martes, 30 de mayo de 2006

Vive y ayuda a vivir

McCartney (¡!) cantaba que el “live and let live” (vive y deja vivir) era el ideal del joven, cuyo corazón era como un libro abierto. Pero que con las dificultades de la vida, la persona ya no se preocupa más por el otro y “le da al otro infierno”. O sea, hacemos la nuestra y el otro que se muera o, aún más, somos capaces de hacer mal al otro para estar bien, para poder vivir. Es el “live and let die” (vive y deja morir). Así lo entiendo yo y no creo estar lejos de la idea original.
Lo que Paul quizás ignoraba era que el “live and let live” tenía en sí mismo el germen de su fracaso.
Y el “live and let live” está muy de moda hoy.
Disfrazado bajo la apariencia de “consideración” por el otro, existe lo que no es más que el “desinterés” por el otro, el “live and let live”.
No imponer, dar “libertad para elegir”, no dar consejo porque “eso es soberbia” (pensar que yo puedo tener la solución para el otro), no “evangelizar”, etc. Una serie de frases que reflejan un desinterés por el otro, aunque el que las embandere piense que es el más solidario o “tolerante” del planeta.
Y este disfraz, muchísimas veces, no es algo intencional. Muchos caemos en él como en una trampa, porque así se nos enseña. Y no es tan raro como parece. Un ejemplo: la famosa “igualdad de oportunidades”, que puede tener algo de eso.
En sí, la igualdad de oportunidades es una idea bien intencionada (hasta dónde se pueda cumplir, que no es tanto como muchos pregonan, ni tan conveniente). Pero si nos refugiamos en ella corremos el riesgo de olvidar algo que es más importante. Es más pleno amar al otro y ser misericordioso ante sus defectos que “darle igualdad de oportunidades y que se arregle”, que darle igualdad de oportunidades y “dejarlo vivir”.
No todos son culpables por no querer recibir consejo, por no querer ser ayudados a vivir, por ser susceptibles y pensar que se les está imponiendo; ha habido, y hay, mala caridad (quizás es esa que Atahualpa despreciaba “por la vergüenza que encierra”). Pero eso no niega que deba existir el verdadero amor por el otro. Al contrario. La situación exige un nuevo esfuerzo. En el plano de la fe: una nueva evangelización, como mandó a realizar Juan Pablo II.
Cambiemos el “vive y deja vivir” por algo como “vive y ayuda a vivir”.

6 comentarios:

Ululatus sapiens dijo...

¡Vaya que sí!

Qué acertado pensamiento. Lo que más hace falta hoy día es ponernos siempre en el lugar del otro y desarrollar aquella maravillosa relación del Yo-Tú que propone Martin Buber, basándose en la sagrada escritura, claro está.

Saludos. :)

hna. josefina dijo...

Estoy muy de acuerdo.

Juan Ignacio dijo...

Has hablado muy bien de Martín Buber en tu blog también. Estaré atento a leer algo de él.

Ululatus sapiens dijo...

Juan Ignacio:

Trataré, próximamente, de incluir algo suyo acerca del Yo-Tú.

Saludos.

Ululatus sapiens dijo...

Hecho está, aunque no es precisamente del Tú-Yo, pero sí de la preminencia de las personas sobre todo lo demás: http://ululatus-sapiens.blogspot.com/2006/05/los-libros-y-las-personas-de-martin.html

edumangia dijo...

Me acuerdo algo que decía el P. Mugica, que dar gloria a Dios era "ayudar al hombre a ayudarse", ayudarlo que sea más hombre, más libre. Un poco tomando lo de San Ireneo, "Gloria Dei, homo vivens".