“Cuando se es joven se escribe más porque se leyó menos”, dice Enrique. Podríamos entonces medir la madurez al ritmo del descenso relativo de nuestra escritura, en cierta forma. Podríamos también trasladar esa máxima literaria (y su corolario) desde el mundo enriqueño al mundo del vulgar escritor de blogs. Y si nos atenemos a las estadísticas personalmente elaboradas sobre esta bitácora, que muestran el descenso paulatino del promedio de entradas mensuales, concluímos sin temor, en contra de la misma estadística, que estamos creciendo.
El crecimiento vulgarmente entendido, ese de la economía de empresa o de la misma política económica de estado (tal como la puedo ver yo acá y en el mundo, que no será la auténtica), es sólo acumulación. Pero el cáncer es también acumulación. Es así que uno intuye que el verdadero crecimiento es otra cosa (y justo hoy leemos la parábola del rico insensato).
Por eso, aunque no podamos establecer una conclusión irrevocable de madurez a partir del descenso de la escritura, sí afirmamos que pueden existir a la vez (y estar relacionados) un crecimiento personal y un descenso de la cantidad. Lo que es mi caso, valga de prueba empírica, cuanto más leo, menos entradas suelto. Es que uno se da cuenta de lo ignorante que es, y le crece cierta sana vergüenza.
Alguno pensará, en virtud de ciertas entradas recientes, en lo poco que debo andar leyendo.
2 comentarios:
je, je; muy buena entrada, aunque con un fondo desasogante: no leas tanto que nos dejes sin "Aquí estamos", eh.
¡Gracias por el ánimo!
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