martes, 31 de julio de 2007

¿Dónde la conocieron antes? (o "El sentido religioso VI")

Vaya a saber cómo, los temas que se me impusieron últimamente (sentido religioso, hierofanías, nostalgias tucumanas) me llevaron a dar una nueva vuelta (esta vez completa) por el “Descenso y ascenso...” marechaliano. Y ahí me encontré con esta frase que el argentino rescata del libro décimo de las Confesiones de san Agustín, y que es, a mi entender, otra breve y gran forma de hablar de las raíces del sentido religioso:

¿La dicha no es lo que todos quieren y a lo que todos aspiran? ¿Dónde la conocieron antes, para quererla tanto?

sábado, 28 de julio de 2007

Pasaría la vida entera...

Están los caminos tucumanos (ya los ponderaba un cantor). Y los caminos tucumanos tienen el sol tucumano (fuerte). Y a los costados de los caminos tucumanos están los árboles de Tucumán (...).
Una vez sola estuve allá. Sentí el sol del verano, caminé algunos caminos y supe descansar bajo los árboles. ¡Qué descanso bajo los árboles de Tucumán! Algo así no existe en la ciudad de Buenos Aires. Acá, cuando los días son sofocantes, poco se gana bajo un árbol. En cambio en Tucumán... bajo los árboles refresca, sopla una brisa reparadora.
Supe descansar de largas caminatas bajo los árboles tucumanos. Quizás alguna vez haya sido una morera:

Pedazo ‘e cielo en la tierra,
refugio de los paisanos.
Descanso del caminante,
ombú de los tucumanos.
(Descanso del caminante,
ombú de los tucumanos).

Al ver tu estampa bizarra
acuden a mi memoria
el gaucho con su guitarra
que es un pedazo de historia.
(el gaucho con su guitarra
que es un pedazo de historia).

Debajo de la morera
bailaremos esta zamba.
Pasaría la vida entera
bailando con toda el alma.
Pasaría la vida entera
debajo de la morera.
(…)

martes, 24 de julio de 2007

¿Dónde te manifiestas, Señor?

Dice José María Pemán (y dice siempre en la liturgia de las horas):

Yo sé que te refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa,
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos de la altura.

Hace tiempo yo me rebelaba y alzaba un post preguntando porqué, poniendo en duda este aspecto del poema. Hay muchas hierofanías, decía el francés Daniélou (usando una palabra de Eliade), manifestaciones visibles de algún aspecto de Dios. Todas son “válidas”, entendí (las estrellas y la regularidad de su curso, el sol y su resplandor, la tempestad y el terror que inspira, las rocas y su inmutabilidad, el rocío y sus beneficios). “¿Por qué alguna reflejaría mejor a Dios que otra?”, decía yo.
Y ayercito nomás el alemán Guardini me mencionó algo del tema:

Su grandeza es absolutamente soberana y libre de todo esfuerzo. Soberanamente ordena: “hágase” y todo se hace. Esta luminosa grandeza es origen de todo orden. Cuando choca con la obstinación humana se hace temible y se convierte en la “ira de Dios”, cuyas amonestadoras manifestaciones son las catástrofes naturales, desatadas por las fuerzas destructivas de la naturaleza: tormentas en la tierra y en el mar, terremotos (Salmo 75 [76]; 96 [97]). Sin embargo la terribilidad de la ira de Dios es al mismo tiempo bondad, sabiduría y delicadeza infinitas. En una hora decisiva reveló Dios a sus profetas que Él no reside en la tempestad, en el terremoto o en el fuego, sino en el hálito suave y callado (1 Rey., 19, 11-14).

(¡Qué bueno poder hacer charlar a estos capos acá en el propio patio, en los sillones de "Aquí estamos"!)

viernes, 20 de julio de 2007

El sentido religioso (V)

Una cosa trae la otra y así fue que en menos de media hora conocí dos textos que hablan, en cierta forma, del sentido religioso. Uno académico, a cargo de Romano Guardini, en "Introducción a la vida de oración", que vengo leyendo:

La raíz más profunda de todo anhelo humano, su cima más elevada y su plenitud más cumplida pueden expresarse con estas breves palabras: el hombre anhela a Dios.

Y el otro, magnífico, increíblemente breve y preciso, lo regala Enrique y es traducción de su admirado Mario Quintana. Atiendan a esta joya:

El alma es eso que nos pregunta si el alma existe.

jueves, 19 de julio de 2007

El motor (o "El sentido religioso IV")

“¿Cuál es el significado último de la existencia?” “¿Por qué existe el dolor, la muerte?” “¿Por qué vale la pena realmente vivir?”. O, desde otro punto de vista: “¿De qué y para qué está hecha la realidad?”
(…)

Estas preguntas arraigan en el fondo de nuestro ser: son inextirpables, porque constituyen como el tejido del que está hecho.
San Pablo, en el discurso del Areópago (Cf. Hch 17, 22-34), que se narra en el capítulo 17 de los Hechos de los Apóstoles, cuando discurre con los atenienses sobre la búsqueda de una respuesta a las preguntas últimas que hacen hablar al fondo de nuestro ser, las identifica con la energía que gobierna, provocándola, sosteniéndola y definiéndola continuamente de nuevo, toda la movilidad humana, incluso la misma movilidad de los pueblos, ese vagabundear suyo por el mundo “en busca del dios”, del que “da a cada uno la vida, el aliento, todo”.
Cualquier movimiento del hombre surge de aquí, de esta enérgica raíz; procede y depende de esta enigmática fuente última, original y radical.

Nota: Pasamos por este tema, como antaño, en esta oportunidad gracias a la curiosidad despertada por una entrada de Jesús Beades.

miércoles, 18 de julio de 2007

Amantes del amor (II)

Parece que sacaron número los cantantes ingleses. Esta vez es el turno de Elton John, junto a su fiel escritor llamado Bernie Taupin.
Todo compositor exitoso tiene sus páginas olvidables. Es el caso de estos muchachos y un tema algo insustancial, estrenado hace poco, llamado “Believe”. Se trata de un crescendo de loas al amor que terminan dejando en uno la duda, en definitiva la pregunta de: “¿Qué es ese amor en que tanto crees? ¿En qué consiste?”
La línea más rescatable es quizás aquella que dice:

Everything crumbles sooner or later
But love (…)

Por traernos ecos (si me permiten) de aquella carta paulina a los corintios (1 Cor. 13, 8).
Empecemos a hablar por allí, don Elton, que podríamos llegar a algo.

martes, 17 de julio de 2007

Revisando y proyectando trayectorias

A veces uno desearía, para sí mismo, conversiones como las de aquellos versos...

Hoy enterré, sepulturero niño,
cien días y cien noches como pájaros muertos.

En la Revista Ens hablaban de “Días como flechas” y yo fui a la biblioteca a buscarlas. Y a buscar también aquel libro de Julián Marías que habla de la felicidad como instalación vectorial, y de las trayectorias de la vida.
También hoy pensaba, mientras trabajaba (fue un segundo, y lo tuve que ahogar hasta ahora), que me gustaría que ese trabajo sea parte de una etapa preparatoria para una nueva vida. En cierta forma lo es, para la vida eterna. Pero pensaba en una nueva vida aquí en la tierra. Que lo que estoy haciendo sea una forma de cultivar habilidades que no tengo, en una etapa previa a otra en la que aprovecharé esas habilidades en algo distinto.
En esta etapa aprendo muchas cosas del tipo de trabajo que hago: aprendo a ganar en confianza en mi mismo, a decir no, a hacer valer lo pactado; conozco más a la gente, con sus heroísmos y sus vilezas. Pero también hay cosas de las que no estoy orgulloso, como por ejemplo hacer cosas que nunca nadie usará, ni servirán, o tener que mostrar seguridades dogmáticas donde hay sólo incertidumbre.
Claro que aprender a tener seguridades es un ejercicio que me sirve también para valorar más mis ideas. Y hacer cosas inútiles… quizás sirva para algo. Por eso digo que puedo tomar esta etapa como un entrenamiento, como una preparación. Pero también digo que más adelante quiero otra cosa.
Hay cosas que puedo elegir. Y debo hacerlo. No me puedo dar el lujo de ser menos feliz de lo que podría ser.

domingo, 15 de julio de 2007

Amantes del amor (I)

Feel it rising in the cities
Feel it sweeping over land
Over borders, over frontiers
Nothing will its power withstand [*]

Los amantes del amor dicen, como los cristianos decimos, que el amor es lo primero, lo más importante. En estos amantes del amor encontramos, sin embargo, deformaciones por el pacifismo extremo, reducciones por el lado de lo sensual, cuando no confusiones radicales en lo que a la esencia del amor hace. Y si el ensalzamiento del amor nos asemeja (a amantes del amor y a cristianos), lo que nos diferencia es precisamente que no entendemos lo mismo cuando decimos amor.
Los “cantantes de preocupación social”, cantan a la paz mundial, al fin de las guerras, etc. No es iluso quien desea la paz en el mundo; los cristianos oramos por ello. Lo que es un poco “inocentón” en algunos de los cantantes mencionados, es pensar que el mundo por el que hay luchar es un mundo en que no hay maldad (sin armas, sin guerras; esos son los tópicos usuales). Pero los cristianos, que en cierta forma también deseamos eso, sabemos que el mundo del amor no es necesariamente aquel en el que no hay armas, ni guerras, ni ningún mal. El mundo del amor incluye las cosas malas, como los enemigos. El amor es también amor a los que nos hacen mal.
Hechas estas aclaraciones, ya pueden prenderse al ritmo de “Love is the seventh wave” (El amor es la séptima ola; música aquí, letra allá, explicaciones acullá), a cargo de Sting.
[*] Versos de la canción mencionada al final.

domingo, 8 de julio de 2007

De "fanatismo"

El primer párrafo es sólo para ambientar. El segundo no tiene desperdicio.

(...) Fuera como fuese, gozaba de la confianza y el afecto de todos. Cuando llegó el fin y los restos de aquel cuerpo de ejército, fuertemente asediado por todos los lados, se preparaban para cruzar la frontera prusiana, el sargento Pedro [el príncipe Román] tuvo la suficiente influencia como para reunir en torno a sí un grupo de soldados. Consiguió salvar con ellos el cerco enemigo. Les condujo a través de más de trescientos kilómetros de territorio vigilado por numerosos destacamentos rusos y asolado por el cólera. Pero su intención no era la de evitar la cautividad, ocultarse y así salvarse. No. Les condujo a una fortaleza que todavía estaba ocupada por polacos y donde se llevaría a cabo el último intento de resistencia de la derrotada revolución.
___Esto puede parecer simple fanatismo. Pero el fanatismo es humano. El hombre ha adorado divinidades feroces. Hay ferocidad en todas las pasiones, hasta en el amor mismo. La religión de la esperanza inmarcesible se asemeja al loco culto de la desesperación, de la muerte, de la aniquilación. La diferencia radica en el motivo moral que brota de las necesidades secretas y las aspiraciones inarticuladas de los creyentes. Solo para los hombres vanos, todo es vanidad, y solamente para aquellos que no han sido nunca sinceros consigo mismos, todo es engaño.

De “El príncipe Román” (Prince Roman), cuento breve de Joseph Conrad.

viernes, 6 de julio de 2007

Hombre con estela

Parecía un hombre rico y ostentador. Por donde caminaba iba dejando un rastro de brillantes monedas que desparramaba como si nada fuera...
Al minuto me di cuenta, ¡el bolsillo de mi pantalón tenía un pequeño agujero! Un agujero no reparado en la última temporada, que había ido al placard con él y hoy, al sacarlo nuevamente al ruedo, allí estaba para hacerse notar. Y yo me encontraba justo a la entrada de las oficinas. “¡Je, je! ¡Qué cosa! ¡Estas monedas! Sí, sí, es mía, gracias, muy amable...”
Bien podría haberme hecho el importante, respondiendo: “Quédesela, es suya”. O quizás intentado alguna especie de broma de inspiración en Rayos y Truenos: “Para no perderme adentro, las voy dejando, como Pulgarcito”. Pero nada de eso salió.
“A no intimidarse”, me dije. Cambio de wing, monedas a la derecha, billetera a la izquierda, frente en alto y… ¡adentro!

miércoles, 4 de julio de 2007

Detras de las letras

Dice una voz popular:

Sólo sabes bien quien soy
y por eso es tuyo mi corazón.

Y dice Romano Guardini en su “Vorschule des betens” (traducido como “Introducción a la vida de oración”):

Si un hombre desde la inmediatez de su vida afectiva dijere: “él” o “ella”, se referiría probablemente a aquella persona querida, con la que está más estrechamente unido. Pero tan pronto como pronunciase aquella palabra desde la raíz misma de su ser de hombre, mentaría a Dios, aunque no pensase expresamente en Él. Y si un hombre pronunciase la palabra “tú” desde la profundidad de su ser y dirigiéndose al Ser en toda su amplitud, con ella invocaría a Dios, aunque no pensase en Él expresamente.

(Gracias a Fer por advertirme de ciertas peculiaridades de aquella letra popular).

martes, 3 de julio de 2007

De patriotismo y coincidencias

(...) y me parece que llegamos a tratar de esa cuestión después de un intercambio de ideas en torno al patriotismo, un sentimiento ligeramente desacreditado debido a que la delicadeza de nuestros humanitaristas lo ve como una reliquia de la barbarie. Sin embargo, ni el gran pintor florentino que cerró su ojos para siempre pensando en su ciudad, si San Francisco, cuando bendecía con el último aliento su Asís natal, eran bárbaros. Hace falta cierta grandeza de espíritu para juzgar el patriotismo como merece; o bien una sinceridad de sentimientos que le está negada al vulgar refinamiento del pensamiento moderno, incapaz de comprender la augusta sencillez de un sentimiento que procede de la naturaleza misma de las cosas y de los hombres.

Por esas cosas conocidas vulgarmente como casualidades, estoy bajando esta cita referida al patriotismo a un borrador de blogger un día después de que leí que Eduardo dijo que las "banderas y escudos, colores y huestes" de las batallas futboleras son "lo más parecido a una nación que va quedando", un rato después de terminada una de esas batallas ("Argentina 4 - Colombia 2") y extrayéndolo de un cuento de Conrad (que conseguí hace pocas horas) llamado "El príncipe Román". (¡!)