viernes, 28 de octubre de 2005

Otro viernes

Hasta que no haya para mí sino dos variedades de un mismo "tiempo libre", a saber: el tiempo del trabajo y el tiempo del descanso (la semana y el fin de semana); hasta ese entonces un viernes será uno de los días en los que más vislumbre lo que puede ser la dicha.
Por eso de que somos futurizos (que ya dije tantas veces que dijo Julián Marías) es el viernes "el día más dichoso", porque presenta por delante más tiempo libre (en la concepción actual de tiempo libre). Es el día en que todavía están por delante el sábado y el domingo, días para hacer "lo que uno quiere". (Pero, ¿no trabajo porque quiero? Por ahí viene el rollo...)
Y la dicha del viernes es quizás la otra cara de la depresión del domingo por la tarde, esa de la que hablaba Eduardo en dos entradas recientes.

jueves, 27 de octubre de 2005

Tragedias celestes

"Tragedias celestes" (tonto nombre) conozco dos. Nunca sucedieron, pero una sucederá.

La primera es que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas. Confieso que no sabría decir quién llamó así a esta catástrofe ni tengo muy en claro en qué consiste*. Con un poco de vergüenza diré que lo oí nombrar cuando, de chico, leía un ejemplar de la historieta "Asterix".

Abraracurcix, el jefe de la tribu, majestuoso y valiente, aunque algo supersticioso. Es respetado por su hombres, y temido por sus enemigos. No le teme más que a una cosa: que el cielo le caiga sobre la cabeza, pero, como él dice, "eso no va a pasar mañana..."

Y yo qué sé si no va a pasar mañana. Después de todo, la otra "tragedia celeste" que alguna vez sucederá, es parte de un suceso mucho más grande y clave de la humanidad, como es el fin de los tiempos, y eso nadie sabe cuándo sucederá. Bien podría ser mañana. Me refiero al momento en que el cielo sea retirado, como me enteraba de boca de Adán Buenosayres:
"Lucio Negri no ha de impedir que alguna vez el día pierda su gastado alfabeto ni que el mundo se tambalee como don Aquiles, el maestro ciruela de Maipú, cuando buscaba sus perdidos anteojos en las carteras de los alumnos; ni que, ¡ay!, la luna sea hecha como de sangre, ni que sea retirado el cielo como un libro que se arrolla." Las tremendas pala­bras del Apocalipsis venían resonando en sus oídos desde la noche anterior: Sicut líber involutus. Adán recordaba que, abandonando la lectura en aquella imagen, había con­tenido su respiración y escuchado el ominoso y duro silencio de la noche; y allá, en el corazón del silencio, le había parecido sorprender un ¡cric! de grandes resortes que se aflojaban, un crujido de formas que se anonadarían al ins­tante, una sublevación de átomos que se rechazaban ya. Entonces, y bajo el peso de aquel terror, Adán había caído de rodillas; y sintió que por vez primera su torpe oración ganaba las alturas que se le habían negado tantas veces; y se había dicho que aquel sagrado temor era sin duda el preludio de la ciencia viviente por la cual venía suspirando su alma tras el hastío de las letras muertas. Un temor sagrado. Pero, ¡cuan fácilmente se disipaba ya entre los ruidos y colores del nuevo día!
* Sobre el cielo cayéndose quizás haya que estudiar mitología, ver por ejemplo esta página o esta otra.

miércoles, 26 de octubre de 2005

Hace tres años...

Pensamos incluso en no cumplir con tan repetido ritual. Ese de entrar al son de una música y que todos te aplaudan. Pero al final lo hicimos. Con esta canción:
Vieja soledad,
hoy me iré de ti,
buscando la luz,
de un amanecer.
Cuando llegue el alba,
viviré, viviré.

Noche adentro irá,
vencida de amor,
la tristeza gris,
de mi corazón.
Cuando llegue el alba,
viviré, viviré.

A un costado del olvido,
mis sueños maduraran,
reventando en luz,
florecidos.
Cuando llegue el alba,
viviré, viviré.

Encontrarte fue,
intuición de Dios,
todo nace en ti,
como nací yo.
Cuando llegue el alba,
viviré, viviré.

Tus palabras son,
fresco manantial,
sintiendo tu voz,
aprendí a cantar.
Cuando llegue el alba,
viviré, viviré.

A un costado del olvido,
mis sueños maduraran,
reventando en luz,
florecidos.
Cuando llegue el alba,
viviré, viviré.
Fue exactamente hace tres años, cuando nos casamos.

lunes, 24 de octubre de 2005

Otro lunes

(...) Ansina es el destino del hombre. Naides empezaría el camino si le mostraran lo que lo espera.
"En las mañanas claras, cuando él cambea de pago, mira un punto delante suyo, y es como si viera el fin de su andar, pero ¡qué ha de ser, si en alcanzándolo el llano sigue por delante sin mudanzas! Y así va el hombre, persiguiendo lo que alcanza con su vista, sin pensar en el desamparo que lo aguaita atrás de cada lomada. Tranco por tranco lo ampara una esperanza, que es la cuarta que lo ayuda en los repechos para ir caminando rumbo a su osamenta.

"Don Segundo Sombra", cap. XII, de Ricardo Güiraldes.

sábado, 22 de octubre de 2005

Regio

Si no me equivoco, la decían mucho hace unas décadas y especialmente las mujeres. Y alguna que otra lo conserva, pero su uso delata que la que lo pronuncia ya pasó la temprana juventud (con todo respeto).
- ¿Hacemos tal cosa?
- Sí, dale, regio.
Flor de palabrita, ¡eh! Regio. La verdad es que es una palabra bastante imponente y ese uso coloquial la desvaloraba mucho, ¿no? Por suerte parece que pasó. No sé si es representativo de algo, pero ahora se cambió por esta otra, por ejemplo:
- ¿Hacemos tal cosa?
- Sí, dale, bárbaro.

jueves, 20 de octubre de 2005

De Calvino sobre clásicos

Una especie de libro o revista llamada "Colección", editada por la Escuela de Ciencias Políticas de la UCA, traía entre otros un artículo de ciencias sociales titulado: "¿Por qué considerar a Max Weber un "clásico"?"
A mí eso de andar tratando de catalogar si un autor o un libro es o no es clásico no me atrae. No me pregunten bien porqué. Intenté escribirlo y borré cuatro veces lo que había escrito. De por sí, "clásico" es un término con varias acepciones (justa o injustamente; oficialmente o no).
A pesar de todo me quedé con una definición que el autor del artículo, Gustavo de la Vega, nos cuenta que pertenece a Italo Calvino y su libro "¿Por qué leer los clásicos?" (Tusquets Editores, Barcelona, 1995). Y si la copio no es porque me parezca del todo acertada (si es que podemos hablar de aciertos en estas cuestiones), sino porque me resulta simpática.
Desde la literatura, Calvino nos da pautas de lo que puede ser considerado como un clásico. (...) a) "Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir"; b) "Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera"; c) "Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad"; d) "Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima"; y f) "Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce en seguida su lugar la genealogía"

miércoles, 19 de octubre de 2005

"A tono con Jesucristo"

De una entrevista en “ABC.es” (por “Mar adentro”) al cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz Ossa, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), referente al actual sínodo de obispos.

A la pregunta de si la Iglesia católica saldrá de este Sínodo «más a tono con el siglo XXI», el cardenal chileno respondió tranquilamente que «saldrá más a tono con Jesucristo, más consciente del misterio de amor que es la Eucaristía. Los padres sinodales comparten una pasión por entrar más en el misterio del altar, entrar en la acción de Dios, que se manifiesta en la vida personal de cada fiel»

Se podría suponer que en la pregunta hay tácita una afirmación, o una concepción. Imaginamos que el interviewer considera que “estar a tono con el siglo XXI” es algo completamente bueno.

Supongamos que el cardenal estuviera pensando en lo bueno del siglo XXI o interpretara el “estar a tono” como una “actualización”, en el buen y posible sentido, de la enseñanza de la Iglesia. Un “sí” como respuesta, en ese caso, podría tener lugar pero tendría un significado distinto para periodista y para obispo. El primero, entusiasmado, no tardaría en abordar cuestiones relacionadas con “el preservativo y el SIDA”, por citar un “tema de moda”. Y su decepción podría ser mayúscula.

Lo mismo si el prelado dijera: “no”, pensando que “estar más a tono con el siglo XXI” implica adoptar las cosas malas del siglo (que por lo general son las que la Iglesia pretende revelar y corregir, dando el mensaje de Jesucristo).

“Sí” o “no” responderían no sólo a una pregunta en su forma aparente sino que se afirmarían sobre algo que no se discutió antes, o sea, cuán bueno o malo es “estar más a tono con el siglo XXI”. Serían entonces respuestas inútiles.
Por eso a la respuesta que dio el cardenal me animaría a llamarla inspirada. Porque al faltar una discusión previa, responde con una verdad más grande y da pie a una nueva pregunta, para cuando se quiera tratar el tema subyacente. ¿Estar a tono con el siglo XXI es estar a tono con Jesucristo? Pues es lo segundo lo que compete a la Iglesia y al sínodo.

martes, 18 de octubre de 2005

Eligiendo libros

Cada vez me convenzo más de que es imperativo hacer una buena elección (o selección) de los libros a leer. Una buena elección es aquella que es libre, con recta intención y no está viciada de ignorancia culpable. Debo poder elegir, sin duda. Debo hacer una selección bien intencionada, pero eso no basta. Debo aprender cuáles son los mejores libros, porque de buenas intenciones está empedrado el camino a la miércoles.
Lo que discutía con mi conciencia, pero necesitaba alguna voz imparcial que me lo diga, es algo como esto:

Cuenta Castellani que su profesor de literatura del bachiller, el Padre Marzal s.j., le decía: "Lea sólo obras maestras. No hay tiempo para otra cosa". Obedeció.

El comentario se lo dejó un usuario anónimo a Hache.
Y yo ya me venía haciendo mi lista de libros "clásicos" (perdón Arp, sería mejor llamarlos obras maestras). Claro. Lo que sucede con estas listas tan pensadas es que uno pierde un poco de espontaneidad. Por eso hay que seguir abierto a la posibilidad de que esta lista sea modificada.
Aceptar los libros que llegan como regalo o incluso aquellos que nos atraen en determinado momento. “Lo vi en una mesa de ofertas y es un autor que me intriga mucho”, “Salía para un viaje y me llevé algo más manejable que el tomo de obras completas que estoy leyendo”, etcétera. Eso puede depararnos grandes y agradables sorpresas. Sí, decepciones también, pero siempre se está a tiempo de abandonar el libro.

Si no hubiera tenido esta flexibilidad en mis planes no habría leído cosas muy interesantes que no son (al menos reconocidamente) obras maestras. ¡Eso! Al fin de cuentas, salvando los "indiscutibles", los demás llevan el título de obras maestras dependiendo mucho de quién lo defina así. (Yo no tuve al P. Marzal en el bachiller sino a, entre otros, un señor llamado Ampudia, y él decía algo como esto: "está por verse cuán bueno es Borges, hay que dejar que el tiempo lo diga").
Y dicho sea algo más. Quizás aún no estoy a la altura suficiente como para leer grandes obras y aprovecharlas bien, mientras que otros libros menores sí me pueden “traducir” o “anticipar” las grandes ideas de los "clásicos" en forma más accesible. También es cierto que sin leer los clásicos, muchas obras menores no se entienden plenamente. (¿Eso puede ser una falla de la obra, un defecto a imputarle?)
No termino. Un algo adicional sea dicho. Estar abierto a un regalo hecho por alguien que te quiere, o a una circuntancia del azar (o de la Providencia), es reconocer que uno no es siempre plenamente libre, bien intencionado e inocentemente ignorante.

lunes, 17 de octubre de 2005

Inteligencia de rodillas

Mi cuerpo sabe el dolor de la herida y el dolor del placer.

Mi corazón conoce sus propios engaños y la impotencia de los otros.

Mi inteligencia ha caído tantas veces que prefiere quedar de rodillas.

Estoy desnudo como una médula dolorida de encontrarse en contacto descubierto con la vida.

¡Que mis brazos levantados sean la plegaria fuerte que eleva al que pide!

¡Que sobre mi soledad caiga una astilla de iluminación como sobre el campo un rayo de aurora noble!

«La Porteña»
Agosto 22-1923.

Ricardo Güiraldes; en los "Poemas místicos".

domingo, 16 de octubre de 2005

Feliz día de la madre

El siguiente es un fragmento de la carta que Francisco "me dictó" para su madre:
(...) Quiero decirte que sos muy buena. Gracias por estar siempre conmigo, por estar tan atenta a lo que me pasa y cuidarme.
Y con esto, un "¡Feliz día!" para todas las madres.

sábado, 15 de octubre de 2005

Poe y Marechal

(O: "Piro y Cornejo". Tercer desprendimiento de la entrada del miércoles).

El diálogo cibernético se daba así. Un señor llamado Jorge Norberto Cornejo dice haber leído el artículo de otro señor llamado Guillermo Piro, y le propone que la respuesta a la pregunta de Edgar Allan Poe en el "Soneto a la ciencia" puede ser el "Poema de la Física", de Marechal.

Decía Piro: "Tal vez Edgar Allan Poe (1809-1849) supo plantear la pregunta más eficaz. En su Soneto a la ciencia, ésta aparece como un buitre que devora el corazón del poeta. Sus alas son opacas realidades, y Poe se pregunta cómo podría el poeta amar a la ciencia. (...) Poe pregunta, pero la ciencia no responde".

Decía Cornejo: "La respuesta a la pregunta de Poe, al final del artículo, creo que ya fue dada por un poeta nuestro, Leopoldo Marechal, su “Poema de la Física”. Hallar y reeditar esta poesía sobre la ciencia sería de muchísimo interés para los lectores...".

A continuación transcribiré el "Soneto a la Ciencia" de Poe.

¡Ciencia! ¡verdadera hija del tiempo tú eres!
que alteras todas las cosas con tus escrutadores ojos.
¿Por qué devoras así el corazón del poeta,
buitre, cuyas alas son obtusas realidades?

¿Cómo debería él amarte? o ¿cómo puede juzgarte sabia
aquel a quien no dejas en su vagar
buscar un tesoro en los enjoyados cielos,
aunque se elevara con intrépida ala?

¿No has arrebatado a Diana de su carro?
¿Ni expulsado a las Hamadríades del bosque
para buscar abrigo en alguna feliz estrella?

¿No has arrancado a las Náyades de la inundación,
al Elfo de la verde hierba, y a mí
del sueño de verano bajo el tamarindo?
Y ahora, señores, y temo haber sido tan extenso otra vez, un extracto del "Poema de la Física" que creo podría oficiar de "respuesta" a Poe, como dice el señor Cornejo.
Ezequiel, mi poema no hace cargos al hombre:
somos hombres, estamos en la misma barcaza
___y en igual singladura.
___Ni un ciclotrón me aturde
___ni aborrezco al uranio.
Tampoco doblaré mis añosas rodillas
ante los dos neutrones del átomo de helio.
___Yo tomaré a la Física en el punto
donde la encuentro ahora y en el cual se debate
como un ilusionado ratón en su trampera.
___No logró (y en verdad no ha de lograrlo)
responder con sus medios a las viejas preguntas
___del “cómo”, del “por qué” y del “para qué”.
___Y se detiene ahora en la frontera
___del orbe material con su Principio,
sin dar el salto justo (no podría saltar,
___porque ignora el Principio necesario
___y le faltan las piernas trascendentes).
Por lo cual se aproxima la hora del Poeta,
___la del entero y no del mutilado:
hace tiempo que, gracias a mi Señor amante,
dejé de ser un vago soplador de botellas.

(En el día de Santa Teresa de Ávila)

viernes, 14 de octubre de 2005

De Descartes y sus consecuencias (entrada larga)

(Segundo y largo “desprendimiento” de la entrada del miércoles).

En el texto copiado de “Autopsia de Creso”, si observan, Marechal dice: “c) la ciencia moderna, resultado final del método...”. Y es la alusión al método de Descartes, de quién habla un poco antes.

Una vez comenté lo que dijo mi profesor de Doctrina Social de la Iglesia. Él dijo que habría que diferenciar entre Descartes y lo que vino después de él, o lo que hicieron con lo de él. En defensa de esa postura y trabajando sobre la idea de los “sistemas filosóficos”, tomaba un texto de Unamuno sacado de “Del sentimiento trágico...”:
En las más de las historias de la filosofía que conozco se nos presenta a los sistemas como originándose los unos de los otros, y sus autores, los filósofos, apenas aparecen sino como meros pretextos. La íntima biografía de los filósofos, de los hombres que filosofaron, ocupa un lugar secundario. Y es ella, sin embargo, esa íntima biografía, la que más cosas nos explica.
Esto pretendí usarlo para quitar un poco responsabilidad en el vínculo entre Descartes y sus sucesores racionalistas. Y para reforzar la idea “vital”, agregaba alguna que otra anécdota que mostraba a Descartes como creyente (lo cual, en realidad, no prueba ni niega nada).

Pero mejor de lo que pueda decir yo, está lo que sería una explicación Marechalesca de “Descartes y sus consecuencias”. Trataré de resumirla, y la entrada se hará un poco larga. Se pueden leer sólo las negritas y ver si interesa.
(...) Y a mi juicio, Renato Descartes es el paradigma de la mentalidad burguesa en tren de filosofar por su cuenta riesgo. Este primer líder del racionalismo burgués, cuyo representante último ha de ser Carlos Marx, parte de la “duda”, que, según dije ya es una inclinación de Creso hija de su natural “desconfianza”. Merced a la duda, que ha de utilizar a guisa de “método”, Descartes arroja por la borda no sólo el ya descuidado lastre de la Revelación, sino todas las filosofías anteriores cristianas o paganas y entonces, náufrago en el piélago de una agnosia integral, da con la tabla salvadora, el ilustre cógito ergo sum. Lo que realmente salva él en su cógito es la certidumbre de su propia naturaleza racional: en lo sucesivo le será dado sostener fuera de toda duda que Descartes “es un hombre”. ¿Cree usted que valía la pena tan ostentoso naufragio?

15.- Amigo, lo que importa es el lugar en que nuestro filósofo recoge la tabla. Y la recoge, según entiendo, en la frontera exacta de su “modalidad anímica” y su “modalidad corpórea”. Desde aquel punto crítico y ya montado en la tabla, Descartes ve la forma “dual” del compositum humano: un cuerpo y un alma. Lo riesgoso era que, para una mente dubitativa y sedienta de corroboraciones experimentales como la suya, el primer término del binomio (el cuerpo) resultaba ser el más evidente y el más fácil de reducir a “experiencias”. Y me digo yo aún si el otro término (el alma) se le impuso a Renato como un sentir muy sincero en él, o como una concesión prudente a lo teológico que aún gravitaba con fuerza, o como un imperativo de la “simetría” (Descartes era geómetra), o como una segregación de la misma corporeidad, según lo entendieron más tarde los psicólogos. ”El cerebro -nos dijo cierta vez un profesor de la Escuela formal- es una glándula que segrega ideas”. Y lo aplaudimos a rabiar: ¡Éramos tan jóvenes!

16.- Lo cierto es que el famoso dualismo cartesiano apareció más cómo una invitación a la Física (cuyo dominio es el mundo corporal) que como una instancia concomitante de la metafísica. Y sus consecuencias en el devenir ulterior del hombre lo confirman demasiado. También resulta indudable que el triunfo y divulgación de tan pobre doctrina no hubiera sido posible si ella no hubiese reflejado un nivel intelectual preexistente y común a la mayoría de los hombres de la época. Vayamos a un “antecedente” más próximo: los llamados “filósofos de la Revolución Francesa” (que dio a Creso una victoria decisiva) son de origen burgués en su mayor parte y de mentalidad burguesa todos. Ellos cavaron y sembraron el terreno recibido, bien que ya con una diferencia de actitud muy visible: si en Descartes el proceso arranca de la “duda” y traduce una simpática dramaticidad, en los filósofos de la Revolución ya no existe la duda, sino la firmeza de una “convicción” a puño cerrado que se manifiesta por una ironía suficiente (como en Voltaire) o por un desnudo cinismo (como en Rousseau). Así triunfa la Revolución de Creso; y erige a la razón como a una diosa laica. No es la Razón que antaño ejercitara el buen Aristóteles en su Metafísica, sino la razón de Creso, minimizada como dije, por su natural estrechez de sesera.
38.- Le anticipé a su hora que el dualismo cartesiano, en razón de su origen “mentalmente" burgués, descuidaría el segundo término del binomio (el alma) en favor del primero (la corporeidad del hombre). Justo es decir que las “curiosas ciencias”, anunciadas por Descartes como de navidad inminente, habían tenido en el Renacimiento el origen de su “posibilidad”. Se trataba de buscar a Dios, no ya en las Escrituras reveladas (de origen “sobrehumano”), sino en la Naturaleza entendida como un “libro” escrito por el Hacedor según medida, peso y número. La lectura del “libro” exigiría, pues, una investigación minuciosa de tales números, pesos y medidas; y las “curiosas ciencias” que anunciaba Descartes presentían esas investigaciones y experimentos.

jueves, 13 de octubre de 2005

"No quiero saber porqué"

(De la entrada anterior se me ocurrieron tres “desprendimientos”. Este será el primero y veremos si los otros se concretan).

Será por cansancio, será por dolor, o por falta de dolor, será por miedo a las respuestas; el hombre a veces deja de preguntarse esas preguntas que dijimos que la ciencia moderna no sabe responder. A veces el hombre no quiere saber porqué. O dice que no quiere. Porque las preguntas, en realidad, según dicen, no se van. En algún lado quedan. Siempre vuelven.

Me llamó la atención, y creo que podría ilustrar esto, sin ser la analogía perfecta, un texto de una página de aire libre, llamada “Ríos y senderos” (que encontré por casualidad*).

¿Qué nos obliga a pescar? ¿A pararnos bajo la lluvia por horas lanzando hacia un objetivo invisible? Podrían fácilmente discutir que no importa qué cosa nos obliga a pescar. Y yo estoy de acuerdo. Aquellos que pescan realmente no pueden hacer nada al respecto. Pero sigo curioso. ¿Por qué nos sentimos en la necesidad de estar en el agua jugando este ridículo juego contra la naturaleza?

Eso sería todo. Si no fuera porque me atrapó la lectura, muy sencilla. Y encontré, entre cuestiones de pesca, cosas como esta:
Etapa 4 - ¿Cuál es el lugar más exótico y hermoso para pescar? (...). Existen miles de oportunidades allá afuera. Exóticas locaciones como Rusia, Chile, o el Amazonas, especies poco comunes como el tucunaré o un tiburón, y aguas de diferentes tipos (...). Nuevamente, mientras todas estas nuevas experiencias de pesca son maravillosas, si ya no disfrutas pescar en un arroyo en tu propio patio, podrías haber perdido lo que te inspiró a pescar en un principio.

Etapa 5 - ¿El misterio del agua? Como muchas otras cosas en la vida muchas veces nos damos cuenta a medida que nos ponemos más viejos y más sabios… más viejos por lo menos, que nuestra visión cuando éramos niños estaba más cercana a la verdad. Los niños no necesitan lugares exóticos o peces grandes para entretenerse. Ellos ven misterios y cosas interesantes en todos lados. Ojalá, en algún momento de nuestra vida como adultos, terminemos viendo el mundo nuevamente con los ojos de un niño. Fue el misterio del mundo de los peces que me llevó a la fascinación con el agua y de pescar. Ese misterio está presente tanto en el Pacífico Sur cuando estoy pescando Permit, como en la laguna cercana pescando carpas. Y creo que ese sentimiento de misterio que me continúa llevando de vuelta al agua, feliz de estar con el agua hasta la cintura en el agua fría con waders que se pasan y lluvia que corre por nuestro cuello, sólo pensando de qué se trata todo esto y lo especial que es.

(...) Cuando esta todo dicho y hecho, hay muchas razones para pescar. Probablemente hay tantas razones para pescar como pescadores en el agua lanzando.
Y atenti al cierre, en que se menciona al autor del artículo y viene al punto:
Rick Hafele es un excelente pescador con mosca, gran científico (PhD en Entomología) y un fantástico amigo.
* Lo más gracioso de todo es que esta página la encontré en un proceso que hoy se conoce con el nombre vulgar de “pura casualidad”. Fue cuando buscaba algo de “¿Por qué nos ponemos viejos?” para la entrada anterior.

miércoles, 12 de octubre de 2005

Nunca termina la edad del porqué

Si me vuelvo como un niño, me volveré a preguntar porqué. Y si me pregunto porqué, no habrá explicación de la ciencia moderna que me conforme. Siempre volveré a preguntar porqué “porqué”.
Es quizás el miedo a la pregunta, el miedo a la respuesta, el miedo a Dios, o a no Dios, lo que hace que los adultos nos refugiemos en las respuestas de la ciencia.

Hace poco me enteré que el hombre se hace viejo porque, dicho a la ligera, hay unas células que normalmente se regeneran y que en un momento dejan de hacerlo. Y eso es muy interesante. Pero no es más que una petición de principio (¿está bien usada la expresión?). O sea, es como que me digan que el hombre se hace viejo porque sus células se hacen viejas.

Repito, el descubrimiento es muy interesante. Podría ser incluso de ayuda para entender más al ser humano. Sí, no creo que necesariamente el análisis científico impida que la belleza de la Creación nos haga ver al creador. Esa capacidad de asombro (o disponibilidad para el asombro) es propia del hombre y si un científico la tiene es capaz de ver al Gran Artífice tanto en la flor como en el mecanismo biológico de crecimiento de la misma.

Por eso del siguiente texto de Marechal, tomado de “Autopsia de Creso”, creo que el postulado “a” se podría profundizar y hacer una distinción. Así y todo me gusta; ver “b” y “c” y ver el “rescate de valor” anunciado en el segundo párrafo.

En mi “poema de la Física”, terminado recién , digo las consecuencias de semejante método: a) Dividida, subdividida y “atomizada” por fin en los laboratorios del sabio, la naturaleza dejó de ser un “libro inteligente”, y por tanto, de manifestar a su Autor; b) interrogar a la Natura creada sin atender a la esencia y los fines de su Creador es condenarse a no recibir ninguna respuesta con respecto al “qué”, al “cómo”, al “por qué” y al “para qué” del universo que integramos; y c) la ciencia moderna, resultado final del método, carece de todo “valor explicativo” en relación con los interrogantes que siempre, y con dramática insistencia, se ha formulado el hombre acerca de sí mismo, de su devenir y de su mundo.

(...) las “privaciones” metafísicas de la ciencia moderna no anulan ni menoscaban sus afirmaciones descubiertas en el mundo físico. Lo que sostengo es que no hay ciencia integral sin una relación del “efecto” a su “causa”; y cómo la Creación entera es un “efecto”, no llega en sí su “causa” o razón suficiente, que hay que buscar fuera de la Natura y no en su interior. Sin embargo, todo lo que la ciencia moderna encontró y encontrará de verdadero en el “orden físico” es rigurosamente referible al “orden metafísico”, si el que realiza la transposición está dotado para ello. Yo lo intenté no hace mucho en mi Poema de la Física, y su resultado me satisface.

domingo, 9 de octubre de 2005

Ejercicio de moderación

Si te entusiasmás mucho con la lectura de Robins Hood, Gauchitos Gil o Ches Guevara, te sugiero después te des una vuelta por Tolstoi... simplemente para moderar pasiones.
(...) Si fuera lí­cito combatir el mal por el mal, Dios lo habría dicho. Pero Él ha proclamado todo lo contrario: "Si te esfuerzas en hacer desapare­cer el mal con tus manos, el pecado recae en ti". Es fácil matar a un hombre, pero su sangre manchará tu alma. Tú crees haber bo­rrado el mal, quitándole la vida a un malvado; y lo que has hecho es cargar tu conciencia con un mal peor. Sobrelleva tu desgracia y así vencerás.
De Tolstoi en la historia de un campesino que sufre los abusos de un administrador cruel. Y a la propuesta de sus colegas de hacer una revuelta, Piotr se niega; se opone a ejercer la violencia con aquél. "El cirio", en "Cuentos Populares".

sábado, 8 de octubre de 2005

Divagues de oficina para lectores pacientes

Ningún trabajo es indigno (la prostitución no es trabajo; y jugar al fútbol tampoco, decía mi profesor de antropología filosófica). Es así que el trabajo en una oficina, en relación de dependencia, tampoco es indigno. Que quede claro: trabajo en una oficina. ¡Y a mucha honra!

(La verdad es que no sé si a tanta honra, porque si me pisan grito que tengo tal título e hice tal cosa y mi trabajo es de profesional... para que no crean que estoy haciendo “otros” trabajos de oficina).

Al "ser de oficinas" le toca un trabajo de lo más merecedor de misericordia. Porque es un trabajo sucio, pero con aires de ser todo lo contrario.
El confort de la silla mullida es fomento de grasa abdominal, cuando no de vicios. “¡Una vuelta al edificio, vamos, trotando, march!” Alguien debería hacernos mover un poco.

Café, café, café... es el moderno hollín de carbón que aspiran los mineros de corbata. Y después está el que se cuida: no tanto café, “la milanesa por favor al horno, no frita, muchas gracias”, dietas de sólo ensalada y yogur. La verdad es que del café yo me estoy cuidando, y empecé a andar en bicicleta por la mañana.

Un servicio de cacheteo en el molinete de ingreso. Para despertarse, para poner cara de seguridad y autosuficiencia y para saludar con la mejor sonrisa de publicidad de dentífrico que uno tenga. No vendría mal.

Está quien piensa que todo lo que uno hace tiene como finalidad jorobarlo a él. Está el que envidia hasta el hecho de que vos tengas un metro menos de distancia a la ventana. Está el que compite hasta en la pavada más pava (aunque no lo digan): cantidad de veces que el gerente le sonrió al pasar por el pasillo, por decir algo.

Y después, por último, lo mejor. Lo bueno. Esa gente que disfruta de su trabajo. Que pone su alma en cada cálculo, que deja el lomo en cada presentación de PowerPoint, que va a todas las pelotas como la última. Esa gente que tiene la suerte (en cierta forma) de que no le surgen las preguntas profundas acerca de lo que hace. "Agarran el lápiz" y le meten para adelante. Y son exitosos (en el buen sentido, aunque en el sentido estrictamente laboral).

No quisiera ser como ellos. No puedo. A veces los envidio. No exactamente, pero en cierta forma como Adán envidiaba al abuelo Sebastián o a los obreros de la cutiembre que yacían exhaustos en la vereda de Gurruchaga. ¿Por qué no haberse dedicado a algo en vez de ser un soñador, tejedor de humo? Pero Adán había mordido el anzuelo, y el pez se agitaba en la caña del Cristo de la Mano Rota.

Y yo acá, creyéndome cosas que no soy, sacando al sol trapos de vanidad lavados con jabón en polvo de sinceras aspiraciones (y encima haciendo metáforas muy arriesgadas, en el límite con el mal gusto).
Ya se me pasó, chau.
(7 de octubre, viernes)

viernes, 7 de octubre de 2005

Los tres "staretzi"

La historia de "Los tres staretzi", de León Tolstoi, mal contada por mí, sería algo así.

La cita inicial, que anticipa el tema del cuento, es Mateo 6, 7-8, donde Jesús nos dice que a la hora de orar no hablemos por hablar.

Bien. Resulta que un barco de peregrinos iba hacia un monasterio. Viajaba en él un obispo (ortodoxo, supongo). Los otros pasajeros le cuentan de una isla que se ve en el horizonte, donde viven tres staretzi trabajando por la salvación de su alma. El obispo siente el deseo de conocer a los santos varones, hombres de avanzada edad. Consigue el favor del capitán del barco de torcer el rumbo y luego mediante un bote lo hacen llegar a la costa de la isla.

Ahí lo reciben muy bien los tres staretzi. El obispo se proclama un indigno servidor del Señor. Ellos dicen no saber servir al señor, sino tan sólo a ellos mismos, ganando su sustento. El les pregunta cómo rezan. Ellos dicen rezar así: "Tu eres tres, nosotros somos tres. Concédenos tu gracia". El obispo los felicita por la verdad que proclaman, de un Dios trino y uno. Pero les dice que esa no es la forma de orar; que ignoran cuál es la forma de servir al Altísimo. Y entonces les enseña el Padrenuestro.

A duras penas los ancianos van repitiendo, olvidando, recordando. El obispo se toma su tiempo. Hace que la recen juntos, y luego que lo hagan solos. Finalmente la aprenden. Ya estaba cayendo el sol cuando el obispo se despide de los staretzi, haciendo estos grandes reverencias.

Pasa un rato y navegando, con la isla ya fuera del alcance de la vista, el obispo ve que por el agua se acerca algo a gran velocidad. No atina a descubrir si es un barco o un ave. ¡Cuál fue su sorpresa cuando vio a los tres staretzi caminando por el agua hacia él! Y mayor aún cuando ellos le confiesan que han olvidado la oración que les enseñó, ¡que por favor se la recuerde! Es entonces que el obispo los despide diciéndoles que no hacía falta, que vayan y sigan con su oración (si no recuerdo mal).

¡Genial! Aunque primero diré que hay algo que no me gusta. Y es que el papel de la oración que abunda en palabras sea para el Padrenuestro. Es precisamente Jesús el que, en Mateo 6, 9, y a continuación de mandarnos no abundar en palabras, enseña el Padrenuestro. ¡Y ahora Tolstoi toma al Padrenuestro para dar el ejemplo contrario!

Me dirán que no, que es algo “circunstancial”, que no desmerece al Padrenuestro sino a la pretensión del obispo de darle a los staretzi más palabras que las suyas. Es posible. Es probable incluso que no haya podido usarse otra oración, porque a la hora de que el obispo la propusiera, sería evidente el error o la inferioridad de dicha propuesta frente a la de los ancianos.

Como sea, lo que a mi me gusta es lo que yo llamo el ejemplo de notable humildad de los viejos. Ellos sin duda sabían que su oración era buena; por intuición o por lo que sea conocían que no era necesario abundar en palabras. Y sin embargo se toman el trabajo de escuchar al obispo y con gran esfuerzo aprenden la oración. Más aún, piden que se la vuelva enseñar y para ello no han sino caminado sobre el agua. En ese gesto se ve su gran fe y su gran humildad a la vez. Parados sobre el agua, aquellos que podrían enseñar, piden aprender.

jueves, 6 de octubre de 2005

A preocupación, invocación

Descubrí que la mesa en que me toca votar pertenece a la sección electoral “San Carlos Norte”, de la Capital Federal o Ciudad Autónoma de Buenos Aires (aún no hice el cambio de domicilio).

De las 28 secciones electorales de la capital, muchas llevan el nombre de santos o nombres de alguna forma religiosos (Socorro, Cristo Obrero, etc.). El nombre de la que me tocó en suerte sin duda provendrá de la cercana parroquia, cuya cabeza es la Basílica de San Carlos Borromeo y María Auxiliadora. Y si a mí me corresponde ésta, quizás deba pedir la intercesión del santo y orar para hacer una buena elección.

Es interesante, a propósito de elecciones, conocer un episodio de la vida de San Carlos. Según dice en “Corazones”:
Renunció a sus riquezas y fue ordenado sacerdote y mas tarde Arzobispo de Milán. Aunque no faltan las acusaciones de que su elección fue por nepotismo (era sobrino del Papa), sus enormes frutos de santidad demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.
Y a propósito de política:
Fue el primer secretario de Estado del Vaticano (en el sentido moderno) (...)
Tuvo varios conflictos con el poder civil, vaya sólo un ejemplo:
En 1567, tuvo una dificultad con el senado. Ciertos laicos que llevaban abiertamente una vida poco edificante y se negaban a prestar oídos a las exortaciones del santo, fueron aprisionados por orden suya. El senado amenazó, con ese motivo, a los funcionarios de la curia del arzobispo, y el asunto llegó hasta el Papa y Felipe II de España (...) en la antigua ley un arzobispo gozaba de cierto poder ejecutivo (...)
Y según dice también en esa página, su nombre, Carlos, significa “hombre prudente”. Así que, ¡San Carlos Borromeo, ayúdame a hacer una buena elección!

lunes, 3 de octubre de 2005

Juan 17, 21

BARI, lunes, 26 septiembre 2005 (ZENIT.org).- La Santa Sede y la Federación Luterana Mundial están avanzando en Bari (Italia) en la redacción de un documento común «sobre la apostolicidad de la Iglesia y la sucesión apostólica»

(...)

En 1999 se publicó en Augsburgo el documento conjunto sobre la doctrina de la justificación, aprobado por la Santa Sede y la Federación Luterana Mundial, que permitió superar uno de los motivos originales del cisma de Martín Lutero.

El cardenal Kasper ha revelado recientemente que esa declaración podría contar el próximo año con el apoyo de los metodistas.
Recuerdo una canción que cantaban los “escuelistas” de Comunión y Liberación, lástima no poder dejarles la música...

Que sean una sola cosa
para que el mundo vea,
que sean un solo amor,
para que el mundo crea.
La, la, la...

domingo, 2 de octubre de 2005

Mejor en día fijo

Dos ancianos rusos habían hecho la promesa de ir en peregrinación a Jerusalén. Pero uno de ellos, rico y con ocupaciones, y con la excusa de no poder dejar a nadie encargado, seguía postergando el viaje. El otro, de condición más humilde, lo trataba de convencer y fue en ese trance que dijo algo que "Aquí estamos" publicará:
Pues te aseguro, amigo, que no podrás hacerlo todo por ti mismo. Ayer, por ejemplo, las mujeres estaban limpiando las habitaciones para la fiesta; y siempre quedaba algo por arreglar. De ninguna manera hubiera podido hacerlo todo yo solo. La mayor de mis nueras, que es muy inteligente, decía: "Está bien que las fiestas vengan en un día fijo, sin esperar a que nosotros queramos que lleguen, porque de otro modo, a pesar de nuestros esfuerzos, no acabaríamos nunca de prepararnos para celebrarlas.
Es Tolstoi quien relata esto en "Los dos ancianos", del libro "Cuentos Populares".