martes, 18 de octubre de 2005

Eligiendo libros

Cada vez me convenzo más de que es imperativo hacer una buena elección (o selección) de los libros a leer. Una buena elección es aquella que es libre, con recta intención y no está viciada de ignorancia culpable. Debo poder elegir, sin duda. Debo hacer una selección bien intencionada, pero eso no basta. Debo aprender cuáles son los mejores libros, porque de buenas intenciones está empedrado el camino a la miércoles.
Lo que discutía con mi conciencia, pero necesitaba alguna voz imparcial que me lo diga, es algo como esto:

Cuenta Castellani que su profesor de literatura del bachiller, el Padre Marzal s.j., le decía: "Lea sólo obras maestras. No hay tiempo para otra cosa". Obedeció.

El comentario se lo dejó un usuario anónimo a Hache.
Y yo ya me venía haciendo mi lista de libros "clásicos" (perdón Arp, sería mejor llamarlos obras maestras). Claro. Lo que sucede con estas listas tan pensadas es que uno pierde un poco de espontaneidad. Por eso hay que seguir abierto a la posibilidad de que esta lista sea modificada.
Aceptar los libros que llegan como regalo o incluso aquellos que nos atraen en determinado momento. “Lo vi en una mesa de ofertas y es un autor que me intriga mucho”, “Salía para un viaje y me llevé algo más manejable que el tomo de obras completas que estoy leyendo”, etcétera. Eso puede depararnos grandes y agradables sorpresas. Sí, decepciones también, pero siempre se está a tiempo de abandonar el libro.

Si no hubiera tenido esta flexibilidad en mis planes no habría leído cosas muy interesantes que no son (al menos reconocidamente) obras maestras. ¡Eso! Al fin de cuentas, salvando los "indiscutibles", los demás llevan el título de obras maestras dependiendo mucho de quién lo defina así. (Yo no tuve al P. Marzal en el bachiller sino a, entre otros, un señor llamado Ampudia, y él decía algo como esto: "está por verse cuán bueno es Borges, hay que dejar que el tiempo lo diga").
Y dicho sea algo más. Quizás aún no estoy a la altura suficiente como para leer grandes obras y aprovecharlas bien, mientras que otros libros menores sí me pueden “traducir” o “anticipar” las grandes ideas de los "clásicos" en forma más accesible. También es cierto que sin leer los clásicos, muchas obras menores no se entienden plenamente. (¿Eso puede ser una falla de la obra, un defecto a imputarle?)
No termino. Un algo adicional sea dicho. Estar abierto a un regalo hecho por alguien que te quiere, o a una circuntancia del azar (o de la Providencia), es reconocer que uno no es siempre plenamente libre, bien intencionado e inocentemente ignorante.

4 comentarios:

XavMP dijo...

¡Pero al final tu lista de Obras Maestras se trnasformó en un Obras Maestras + Lecturas de Oportunidad + regalos inesperados!. A lo mejor la clave es saber quien va primero ¿No?

Lo que comparto 100% es el comentario de Marzal, sin duda.

Juan Ignacio dijo...

Suelo ser medio entreverado, pero la idea era esa, que es bueno seleccionar los libros y leer los buenos (ya que hay muchos libros y no hay tiempo para todos). Pero habría que tener cierta flexibilidad para aceptar alteraciones en ese "precepto".

hna. josefina dijo...

Me encanta leer, y creo que he leído bastante -por la edad de sus hijos, soy bastante mayor que uds.-; y la verdad que tengo muchas lagunas de los clásicos -o toda una gran laguna-, y en cambio decido por lo que creo me va a gustar: Desde Chesterton a algo para pasar el rato; pasando por Jean Vanier, Harry Potter, y Tolkien y muchas cosas más.
También me pasa -creo que por carácter- que leo varios libros al mismo tiempo. En general de temas muy distintos uno de otro.

Juan Ignacio dijo...

Hay muchas formas de encarar esto. Yo lo hice desde un punto de vista del estudio. Lo que contás me hizo ver desde otra perspectiva. Así como esto de "Desde mi roble": http://desdemiroble.blogspot.com/2005/10/lecturas-despedidas-y-promesas.html