viernes, 7 de octubre de 2005

Los tres "staretzi"

La historia de "Los tres staretzi", de León Tolstoi, mal contada por mí, sería algo así.

La cita inicial, que anticipa el tema del cuento, es Mateo 6, 7-8, donde Jesús nos dice que a la hora de orar no hablemos por hablar.

Bien. Resulta que un barco de peregrinos iba hacia un monasterio. Viajaba en él un obispo (ortodoxo, supongo). Los otros pasajeros le cuentan de una isla que se ve en el horizonte, donde viven tres staretzi trabajando por la salvación de su alma. El obispo siente el deseo de conocer a los santos varones, hombres de avanzada edad. Consigue el favor del capitán del barco de torcer el rumbo y luego mediante un bote lo hacen llegar a la costa de la isla.

Ahí lo reciben muy bien los tres staretzi. El obispo se proclama un indigno servidor del Señor. Ellos dicen no saber servir al señor, sino tan sólo a ellos mismos, ganando su sustento. El les pregunta cómo rezan. Ellos dicen rezar así: "Tu eres tres, nosotros somos tres. Concédenos tu gracia". El obispo los felicita por la verdad que proclaman, de un Dios trino y uno. Pero les dice que esa no es la forma de orar; que ignoran cuál es la forma de servir al Altísimo. Y entonces les enseña el Padrenuestro.

A duras penas los ancianos van repitiendo, olvidando, recordando. El obispo se toma su tiempo. Hace que la recen juntos, y luego que lo hagan solos. Finalmente la aprenden. Ya estaba cayendo el sol cuando el obispo se despide de los staretzi, haciendo estos grandes reverencias.

Pasa un rato y navegando, con la isla ya fuera del alcance de la vista, el obispo ve que por el agua se acerca algo a gran velocidad. No atina a descubrir si es un barco o un ave. ¡Cuál fue su sorpresa cuando vio a los tres staretzi caminando por el agua hacia él! Y mayor aún cuando ellos le confiesan que han olvidado la oración que les enseñó, ¡que por favor se la recuerde! Es entonces que el obispo los despide diciéndoles que no hacía falta, que vayan y sigan con su oración (si no recuerdo mal).

¡Genial! Aunque primero diré que hay algo que no me gusta. Y es que el papel de la oración que abunda en palabras sea para el Padrenuestro. Es precisamente Jesús el que, en Mateo 6, 9, y a continuación de mandarnos no abundar en palabras, enseña el Padrenuestro. ¡Y ahora Tolstoi toma al Padrenuestro para dar el ejemplo contrario!

Me dirán que no, que es algo “circunstancial”, que no desmerece al Padrenuestro sino a la pretensión del obispo de darle a los staretzi más palabras que las suyas. Es posible. Es probable incluso que no haya podido usarse otra oración, porque a la hora de que el obispo la propusiera, sería evidente el error o la inferioridad de dicha propuesta frente a la de los ancianos.

Como sea, lo que a mi me gusta es lo que yo llamo el ejemplo de notable humildad de los viejos. Ellos sin duda sabían que su oración era buena; por intuición o por lo que sea conocían que no era necesario abundar en palabras. Y sin embargo se toman el trabajo de escuchar al obispo y con gran esfuerzo aprenden la oración. Más aún, piden que se la vuelva enseñar y para ello no han sino caminado sobre el agua. En ese gesto se ve su gran fe y su gran humildad a la vez. Parados sobre el agua, aquellos que podrían enseñar, piden aprender.

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