Unos imaginarios hermano Francisco y hermano León hablan. Este último está preocupado por la pureza del corazón y Francisco (el santo de Asís) le dice que su preocupación es muy humana todavía. Eloi Leclerc usa palabras a mi torpe gusto medio confusas (o es que quizás tengo algo del hermano León):
—¡Ah!, hermano León; créeme —contestó Francisco—, no te preocupes tanto de la pureza de tu alma. Vuelve tu mirada hacia Dios. Admírale. Alégrate de lo que Él es, Él, todo santidad. Dale gracias por Él mismo. Es eso mismo, hermanito, tener puro el corazón. Y cuando te hayas vuelto así hacia Dios, no vuelvas más sobre ti mismo. No te preguntes en dónde estás con respecto a Dios. La tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento todavía humano, demasiado humano. Es preciso elevar tu mirada más alto, mucho más alto. Dios, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor. El corazón puro es el que no cesa de adorar al Señor vivo y verdadero. Toma un interés profundo en la vida misma de Dios y es capaz, en medio de todas sus miserias, de vibrar con la eterna inocencia y la eterna alegría de Dios. Un corazón así está a la vez despojado y colmado. Le basta que Dios sea Dios. En eso mismo encuentra toda su paz, toda su alegría y Dios mismo es entonces su santidad.
Yo entiendo el punto. La perfección que debemos perseguir no la logramos nosotros. Nos la da Dios. Cosas relacionadas con eso estoy leyendo en Las Moradas de Santa Teresa (voy lento), pero después lo digo. (Y también podría recordar el “da lo que mandas...” de San Agustín).
Me cuesta aceptar dos expresiones del Francisco de Leclerc. Primero, la expresión: “la tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento todavía humano, demasiado humano”. Veo en esto el riesgo de descuidarse en el pecado. Aunque hay que leer en contexto. Y al parecer el hermano León tenía en esa tristeza de no ser perfecto algo más parecido a una preocupación de lograrla por sus propios medios. Pero un sano dolor por ser pecador también existe: “Pésame Dios mío, y me arrepiento de todo corazón...”
La segunda expresión que me cuesta, un poco antes en el texto, es: “no te preocupes tanto de la pureza de tu alma”, pero puedo entenderla de igual manera que la anterior. Sobretodo si veo el pasaje que la precede en el libro. Dialogan los hermanos, contemplando un arroyo que corre:
—¡Ay si pudiéramos tener un poco de esta pureza —respondió León—, también nosotros conoceríamos la alegría loca y desbordante de nuestra hermana agua y su impulso irresistible!
Había en sus palabras una profunda nostalgia, y León miraba melancólicamente el torrente, que no cesaba de huir en su pureza inaprensible.
—Ven —le dijo Francisco, cogiéndole por el brazo. Empezaron los dos otra vez a andar. Después de un momento de silencio, Francisco preguntó a León:
—¿Sabes tú, hermano, lo que es la pureza de corazón?
—Es no tener ninguna falta que reprocharse —contestó León sin dudarlo.
—Entonces comprendo tu tristeza —dijo Francisco—, porque siempre hay algo que reprocharse.
—Sí —dijo León—, y eso es, precisamente, lo que me hace desesperar de llegar algún día a la pureza de corazón.
—¡Ah!, hermano León; créeme —contestó Francisco—, no te preocupes... y lo anterior.
Lo que leí en Las Moradas y tendría que ver en cierta forma, a mi entender, con esto, está por ejemplo en los primeros capítulos, cuando habla del conocimiento de uno mismo pero aclara que eso no basta. Pero me llamó especialmente la atención lo que dice en las terceras moradas, cuando menciona a aquellos que superaron las pruebas de las dos primeras, pero tienen sequedades. La humildad que Santa Teresa anima a tener en estas sequedades es importantísima y si no me equivoco, su ausencia está muy relacionada con haber querido lograr la perfección por uno mismo.
¡Oh humildad, humildad! No sé qué tentación me tengo en este caso, que no puedo acabar de creer a quien tanto caso hace de estas sequedades, sino que es un poco de falta de ella (...)
Cuando nos encontramos frente a la dura realidad de no haber logrado la perfección, y no somos humildes, nos podemos volver como aquellos de quienes habla la santa:
Yo he conocido algunas almas, y aun creo puedo decir hartas, de las que han llegado a este estado, y estado y vivido muchos años en esta rectitud y concierto, alma y cuerpo, a lo que se puede entender, y después de ellos, que ya parecen habían de estar señores del mundo, al menos bien desengañados de él, probarlos su Majestad en cosas no muy grandes y andar con tanta inquietud y apretamiento de corazón, que a mí me traían tonta, y aun temerosa harto. Pues darles consejo no hay remedio, porque como ha tanto que tratan de virtud, paréceles que pueden enseñar a otros y que les sobra razón en sentir aquellas cosas.
En fin, que yo no he hallado remedio, ni le hallo para consolar a semejantes personas, si no es mostrar gran sentimiento de su pena, y a la verdad se tiene de verlos sujetos a tanta miseria, y no contradecir su razón, porque todas las conciertan en su pensamiento, que por Dios las sienten, y así no acaban de entender que es imperfección; que es otro engaño para gente tan aprovechada, que de que lo sientan, no hay que espantar, aunque a mi parecer, había de pasar presto el sentimiento de cosas semejantes.
—¡Ah!, hermano León; créeme —contestó Francisco—, no te preocupes tanto de la pureza de tu alma. Vuelve tu mirada hacia Dios. Admírale. Alégrate de lo que Él es, Él, todo santidad. Dale gracias por Él mismo. Es eso mismo, hermanito, tener puro el corazón. Y cuando te hayas vuelto así hacia Dios, no vuelvas más sobre ti mismo. No te preguntes en dónde estás con respecto a Dios. La tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento todavía humano, demasiado humano. Es preciso elevar tu mirada más alto, mucho más alto. Dios, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor. El corazón puro es el que no cesa de adorar al Señor vivo y verdadero. Toma un interés profundo en la vida misma de Dios y es capaz, en medio de todas sus miserias, de vibrar con la eterna inocencia y la eterna alegría de Dios. Un corazón así está a la vez despojado y colmado. Le basta que Dios sea Dios. En eso mismo encuentra toda su paz, toda su alegría y Dios mismo es entonces su santidad.
Yo entiendo el punto. La perfección que debemos perseguir no la logramos nosotros. Nos la da Dios. Cosas relacionadas con eso estoy leyendo en Las Moradas de Santa Teresa (voy lento), pero después lo digo. (Y también podría recordar el “da lo que mandas...” de San Agustín).
Me cuesta aceptar dos expresiones del Francisco de Leclerc. Primero, la expresión: “la tristeza de no ser perfecto y de encontrarse pecador es un sentimiento todavía humano, demasiado humano”. Veo en esto el riesgo de descuidarse en el pecado. Aunque hay que leer en contexto. Y al parecer el hermano León tenía en esa tristeza de no ser perfecto algo más parecido a una preocupación de lograrla por sus propios medios. Pero un sano dolor por ser pecador también existe: “Pésame Dios mío, y me arrepiento de todo corazón...”
La segunda expresión que me cuesta, un poco antes en el texto, es: “no te preocupes tanto de la pureza de tu alma”, pero puedo entenderla de igual manera que la anterior. Sobretodo si veo el pasaje que la precede en el libro. Dialogan los hermanos, contemplando un arroyo que corre:
—¡Ay si pudiéramos tener un poco de esta pureza —respondió León—, también nosotros conoceríamos la alegría loca y desbordante de nuestra hermana agua y su impulso irresistible!
Había en sus palabras una profunda nostalgia, y León miraba melancólicamente el torrente, que no cesaba de huir en su pureza inaprensible.
—Ven —le dijo Francisco, cogiéndole por el brazo. Empezaron los dos otra vez a andar. Después de un momento de silencio, Francisco preguntó a León:
—¿Sabes tú, hermano, lo que es la pureza de corazón?
—Es no tener ninguna falta que reprocharse —contestó León sin dudarlo.
—Entonces comprendo tu tristeza —dijo Francisco—, porque siempre hay algo que reprocharse.
—Sí —dijo León—, y eso es, precisamente, lo que me hace desesperar de llegar algún día a la pureza de corazón.
—¡Ah!, hermano León; créeme —contestó Francisco—, no te preocupes... y lo anterior.
Lo que leí en Las Moradas y tendría que ver en cierta forma, a mi entender, con esto, está por ejemplo en los primeros capítulos, cuando habla del conocimiento de uno mismo pero aclara que eso no basta. Pero me llamó especialmente la atención lo que dice en las terceras moradas, cuando menciona a aquellos que superaron las pruebas de las dos primeras, pero tienen sequedades. La humildad que Santa Teresa anima a tener en estas sequedades es importantísima y si no me equivoco, su ausencia está muy relacionada con haber querido lograr la perfección por uno mismo.
¡Oh humildad, humildad! No sé qué tentación me tengo en este caso, que no puedo acabar de creer a quien tanto caso hace de estas sequedades, sino que es un poco de falta de ella (...)
Cuando nos encontramos frente a la dura realidad de no haber logrado la perfección, y no somos humildes, nos podemos volver como aquellos de quienes habla la santa:
Yo he conocido algunas almas, y aun creo puedo decir hartas, de las que han llegado a este estado, y estado y vivido muchos años en esta rectitud y concierto, alma y cuerpo, a lo que se puede entender, y después de ellos, que ya parecen habían de estar señores del mundo, al menos bien desengañados de él, probarlos su Majestad en cosas no muy grandes y andar con tanta inquietud y apretamiento de corazón, que a mí me traían tonta, y aun temerosa harto. Pues darles consejo no hay remedio, porque como ha tanto que tratan de virtud, paréceles que pueden enseñar a otros y que les sobra razón en sentir aquellas cosas.
En fin, que yo no he hallado remedio, ni le hallo para consolar a semejantes personas, si no es mostrar gran sentimiento de su pena, y a la verdad se tiene de verlos sujetos a tanta miseria, y no contradecir su razón, porque todas las conciertan en su pensamiento, que por Dios las sienten, y así no acaban de entender que es imperfección; que es otro engaño para gente tan aprovechada, que de que lo sientan, no hay que espantar, aunque a mi parecer, había de pasar presto el sentimiento de cosas semejantes.
Porque muchas veces quiere Dios que sus escogidos sientan su miseria, y aparta un poco su favor, que no es menester más, que a osadas que nos conozcamos bien presto.Y luego se entiende esta manera de probarlos, porque entienden ellos su falta muy claramente, y a las veces les da más pena ésta de ver que, sin poder más, sienten cosas de la tierra y no muy pesadas, que lo mismo de que tienen pena. Esto téngolo yo por gran misericordia de Dios; y aunque es falta, muy gananciosa para la humildad.
3 comentarios:
Hola, es la primera vez que visito tu blog. Lo encontré buscando informacion sobre "juan del Gualeyán":P dejo mi casilla por si me queres agregar pao_m175@hotmail.com
El tema del pecado, la culpa, y nuestra posicion frente a estas realidades humanas es muy delicada, pero veo en su texto que hay una camino que de alguna manera ilumina la situacion. Este medio proporciona una manera de expresar posiciones y puntos de vista frente a diversos temas de interes comun y esto es bueno... no obstante considero que debe haber una medida y un tratamiento especial frente a temas como el que esta expuesto, pues las opiniones personales - validas al 100% - no dejan de llevar una carga subjetiva, que en ocasiones pueden llegar a confundir; escribo esto para aclarar que deseo hacer un comentario que responde a sentimientos de caracter personal, casi intimo, y por tanto desearia se leyera ( si asi usted lo decidiera) como una experiencia de quien se siente profundamente, e inmensamente amado por El Senor.
La falta, la impureza y la debilidad , jamas estaran lejos de nuestra realidad de seres humanos " los padecimientos de esta vida tengo por cierto que no son nada en comparacion con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creacion entera esta en expectacion, suspirando por esa manifestacion gloriosa de los hijos de Dios; PORQUE LAS CREATURAS TODAS QUEDARON SOMETIDAS AL DESORDEN, no porque a ello tendieran de suyo, sino por culpa del hombre que las sometio" Romanos 8, 18...
Veo como en este fragmento puedo encontrar una realidad de mi vida, y sobre todo la realidad de el porque de mi debilidad, pues basta despertar en la manana para percatarme de dos cosas: la primera que soy un "pobre" ser humano con todas las faltas reunidas en una simple carne, y la segunda , por la cual vivo como vivo y lucho hasta mi "domingo sin ocaso" y es que tengo un Padre que me Ama con un Amor que es mas inmenso y hermoso que cualquiera inmaginado o vivivdo por cualquier hombre de la historia. Este es el punto de partida cotidiano para continuar dia a dia entregando mi vida con TODO lo que ello conlleva, alegrias, luchas, desaciertos, caidas , triunfos ...en fin con todo, pues bien se que a la santidad estoy llamado , pero no una santidad que me convierta estando en vida, en un semi dios, no, es un llamado al que respondo con lo que tengo y con lo que puedo, un amor al que me acerco , aceptando primero lo que soy , y aceptandolo no como una tragedia, sino como una realidad, tomando con paciencia y respeto incluso mi propia debilidad y dejando a Dios que sea El quien en ultimas se encargue de mejorar lo que hay que mejorar, y dejandole a El, la continuacion del "tejido" de mi existencia, pues en ultimas por mas esfuerzos que haga por pretender ser mejor, solo Su GRACIA, sera la que hara posible esta Santidad.
Muchas veces por estar muy ocupado en mi santificacion y purificacion, estoy seguro que he dejado de entregarme plenamente al UNICO, proyecto de Jesus: la implantacion del Reino de Dios.y esto solo se hace salvando almas, almas para El, para Su Reino, y como? liberandolas de la culpa del pecado e invitandolas a el amor, a la felicidad y a la LIBERTAD de los Hijos de Dios.
Mauricio
mauricio.q.d@gmail.com
Muchas gracias por sus comentarios.
Tengo la misma desconfianza (o casi la misma) que usted a estos medios (o a como se los use). Quizás no fui tan claro en esta entrada, pero por lo general trato de presentar dudas e inquietudes más que afirmaciones. Y aunque a veces lo haga afirmando, suelo dejar alguna pregunta final que "me quite toda seguridad".
A veces queda claro, por las cosas que escribo, que soy un perfecto ignorante, y no hacen falta aclaraciones.
Por la gente que uno va conociendo, que cada tanto lee esto, uno se va como acostumbrando a ciertas cosas que supone que los demás conocen. Y a veces hay "lectores nuevos" para los cuales "no soy conocido".
Sin embargo este medio, bien usado, da grandes posibilidades. Por mi lado, el haber conocido hasta incluso personalmente a grandes personas.
Nuevamente muchas gracias por compartir sus experiencias de gran valor.
Saludos.
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