¿Cómo explicar al hombre de hoy esos episodios de la vida de Jesús como el de la dispersión de los comerciantes en el Templo o aquel mandato que hace en el envío apostólico de los setenta y dos, que leemos hoy, ese de sacudirse hasta el polvo de los pies al irse de los lugares en los que no los reciban? Al hombre de hoy le suenan a veces duros, no acordes a una imagen (por cierto incompleta o falsa) que tenemos de Jesús (o de su bondad, o de su amor).
Pero los episodios están, y son Palabra viva.
Si hay algo del mundo de hoy, distinto al de hace dos mil años, que hace que al hombre se le dificulte comprender a Jesús, eso debe ser sorteado hábilmente y sin “aguar” el mensaje de Jesús. Una de las pistas acerca de cómo hacerlo, creo que se puede extraer de la prédica que hizo Raniero Cantalamessa un domingo de julio de este año acerca del episodio que leemos también hoy (en ese momento se leyó Marcos 6, 7-13, hoy se lee Lucas 10, 1-12).
Dijo el Predicador de la Casa Pontificia:
Hay que estar atentos para no interpretar mal la frase de Jesús sobre el marcharse sacudiéndose también el polvo de los pies cuando no son recibidos. Éste, en la intención de Cristo, debía ser un testimonio «para» ellos, no contra ellos. Debía servir para hacerles entender que los misioneros no habían ido por interés, para sacarles dinero u otras cosas; que, más aún, no querían llevarse ni siquiera su polvo. Habían acudido por su salvación y, rechazándoles, se privaban a sí mismos del mayor bien del mundo.
Más allá de la interesantísima explicación acerca del hecho de “no llevarse nada”, yo me detuve en esa frase clave: un testimonio “para”, no contra ellos. Es eso lo que hay que aclararle al hombre de hoy. Ese hombre cuya vida, en comparación con la del hombre de hace dos mil años, parece mucho menos “ruda” (para bien y para mal), podría no entender que ese gesto que pide Jesús a los apóstoles es algo “a favor de” sus semejantes y no un acto de falta de delicadeza con ellos.
Por último pensé que, en cualquier época y sociedad, es el humilde quien entiende mejor la Palabra, y no aquellos a los que el mundo tiene por sabios. Porque el humilde (y el de hoy también, aunque sea menos “rudo” que el de hace dos mil años) no duda de la bondad de Jesús, y sabe que Él todo lo hizo bien. Nosotros, en cambio, que gracias a Dios podemos acceder al estudio y reflexión de la palabra, pero no estamos bien preparados espiritualmente, nos olvidamos de lo primero de todo: Dios nos ama.
6 comentarios:
Buena glosa de Cantalamessa. Pero también es cierto que a veces lo que retrae de Jesús, o de imitarle, es esa imagen de manso cordero, tomada a la letra. No viene mal recordar que era un hombre bien plantado, capaz de actuar con energía llegado el caso. No era un bonzo, ni un pacifista de mantequilla.
¡Bien!
Por cierto, qué difícil es llegar a todos con una prédica, ¿no?
(Para colmo he mezclado en el comentario a esa prédica cosas muy distintas como el suceso del templo, que requiere hablar de la ira y otras cosas que no están a mi alcance).
Yo creo que una cosa no quita la otra: el amor no impide que a veces se necesite ser fuerte. Ustedes los padres, alguna vez -indudablemente- se ven en la necesidad de hacer un fuerte reproche... ¡Y cómo no!
Nuestra madre -cuando éramos chicos- era muy estricta, para algunas cosas, pero para las justas; y uno siempre tenía la clara sensación de que lo hacía por nosotros y no por su bronca.
Buen punto.
Precisamente, la cuestión vista desde el punto de vista "educativo", es entendible. Pero hay que ver si siempre somos tan humildes como para aceptar esas "correcciones". Y si eso ha cambiado con las épocas.
En la vida interior ves como lo que al final te mantiene fiel es el compromiso firme de serlo y la ayuda de la Gracia. De poco sirven los buenos sentimientos. La imagen de Jesús manso no es suficiente. Es necesario el ejemplo que nos da Jesús en momentos del Evangelio como el que comentas. O la dureza, quizás aparente, con la que trata al hijo pródigo. Carles http://sersantoenmediodelmundo.blogspot.com/
Entiendo lo que dices, excepto eso de la dureza con que trata al hijo pródigo.
Gracias por comentar.
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