martes, 23 de mayo de 2006

De gastronomía húngara y experiencias personales

Chicos de entre doce y quince años, no más. De “campamento” con el colegio en una casa en Córdoba. El hermano Carlos sirve la comida.
- ¡Eh, Carlos! ¿Qué es? -preguntan los muchachos.
- ¡Arroz a la húngara! -dice Carlos R.
Estupor. Los más incrédulos insisten con la pregunta. Y resulta ser no más que arroz con las sobras de días anteriores.
Yo siempre pensé que Carlos había inventado eso de “a la húngara”. Mi sorpresa tenía que ver con el nombre de un país lejano, de sonido extraño para un chico. Ese era el efecto que tuvieron en mí (y quizás en muchos más) las palabras del hermano.
Ahora me entero que el “arroz a la húngara” existe. Y que en España parece ser conocido. Y dada la nacionalidad española del hermano Carlos, es más que probable que él haya querido darle “importancia” a su plato no por estar atribuyéndole un nombre exótico, sino por estar dándole el nombre de un plato elaborado.
Si nos ponemos suceptibles, haber llamado arroz a la húngara a un arroz con sobras puede haber sido un desprecio hacia el primero. ¡Y no sucede que ayer, veinte años después, la segunda mención que yo escucho en mi vida a la comida húngara tampoco la deja “bien parada”! Pero esto es culpa de Graham Greene.
En “El cónsul honorario” la acción transcurre (al menos hasta donde yo leí) en un pueblo o ciudad de una provincia del norte del litoral argentino. El protagonista se encuentra con un conocido en el restaurant del Club Italiano, donde el único italiano que queda es el mozo y donde el cocinero resultó ser de origen… ¡húngaro! Relata Greene:
El cocinero era de origen húngaro y apenas si servía otra cosa que goulash, plato en que podía disfrazar fácilmente la calidad de los ingredientes, cosa bastante útil ya que la carne de buena calidad se iba río abajo hacia la capital, a más de ochocientos kilómetros de distancia.
Conclusión gastronómica: no sé nada de la gastronomía húngara ni me están ayudando “mis compañías”. No me disgustaría probar el goulash, ni el verdadero arroz a la húngara.
Conclusión personal: no sé mucho de los húngaros. Recientemente he leído lo que puso Arp y le pegué una hojeda a este interesante enlace: clic.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo comentarte que la paella valenciana comenzó siendo un arroz con sobras.

Juan Ignacio dijo...

¡Buen dato!
Nueva visión del asunto.