jueves, 2 de septiembre de 2004

Derechos y zurdos con Descartes


Hay dos zurdos y hay dos derechos.
Hay un zurdo que puede ser malo: cuando es escéptico, cuando es violento.
Hay un zurdo que puede ser bueno: cuando es sensible, cuando tiene ideales.
Hay uno de derecha que puede ser malo: cuando es individualista, cuando es materialista.
Hay uno de derecha que puede ser bueno: cuando es optimista, cuando es de acción.
Inspirado, en cuanto a su forma, de una serie de posts del blog Ens, que hablan de dos izquierdas y dos derechas. Inspirado, en cuanto a su contenido, de... ¡puf, de tantas cosas!
Y se puede, y es necesario, ampliar un poco más las descripciones de cada uno de los tipos.
Luego podemos pasar a la siguiente etapa. Con paciencia.
Podríamos, fieles a nuestra tradición ingenieril, trazar unos ejes cartesianos de abscisas y ordenadas. Sólo en su "sector positivo", digamos. En abscisas el nivel de derechismo y en ordenadas el nivel de izquierdismo. O viceversa. ¿La escala? Sólo dos valores por eje: bueno y malo. Pero como las cosas no son así ("blanco o negro"), ambos valores son en realidad un rango, una porción de eje. Desde el origen hasta tanto más allá, por las abscisas, un tramo es del derecho malo, y otro tramo a continuación es del derecho bueno. Análogamente por las ordenadas con los zurdos. O viceversa: unos por un eje, otros por otros; aunque me gustaría conservar la maldad cerca del origen de coordenadas (así los puntos de coordenadas "derecho bueno-zurdo bueno", o "zurdo bueno-derecho bueno", se encontrarán más "elevados" en un gráfico tradicional, hoja en posición vertical). Y así podríamos tener cuatro zonas, una zona de puntos de coordenadas ambas malas, dos zonas de puntos de coordenadas buena-mala, y una zona de puntos de coordenadas ambas buenas.
¿Y esto para qué? Bueno, para poder ir pensando en las personas con las que discutimos e ir ubicándolas en alguna de estas zonas, y más o menos cerca del límite con otras.
¿Y la viga en el propio ojo? Este ejercicio que hice no es para juzgar a nadie.
Esto se me ocurrió que puede servir, al contrario, para ampliar nuestra capacidad de considerar y dialogar con los demás. Solemos encasillar: "ah, este dijo tal cosa porque es zurdo", o: "ja, hizo eso porque es ultraderechista"; y no nos ponemos a discutir las ideas sino a descalificar al emisor. Para liberarnos de ese nefasto prejuicio, y si aún no podemos desterrarlo del todo, este ejercicio es como que lo afloja un poco; agranda las casillas en las que encasillamos a los demás.

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