Algunos tratan las preguntas últimas como algo que está muy bien, pero a lo cual quieren dar una respuesta rápida porque hay mucho que hacer, mucho que “vivir”, el trabajo, la educación, etc. No me conforma. A sobrevivir dedico un mínimo. ¡Es tan simple sobrevivir! Las aves del campo encuentran su vestido. Nos basta la preocupación por el hoy. Y si el hoy ya está solucionado, ¡bienvenido el tiempo para las grandes preguntas sin respuesta! Para contemplar, para charlar, para regocijarse con una sonrisa, para buscar a Dios en las personas que nos rodean y en las miles de cosas que nos pasan y tratar de entender de dónde venimos, a dónde vamos y cuál es el sentido de todo.
- ¡Un vago, bah!
- Si es un vago quien no tiene toda su vida planeada y asegurada, me uno a los vagos.
La porción de sangre de inmigrante que tengo me grita sobre la pasión por el trabajo y la “construcción de un futuro”. Lo que quizás no sabe mi sangre inmigrante (pero sin duda que ya lo saben mis ancestros inmigrantes allá arriba) es que a mi ya me lo dieron todo servido. Ellos trabajaron día y noche y yo ya tengo un buen pasar. Puse mi parte, eso sí. Estudie mucho y trabajo casi todo el día. Pero soy deudor de ellos en gran medida.
Si me permiten, he descubierto que la mejor forma de retribuirles no es ponerme a trabajar día y noche sin pausa para tener un mejor pasar aún. Prefiero aprovechar que las cuestiones materiales están bastante bien solucionadas, para poder dar lugar a otras cosas que me oprimen el pecho. Ya saben, las grandes preguntas, las últimas, las sin respuesta, las inútiles, por supuesto. Bueno… Tampoco tengo tanto tiempo para dedicarle. Tampoco soy el heredero de una dinastía millonaria. De hecho, estoy muy lejos de eso. Y mañana me tengo que levantar tempranito si quiero que la providencia me vista como las aves del campo. Así que chau.
Nota para detallistas: Esto no fue escrito un viernes, de allí el final.
viernes, 30 de marzo de 2012
Un vago
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3 comentarios:
Es curioso que escribas este post trabajando en la empresa privada, Juan Ignacio, es decir, mañana y tarde. Pegaría más si fueras funcionario, con toda la vida asegurada, con las tardes libres.
Pensé en algo similar a tu post el otro día, al encontrarme el pasaje de Marta y de María. Sí, pensé, uno se ocupa de tantas cosas inútiles, y luego sólo hay una importante, como bien describes tú.
En fin, mi hermano L., el ingeniero del que ya te hablé, es el contra-ejemplo de lo que dices: se hizo funcionario y le daba tanto agobio tener las tardes libres que se buscó otro trabajo, dando clases.
Oh, pero dar clases es una vocación, mucho más que un simple trabajo.
El ocio es el tiempo mejor empleado si se dedica a buscar las grandes respuestas a las grandes preguntas.
Sigue "ocioseando" no más. Con mi venia.
Una devota Semana Santa te deseo, J.I.
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