(...) Fuera como fuese, gozaba de la confianza y el afecto de todos. Cuando llegó el fin y los restos de aquel cuerpo de ejército, fuertemente asediado por todos los lados, se preparaban para cruzar la frontera prusiana, el sargento Pedro [el príncipe Román] tuvo la suficiente influencia como para reunir en torno a sí un grupo de soldados. Consiguió salvar con ellos el cerco enemigo. Les condujo a través de más de trescientos kilómetros de territorio vigilado por numerosos destacamentos rusos y asolado por el cólera. Pero su intención no era la de evitar la cautividad, ocultarse y así salvarse. No. Les condujo a una fortaleza que todavía estaba ocupada por polacos y donde se llevaría a cabo el último intento de resistencia de la derrotada revolución.
___Esto puede parecer simple fanatismo. Pero el fanatismo es humano. El hombre ha adorado divinidades feroces. Hay ferocidad en todas las pasiones, hasta en el amor mismo. La religión de la esperanza inmarcesible se asemeja al loco culto de la desesperación, de la muerte, de la aniquilación. La diferencia radica en el motivo moral que brota de las necesidades secretas y las aspiraciones inarticuladas de los creyentes. Solo para los hombres vanos, todo es vanidad, y solamente para aquellos que no han sido nunca sinceros consigo mismos, todo es engaño.
domingo, 8 de julio de 2007
De "fanatismo"
El primer párrafo es sólo para ambientar. El segundo no tiene desperdicio.
De “El príncipe Román” (Prince Roman), cuento breve de Joseph Conrad.
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1 comentario:
Lo que leo me gusta. A ver cuándo me cojo a Conrad.
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