lunes, 4 de octubre de 2004

El hijo mayor en la General Paz

¿Por qué a veces no nos ponernos contentos con el bien del otro?
Aunque yo haya "hecho las cosas bien" (que cosa tan pretensiosa ponerse ese título), sé que lo que tengo no es porque lo merezco; podría mañana desaparecer todo. Y si nos "portamos bien" porque somos libres de hacerlo, no por miedo a no tener lo que tenemos, ¿por qué nos ofende la misericordia de Dios que da al que se portó mal, pero ahora vuelve arrepentido? Será porque alguno de los supuestos que mencioné no se están cumpliendo... porque no somos misericordiosos como Dios, aunque estemos llamados a serlo.
¡Que cosa tan arraigada será, que hasta en lo más sencillo nos pasa!
La mano de la General Paz que yo transitaba estaba despejada. Por el lugar en que vivo, el lugar en que trabajo y la hora en que viajo, siempre me toca la mano más despejada. Me gusta tener esa ventaja. Pero hoy también la otra mano estaba despejada, y yo pensaba: "¡ah, entonces es al cuete que de este lado no esté embotellada! ¿Qué gano?"
Pensé un poco y pude ponerme contento por aquellos de la mano contraria, que hoy venían cómodos.

1 comentario:

XavMP dijo...

Buen paralelo con el Hijo Prodigo, me gusta la analogía, lo que habría que ver es como fue la fiesta y el recibimiento. :-)