limpia e incorruptible. Pero si lavas mis teocallis de su costra de sangre humana y metes en ellos esa ilusión femenina poética y bonita de un sacrificio divino que no es un sacrificio, ¿crees tú que estos hombres de aquí se van a contentar con tus vaporosos ensueños? No, créeme, no. Continuarán los sacrificios humanos, pero a dioses más bajos que nosotros.
______La Virgen tomó un rostro grave:
______-Mis hombres y mis mujeres lo evitarán. Mezclarán su sangre y su alma con la sangre y el alma de tu nación. En el fondo de las generaciones venideras, río de aguas mezcladas, triunfarán mi alma y mi espíritu sobre tu espíritu y tu alma. Tu nación transfigurará sus energías animales en canción, color y forma. Construirá vastos templos de belleza, bosques de piedra a la gloria del Señor, donde sus almas arderán como cirios ante los altares de mi Hijo.
viernes, 22 de junio de 2007
El corazón de piedra verde (II)
El segundo fragmento que les traigo es el que me gusta más. Es parte del diálogo imaginario entre la Virgen (en el cuadrito flamenco de la Madre y el Niño) y la máscara de turquesa de Uitzilópochtli (dios azteca):
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1 comentario:
"Tu nación transfigurará sus energías animales en canción, color y forma".
Y a la vista está que lo ha logrado.
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