Dice Miró en un pasaje llamado Toponimia: "Un nombre de lugar demasiado histórico y celebrado es un bien de todos; es decir, demasiado ajeno". Eso pasa no solo con los nombres sino con los lugares mismos, y muchas otras cosas como canciones, libros, etcétera. Y por eso (también por eso; y lo supe al leer esas palabras) me gustan las cosas raras y alternativas, siempre y cuando sean de buena calidad.
Vamos al punto. Yo podría traerles acá hermosas fotos de la Laguna Brava, o La Brava; fotos de lugares que algunos recuerden y a los que otros puedan acceder fácilmente. Pero les traje estas porque no las va a tener cualquiera. En el momento de tomarlas el fotógrafo y su familia se encuentran en un puentecito sobre el arroyo El Peligro, afluente de la laguna desde el sur.
Cruzar el arroyo permite darle una vuelta a la redonda a la laguna y correr entre las sierras Brava y La Vigilancia. El cacique Cangapol era quien dominaba en una época la zona (dicen que fue quien expulsó a los jesuitas de la cercana Laguna de los Padres) y de su nombre alternativo, Nicolás el Bravo, vienen los toponímicos de la zona.
Ya no estaba el cacique y sí los signos de nuestra civilización, pero costó hacer la vuelta porque la huella es angosta y profunda. Nuestro móvil no es 4x4 pero es alto y pudo salir adelante mientras los pastos le acariciaban la panza. Pero hubo que ir como el mostaza Merlo, paso a paso, para no meter la pata en un "aujero".
Ir despacio no fue un problema porque se iba charlando con el entorno. Los protagonistas de siempre estaban allí; los que vieron caciques, españoles, jesuitas y nosotros. Los destacados: dos halconcitos plomizos (Falco femoralis) y unas loicas con su pecho encendido.
Nota: para hacer este camino salir de la 226 a la altura del parador El Dorado e ir por camino consolidado hacia el complejo Ruca Lauquen. Pasado este y habiendo tocado tangencialmente la orilla este de la laguna, seguir otro tanto hasta camino que sale a la derecha sin indicaciones.
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