Cuatro arrecifes de coral y cinco atolones conforman el país de Tuvalu. Esta es una de las 196 naciones que presenta el Almanaque Mundial 2008 y una de las 14 de Oceanía, ubicada en la zona de la Polinesia.
Tuvalu (que en idioma local quiere decir “los ocho unidos”, por las ocho islas inicialmente habitadas) es una región poblada desde el último milenio antes de Cristo, descubierta por los españoles en 1568 y colonia británica por muchos años, proclamada independiente en 1978 y que acepta la monarquía del antiguo colonizador dentro de la forma de gobierno (en una forma similar a la de Canadá o a la de Australia).
En los 26 kilómetros cuadrados de palmeras, playas y aguas cristalinas, viven 11.992 tuvaluanos que en su mayoría son polinesios, hablan el inglés, el kirivati o el tuvaluano, profesan una religión cristiana congregacionalista y pueblan el mundo a razón de tres niños por mujer (cifra alta para el mundo actual si consideramos que en toda América Latina, desde México hasta Argentina, sólo cuatro países superan ese número).
Pero no es tan paradisíaca la vida en Tuvalu. Y lo que sucede es una prueba para su espíritu de vida simple y amistoso. Por ser una nación de islas de coral, su altura máxima sobre el nivel del mar no supera los 5 metros y eso hace que sea considerada por muchos como una nación pronta a desaparecer: tormentas tropicales, ciclones y el ascenso del nivel de las aguas serían los causantes.
En 2002, Tuvalu junto con Kiribati y Maldivas (otras naciones bajo el mismo riesgo) demandaron a EE.UU. por su renuencia a ratificar el Protocolo de Kyoto, que prevee la reducción de la emisión de gases de “efecto invernadero” en la atmósfera. La cuestión del cambio climático (que yo aún pienso que se presenta de forma un tanto apocalíptica) ya ha hecho que el gobierno tuvaluano tenga planes de evacuación y traslado de sus habitantes a una isla dependiente de Nueva Zelanda.
Mientras tanto, los tuvaluanos se dedican a la agricultura de subsistencia y a la pesca. No parece que el hecho de tener la economía menos dinámica entre los estados independientes les impida ser felices. Como dice uno de ellos: “We live a simple lifestyle, setting our own limits and taking time out to remember our creator and the humble position that we hold in creation (…) Tuvaluans do not risk their lives by allowing the modern lifestyle to destroy their quality time; rather, they schedule their days' activities knowing that there are only ever going to be 24 hours in one day no matter how much technological progress we make”. [*]
Nota (cortita y al pie): Un reciente suceso alteró la economía del país y es el hecho de tener el país el dominio de Internet “.tv”. Tuvalu cedió los derechos de ese dominio en el 2000 a una empresa norteamericana, de la cual recibirán cincuenta millones de dólares en doce años.
[*] Trad. libre: “Vivimos una forma de vida simple, estableciendo nuestros propios límites y tomándonos tiempo para recordar a nuestro creador y la posición humilde que tenemos en la creación (…) Los tuvaluanos no arriesgan sus vidas permitiendo que la forma de vida moderna destruya su “tiempo de la calidad”; en vez de eso, programan sus actividades diarias sabiendo que siempre va a haber 24 horas en un día, no importa cuanto progreso tecnológico hagamos”.
(Foto: tuvaluislands.com)
9 comentarios:
Lo de "primer milenio antes de Cristo" me sonó raro. Estás hablando del último milenio antes de Cristo, no? (el milenio I AC, que va del año 1000AC al 1AC)
Saludos!
Ha de ser así, no presté atención al copiar desde Wikipedia.
Corregiré.
¿De donde sacan el agua?
Me encantó eso de "...sabiendo que siempre va a haber 24 horas en un día, no importa cuanto progreso tecnológico hagamos"
Querido Juan Ignacio, querido H:
En mi ignorancia, yo creo que está bien dicho. De igual forma que el año anterior al Nacimiento de Cristo no es "el último año antes de Cristo", sino "el primero", y que 317 años antes fue el "año 317 antes de Cristo", así el milenio que va del 1000 al 1 antes de Cristo sería el "primer milenio antes de Cristo", el que va del 2000 al 1001 antes de Cristo sería el "segundo milenio antes de Cristo", y así sucesivamente.
En todo caso, de ningún modo el "primer milenio antes de Cristo" sería el que va desde la Creación a 1000 años después.
Qué mareo.
Muy bueno el artículo sobre Tuvalu, no sabía nada de este lugar.
F.
En efecto el agua potable es un problema en Tuvalu, la sacan de la lluvia. ¡Salud, Ecazes! ¿Cómo va la niña?
En cuanto al milenio en cuestión, Fernando, debo decir que me parece correcta la apreciación de H.
Una cosa es un número de año y otra aun ordinal. No es lo mismo decir "el milenio I antes de Cristo" que el "primer milenio antes de Cristo". Aunque así entiendo que H se opondría también a la segunda forma.
No conozco si hay algo que diga que ese ordinal debe ajustarse a la evolución temporal, y si bien el ordinal lo podemos hacer en el sentido que querramos, me gusta la idea de ajustarlo a la evolución temporal.
Ja! Así que viajando con Google Earth! A mí también me gusta hacerlo, aunque, a decir verdad, no tengo tanto talento para las crónicas.
El dato que tiraste es terriblemente cierto: Tuvalu y Kiribati desaparecerán si las aguas suben tal como se prevee. Así y todo, lugares como este le hacen a uno replantearse unos cuantos conceptos de "progreso" que andan dando vueltas por ahí.
Es impresionante ver esos atolones como el de la foto, un hilo de tierra en el mar. Aunque no hubiera peligro por el calentamiento global da una idea de fragilidad terrible. Por cierto, mi duda es que si bien es cierto que el nivel del agua puede estar subiendo, si no es ello por causa mayoritariamente naturales.
Salud, Milko, Google Earth es fantástico.
Fernando, lo de "primer año AC" no lo he escuchado ni leido nunca, y me suena tan raro como lo otro. Supongo que estará bien, pero no me gusta.
Lo de año 317 AC, por supuesto; pero ahi estás usando un número cardinal, no es lo mismo que "el 317vo año AC" (y en el caso de "primer" me resulta más feo todavía)
H, supongo que tendrás toda la razón: ya apunté al inicio que yo opinaba sólo desde el sentido común, que ya sabemos que muchas veces se equivoca.
F.
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