Entrenar a una señora mayor para los tiempos modernos es algo terrible. A veces pareciera que es como matar la inocencia de un niño. (Esas señoras que creen en la palabra dada, en quien se presenta a la puerta y pide entrar, en quien dice que necesita un auxilio).
Emilia no entendía. La chica que vivía en su casa trataba de explicarle acerca de los riesgos de tratar con gente cualquiera que pasa y toca el timbre. Le pregunta, entonces, a modo de prueba: “Emilia, si viene alguien que dice que es amigo mío, ¿Ud. lo deja entrar?”. Y Emilia le responde: “¡Por supuesto!” (Con el acento de quien implícitamente esta diciendo: “¡Cómo voy a dejar a un amigo tuyo afuera!”).
Desde que me contaron este suceso no lo pude olvidar. Siempre que vuelve a mi mente me río, primero, y me quedo pensando, después. Me quejo del tiempo en que vivimos, y sé que eso no es correcto. Pienso que sería mejor no enseñar nada a esa señora, y que permanezca en su inocencia aunque sufra más engaños (porque lo que vale es la inocencia), pero luego me digo que eso no sería bueno.
En mi rescate vienen a mi mente unas palabras... El Maestro que nos enseñó que debemos hacernos como los niños para entrar en el Reino de los Cielos nos dijo, además, que seamos mansos como palomas y “astutos como serpientes”. Estas palabras arrojan luz a la cuestión. Porque no se trata de que Emilia pierda la inocencia, se trata de que sea un poco más astuta. Sólo bajo ese aspecto se hace menos cruel el proceso.
4 comentarios:
Qué bueno... qué buena Emilia, y qué mal que tenga que cambiar.
Prefeiro la Emilia ignorante,
¿que quieres que te diga?
Esos inocentes sostienen el mundo.
Dejemos las "astuteces" a los que las necesitan.
Ya se ocupará la Providencia de las Emilias.
Yo que busco consuelo y Uds. que me angustian más...
Pues qué quieres que te diga, Juan; me alegra que exista gente así, pero es cierto que habría que "adiestrarlas" para la vida moderna.
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