jueves, 23 de septiembre de 2004

Campanas

Es un sábado, y muchas veces puede ser al mediodía.
Desde Nuestra Señora de la Guardia se escuchan las campanas. ¡Un casamiento!
- ¡Se renueva la esperanza! ¡Un casamiento!
¿Soy el único piscuí que piensa así?
Sin duda que no. Mi esposa no pronunció esas palabras, las vivimos diariamente.
Y el oír que otra persona también lo diga, es reconfortante. Fue mi peluquero, Juan Volontiero (con rima y todo).
En este pedazo de mundo que nos toca, si somos aunque sea dos o tres, somos una minoría y por lo tanto nuestros derechos deben ser respetados (lo cual, tristemente, quiere hoy decir entre otras cosas que podemos equivocarnos y hacernos mal porque podemos elegir lo que queremos, porque somos "libres" y estamos en democracia).
¡Pero no nos equivocamos! Se renueva la esperanza. ¡Ni nos hacemos mal! Al contrario, somos felices al ver que se renueva la esperanza. Y no hay turbación en el alma, como quién se goza de un falso bien, de un vano placer. Y eso basta para saber que no estamos locos. O que si estuviéramos locos, ¡qué nos importa la cordura!
La gente aún se aventura a tareas heroicas, la gente aún da la vida por un ideal, sacrifica bienes de poca monta en pos de un bien superior. Esa es la única esperanza posible.

1 comentario:

R. Castillo dijo...

Me gusta que aún existan ideales, tan menospreciados ahora.

Buena lectura