viernes, 30 de junio de 2006

Terminó el mundial

En el juego y el amor
dos cosas yo he aprendido
no agrandarme si he ganado
ni achicarme si he perdido.

Chacarera "La Chimpa Machu" (Felipe Corpos).

jueves, 29 de junio de 2006

Devocionario revisado

Sostengo esta idea: hay dos oraciones que, en su versión original, no contienen los versos finales que les agrega mucha gente hoy. La primera es la siguiente:

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Ti Celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre Mía.
[Morir sin tu bendición.]

El verso en rojo no pertenece a la versión tradicional. Además, sin saber cuán grave sería, debo hacer notar que le cambiaría el sentido al último verso.

La otra oración es el Salve (Salve Regina). La invocación final creo que es eso, algo que viene después, y no parte de la oración, como suele parecer al hacerlo todo de corrido. No es “obligatorio” hacerlo (digamos que el “Salve” no la incluye). Se necesitan, además, dos voces para hacerlo. Pero eso es otra cosa. Veamos:

Dios te salve Reina
y madre de misericordia
Vida, dulzura y esperanza nuestra
Dios te salve
A ti llamamos los desterrados
Hijos de Eva
A ti suspiramos
Gimiendo y llorando
En este valle de lágrimas
Ea, pues, señora, abogada nuestra
Vuelve a nosotros
Esos tus ojos misericordiosos
Y después de este destierro
Muestranos a Jesús
Fruto bendito de tu vientre
¡Oh clementísima!
¡Oh piadosa!
¡Oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Si quieren profundizar y leer de fuente más confiable que la que aquí suscribe, no vayan a cualquier página de Internet. Ya que, como sabemos, ahí cada uno pone lo que quiere (¡como yo!).

Sugiero empezar por las que parecen serias. Por ejemplo, el Salve Regina” según la Enciclopedia Católica.

Y para el “Bendita sea tu pureza”, más popular, no cuento con la fuente equivalente. Verán que hay muchas versiones “puras” (por llamarlas de alguna manera) y más de un tipo de “agregado”.

miércoles, 28 de junio de 2006

Problemática chalchalera

Mi papá es más vale “tradicional” en su pensamiento. Aunque no sé porqué razón se esmera en “buscar cosas modernas”. Quizás para compensar su tradicionalismo y que no se deforme en amor desmedido por “lo de antes”. Quizás para que su pensar tradicional “valga” y no ser desmerecido por ser él tildado de (o convertirse en) “anticuado”. No lo sé.
Como hincha de Los Chalchaleros, tiene varios discos y conoce datos de sus integrantes. Pero hace ya un tiempo me sorprendió su elección de discos y temas. Mientras yo redescubría interpretaciones viejas, el se quejaba del sonido de esos discos. Mientras yo disfrutaba algunos clásicos, él se abocaba a la escucha de modernas composiciones.
Dirán que exagero, pero en lo que a la “problemática chalchalera” se refiere, en un momento me sentí análogamente a como se sentía aquél Iván Karamázov en cuestiones del pensamiento de la época:

Allá otros con sus preocupaciones; nosotros, los boquirrubios, hemos de ocuparnos de lo nuestro; nosotros ante todo hemos de resolver los problemas eternos, ésta es la preocupación nuestra. La joven Rusia, toda ella, sólo se ocupa ahora de los problemas eternos, no discute de otra cosa. Precisamente en la actualidad, cuando todos los viejos, de pronto, se han metido en la cabeza que han de estudiar cuestiones prácticas.

Iván Karamázov en "Los Hermanos Karamázov", de Fiodor M. Dostoievski.

martes, 27 de junio de 2006

Como flechas... (y un sueño)

Vamos por la calle como flechas disparadas de un lado a otro. Día a día miles de personas nos cruzamos por la calle y sólo somos eso: trayectorias que se cruzan. Y más que eso, que se evitan. Para no chocarse.
Te levantás y tenés en la mira llegar al trabajo. Lo que pasa en el medio, incluyendo a las personas con las que te cruzás, son sólo obstáculos a sortear, o instrumentos a aprovechar. El colectivo es una máquina que vos sabés lo que hará. Y te subís acá, para bajarte allá. Y no hay tal cosa llamada chofer sino en concepto.
Y si eres chofer, tu experiencia es la inversa: tu destino es la terminal y entre las tareas que debes cumplir están el abrir y cerrar puertas, para que entren y salgan personas como ganado, como cantos rodados, como algo más, como un “factor” más en la compleja operación...
Añoro una tierra de viajes interminables.
En ella no llegábamos nunca a destino,
nos encontrábamos con nuestro fin a cada paso.

Status viatoris XIX

Después de haber hablado del dios mar, el domingo leímos del verdadero Dios, que pone límites al mar y calma la tempestad. Por otro lado, yo quise buscar en las Confesiones algo de esa explicación acerca de las aguas, y los reptiles, y la tierra firme. Pero me detuve en otro punto. Porque descubrí lo que creo que es una mención a nuestro status viatoris. Es en el Libro XIII, capítulo IX (inciso 10). Después de explicar como todo busca su lugar y su descanso (por su peso, por el fuego), dice así:

Las cosas menos ordenadas se hallan inquietas: ordénanse y descansan. Mi peso es mi amor; él me lleva doquiera soy llevado. Tu Don nos enciende y por él somos llevados hacia arriba: enardecémonos y caminamos; subimos las ascensiones dispuestas en nuestro corazón y cantamos el Cántico de los grados. Con tu fuego, sí; con tu fuego santo nos enardecemos y caminamos, porque caminamos para arriba, hacia la paz de Jerusalén, porque me he deleitado de las cosas que aquéllos me dijeron: Iremos a la casa del Señor. Allí nos colocará la buena voluntad, para que no queramos más que permanecer eternamente allí.

domingo, 25 de junio de 2006

Fórmula completa

El Señor nos ama, el Señor nos cuida... Eso es lo que muchas veces, con esas u otras palabras, me enseñaron. Pero hoy un cura, que no se destacaba por su erudición, agregó algo más. Más o menos así: El Señor nos ama, el Señor nos cuida... y en el caso de que llegáramos a tener que dar la vida dando testimonio de Él, nos tiene reservado un premio inmensamente mayor a cualquiera que podamos recibir en este mundo.
Y en toda su sencillez, me gustó. Porque (¡Ay de mí, falto de fe!) siempre me dejaba un gusto amargo la mención de la preocupación del Señor por nosotros. No por mí, no porque no sienta su mano protegiéndome. ¡Doy gracias porque lo siento! No por mí sino por otros, algunos de los que me rodean. Cuando escucho esa profesión de fe, de alguien que manifiesta su confianza en la misericordia de Dios, a veces siento como vergüenza. Vergüenza de que alguien que esté en ese momento cerca y esté pasado por un gran sufrimiento no lo entienda, no lo sienta. Alguien que al escucharlo se pregunte: “Pero, ¿cómo? Si Dios me cuida, ¿por qué me pasan estas cosas?”
Por eso el “agregado” de hoy me pareció “inspirado”. Porque es como que hubiera agregado, después de la profesión de fe en la misericordia de Dios, lo siguiente: “Que Dios nos cuide no quiere decir que no vayamos a pasar algunas cosas difíciles. Pero recordemos que hay un premio mayor”. Y sentí que, así, esas palabras podrían llegar a muchos.
Porque, incluso, dar la vida por razón de él no es sólo morir como mártir en tierras lejanas. El soportar y llevar con alegría enfermedades o angustias (olas que nos suben hasta el cielo o nos bajan hasta el abismo, decía hoy el salmo), es también dar testimonio de Dios, de su hijo Jesucristo.

viernes, 23 de junio de 2006

Conociendo la nueva religión

Recientemente he tenido dos oportunidades para profundizar en los preceptos y doctrinas de la nueva religión. Fue en el Mundo Marino de San Clemente y en los comentarios de un blog. En concreto, estuve aprendiendo acerca del dios Mar, “de donde todos venimos”.
El primer ser vivo estuvo en el mar y de ahí la evolución hasta el mono. Es fascinante y muy interesante. Hasta el mono. ¿Por qué no?
Pero no hasta el hombre, el hombre con todas las letras. Por más monito que haya sido el primero de nosotros.
Lo que le falta a esta “nueva religión” que estamos creando los hombres es el soplo, el soplo de Dios, que hizo del barro, hombre (o del monito, hombre, sí alguien prefiere).
Ya habrán de buscar los adeptos de esta religión (no me considero uno de ellos) alguna forma de “explicar” el soplo de Dios, pero sin Dios. Algo que lo represente. Algo que explique lo que el hombre tiene y los animales no. Y la religión será perfecta...
Salvo que no podrá decirnos Quién dio ese soplo.
Aclaratoria: no quiero que esta sea una entrada para ensañarme con la ciencia; sus descubrimientos no dejan de sorprenderme, y el asombro está relacionado con mi fe. Lo que la hace “religión del Dios mar” y no “ciencia” es que quiere elevarse en explicación total del mundo. Y su autor, el hombre, en el centro (aunque por falsa humildad y deformación ecológica se rebaje a la par de las bestias). Siglo XXI, pecado original.

jueves, 22 de junio de 2006

Status viatoris XVIII

Mientras las entradas “estudiosas” de esta serie esperan (Santo Tomás, porqué no Gabriel Marcel, etc.), de una página de montañismo tomo prestado el siguiente relato y poema (fragmento).

Ahí, en el fondo, estaba el río. Veinticinco metros de ancho y había que buscar el vado para cruzar, pero eso lo dejaríamos para después. Había que instalar la tienda, lavar ropa, preparar la comida y dormir. El vado lo buscaría por la mañana. Dentro de la tienda, me puse a escribir la bitácora y después a leer algunos apuntes que yo llevaba. Ahí estaba un poema de Atahualpa Yupanqui.

Caminos y bagualas

Nunca se sabe dónde terminan los caminos
y dónde comienzan las bagualas
porque son caminos también
esos rumbos del canto montañés
que el hombre busca o halla
y sigue por ellos noche adentro
y sueño arriba

La marcha de la mula
—heroica bestia del Ande—
tiene un ritmo que anda
como buscando un canto
entonces el hombre madura sus silencios
para parir la copla
y la copla sale, se hamaca en el viento,
se orienta y se larga cuesta arriba
buscando no sé qué estrella
para hacerle comprender
la viejas angustias del pueblo
y el desesperado anhelo del hombre

(...)

Y después viene aquel señor Bueno a hacerme creer que el status viatoris no apunta hacia una realización más allá de este mundo sino que se agota en unos viajes por caminos de esta tierra, hasta la muerte.
¡Por favor! Miré usted, señor Bueno, si le gustan los caminos de este mundo, que hay gente que los hace cantando. El camino terrenal lo hacen cantando un canto que va “sueño arriba”, un canto que se larga cuesta arriba buscando calmar las angustias y saciar los anhelos del hombre. Y hasta son caminos las bagualas, dice Yupanqui. Hacia arriba buscando a Dios, aunque no lo nuembren. Hacia el status comprehensoris (si me permite don Pieper).

martes, 20 de junio de 2006

Fuimos elegidos (y no por nuestros méritos)

Hernán habla de la metáfora de la Iglesia como familia y para eso se basa en la bienvenida que dieron algunos católicos a una nueva hermana conversa. Pero no quiero hablar de ese tema sino tomar algunas palabras iniciales.

Entre los varios que se alegran y le dan la bienvenida (...) uno le advierte que esta familia, como todas, incluye su lote de tíos chiflados, y tías..., como pronto podrá comprobar.

Claro está.

Y claro está que esto no debería ser motivo de sorpresa ni de escándalo; ni ocasión de vergüenza (ante los de afuera) ni de división (ante los de adentro); ni de desaliento ni de indiscretos afanes purificadores. Más bien debería ser ocasión de ejercitar la paciencia y la caridad —y aun el humor, si a mano viene.
Y también la humildad: recordar siempre que la familia es más grande (en todo sentido) que nosotros, y que somos recién llegados, y siempre lo seremos.

Ante el escándalo de algunos de mis amigos (y mío) por los errores de los curas (o de los laicos), yo solía recordar lo que había hecho Jesús: cómo había elegido para discípulos a personas de lo más comunes y por lo tanto pecadoras.

Pero no más de dos o tres días antes de leer el texto de Hernán, había leído las primeras palabras de las meditaciones del cardenal vietnamita François-Xavier Nguyên Van Thuân, hechas para la Curia Romana en la cuaresma del año 2000, a pedido del mismo Juan Pablo II. Y tomé nuevamente conciencia de que ya antes de que el Hijo de Dios venga al mundo, el mismo Dios Padre elegía para guiar a su pueblo a gente “de lo más pecadora”.
El «Libro de la genealogía de Jesucristo» se articula en tres partes. En la primera, se nombra a los patriarcas; en la segunda, a los reyes antes del exilio de Babilonia; en la tercera, a los reyes posteriores al destierro.
Lo que sorprende en primer lugar en la lectura del texto es el misterio de la vocación, de la elección por parte de Dios, llena de gratuidad y de amor, incomprensible a los parámetros de la razón e incluso a veces escandalosa.
Así, en el «Libro de la genealogía de Jesucristo» aparece que Abrahám, en vez de elegir al primogénito Ismael, el hijo de Agar, elige a Isaac, el segundogénito, hijo de la promesa, hijo de su mujer, Sara.
A su vez, Isaac quiso bendecir a su primogénito, Esaú, pero, al final, bendijo a Jacob, según un misterioso designio de Dios.
Jacob no transmite la continuidad familiar, que avanza históricamente hacia el Mesías, ni a Rubén, el primogénito, ni a José, el más amado, el mejor de todos, el que perdonó a sus hermanos y los salvó del hambre en Egipto. La elección recayó sobre Judá, su cuarto hijo, responsable, junto con los demás, de la venta de José a los mercaderes que lo condujeron a Egipto.
El misterio desconcertante de la elección que Dios hace de los antepasados del Mesías empieza a requerir nuestra atención.
Esta página ilumina el misterio de nuestra vocación.

«No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros» (Jn 15, 16). No hemos sido elegidos a causa de nuestros méritos, sino solamente a causa de su misericordia.
Nota: el cardenal Van Thuân tiene una historia muy valiosa como testimonio de fe por haber estado encarcelado mucho tiempo en su país. Es muy interesante, además, que comience los ejercicios hablando de la genealogía de Jesús, destacando la idea que Hernán también menciona, la de la familia que “nos supera”, de la cual somos una pequeñísima parte. Los ejercicios se encuentran en el libro “Testigos de esperanza”.

domingo, 18 de junio de 2006

Mi fe, a la luz de "Corpus Christi"

- Ustedes en la comunión... recuerdan... conmemoran... -dijo uno a otro, como buscando la confirmación de ese otro e intentando explicar la religión de ese otro a un tercero.
- ...
msí -dijo el otro. Y nada más.
¿Cómo decir, en ese momento, que había algo más? Mucho más. Lo más importante. Al hacerlo, él no haría sino una confesión de fe. Y la verdad es que no acostumbraba a hacer esas confesiones en ese lugar. La magnitud de lo que iba a decir era tal que o sonaría a locura, o no sería lo que es.
¿Qué habrá pensado en ese momento? ¿Qué después? ¿Habrá pensado en su fe? Habrá sido una oportunidad para pensar como nunca antes en su fe, con palabras que de tanto dichas ya no se pensaban, pero que ahora cobraban vida de una manera nueva.
Quizás no pensó nada de eso. Quizás todo esto lo pensé sólo yo, que estaba escuchando.
Creemos que en la hostia y el vino consagrados están el cuerpo y la sangre de Jesús. Y si me preguntaran cómo es eso posible, lo primero que diría, pienso ahora, es que es un gran misterio. Pero que así lo dijo Él, Jesús. Y así fue desde entonces. Y esa es mi fe.
(Locura para los hombres; me siento semejante a uno de aquellos primeros cristianos, aunque no le llegue ni a los talones; siento que mi fe es nuevamente algo raro para el mundo; siento que desaparece por un momento ese cristianismo “socialmente aceptado” que existe hoy en día y del que tantas veces nos sentimos parte).

jueves, 15 de junio de 2006

"Mi" fiebre mundialista

No pensarán que por no ser un tipo eminentemente futbolístico tengo anticuerpos para la fiebre mundialista (me refiero al campeonato mundial de fútbol).
La verdad es que tengo, sí, algo de la enfermedad. La mía no es del tipo netamente futbolística sino que tiene algo de estadística y otro algo de cuento de hadas. De estadística porque me pongo a calcular las chances de los equipos: puntos, diferencia de gol, etc.; llevo mi fixture al día. De cuento de hadas por eso de las batallas que son los partidos, con banderas, escudos y todo; el gol a último minuto, la remontada, dar vuelta un resultado; cosas de los cuentos fantásticos, que tan bien explican la vida y sus combates diarios.

miércoles, 14 de junio de 2006

En cada "clac-clac"

En cada chacarera
yo estoy volviendo al pago

P. Trullenque

Mi oficio no es de cantor. Paso más tiempo, en cambio, trabajando en una computadora.
Para terminar las instrucciones (o subcomandos) de un comando, pulso la barra espaciadora: “clac”. Para volver a repetir ese comando, basta con pulsar la barra espaciadora nuevamente: “clac”. Y ahí las nuevas instrucciones, con el mouse, hasta el “clac” final. Y así siguiendo.

El último “clac” de un comando se junta con el primero del otro y así el sonido que escucho es el del tren: ...clac-clac (espacio de instruciones) clac-clac (espacio de instrucciones) clac-clac (espacio de instrucciones) clac-clac...

Y el tren allá en Caballito, casi Almagro, corriendo en trinchera, atrás de aquel gran paredón de la calle Venancio Flores, mientras la casa temblaba.

Pero llega gente, debo atenderlos. Y el tren se va con el último “clac”...

Nota final, musical, que se va por las ramas: si queremos hacer música con el tren del oeste, debemos tener en cuenta que el sonido exacto es (cambiando “clacs” por “tacs”): “...ta-tac-ta-tac (silencio) ta-tac-ta-tac...” Donde el primer “ta-tac” es la doble rueda final de un vagón; el segundo “ta-tac” la doble rueda inicial del vagón que le sigue, y el silencio es el vagón, más largo. Al modo de la relación entre blancas, negras, corcheas, fusas y semifusas, queda para los de oído fino determinar a cuántos “ta-tacs” equivale un "silencio de vagón".

lunes, 12 de junio de 2006

Por las costas bonaerenses...

Frío domingo de junio, seis de la tarde. Pueblo de la costa bonaerense, allí por donde el agua es de mar y río; ni de mar, ni de río.
En un parador, dos cafés terminados sobre una mesa. El padre con el nene dormido en brazos y ella leyendo, para ambos, las primeras líneas de una novela que él había comprado por tres pesos más al sur, en la más luminosa de las ciudades costeras del Mar Argentino. La historia empezaba así:

A dos leguas del cerro de las Osamentas, en un cruce de caminos que arrancan de Mendoza y atraviesan la cordillera de los Andes por diversos portillos, se encuentra la pulpería, o mejor digamos, el almacén de don Carlos María.

El que lo fundó, bastantes años antes, eligió bien el sitio, sabiendo que había de servir de posta a los viajeros y también de refugio a los gauchos en desgracias con la justicia, que quieren transpasar la frontera, y a los contrabandistas, que necesitando mulas de refresco las pagan a precio de oro, y aun a los mismos agentes de policía, que en aquellos tiempos y lugares, una vez perseguían a los delincuentes, otra vez se asociaban a ellos para repartirse las haciendas robadas o el fruto del contrabando. [*]

Lo que son las casualidades... Ellos no eran ni fugitivos, ni contrabandistas, ni policías. Pero el dueño del parador “San Clemente”, anexo de una estación de servicio, también había elegido, como el tal Carlos María, un lugar muy apropiado. Nada menos que frente a la terminal de ómnibus de larga distancia.
La familia esperaba el micro que los traería de vuelta a Buenos Aires. El niño soñaba con los delfines.
[*] La novela en cuestión es mi primera experiencia con Hugo Wast. Se llama "El camino de las llamas" y la rescaté de un "librousaderío" de "La Feliz". Pero no la voy a poder concluir ahora porque tengo muchos libros en la lista de espera. Cuando sea su momento les contaré.

viernes, 9 de junio de 2006

"El Pentágono" (misteriosa Buenos Aires)

Vamos a entrar al Pentágono por la “puerta” sudeste: estación La Paternal. Pueden llegar en tren o acercarse por la avenida Warnes o la calle Trelles. Nos juntamos ahí temprano. Traer miguitas de pan o un hilo de Ariadna. El programa será más o menos el siguiente.

Cruzando la vía para ingresar, nuestra primera misión será buscar las “numeraciones perdidas” de las calles Warnes, Donato Alvarez y Elcano. Estas calles perdieron sus prolongaciones en ese Triángulo de las Bermudas porteño que di en llamar “El Pentágono”.


Identificaremos dos o tres lugares característicos en cada una de esas calles y otras más. Utilizaremos referencias como el hogar de niñas Crescencia Boado de Garrigós o la iglesia de Santa Ines, virgen y mártir. Con esos y otros puntos localizados, será más fácil transitar por el laberinto.

Si hay tiempo, esa mañana nos dedicaremos a buscar a la señora Rosa, que dice haber sido novia del tanguero Osvaldo Fresedo. Buscaremos además al presunto dueño de una de las primeras pelotas que pateó Maradona. Según cuenta la leyenda, el futbolista se encontraba una vez en la sede del club Argentinos Juniors que linda con el Pentágono, y en un juego entre amigos dio tal patada que el balón cruzó la vía para estrellarse en el vidrio de una casa (no creemos que eso sea posible, sin embargo el hallazgo nos daría notoriedad).

Cuando completemos estas actividades, que tomarán toda la mañana, con o sin éxito nos juntaremos para ejercitar la mandíbula en alguna parrillita cercana, preferentemente de asador de medio barril.

A la tarde nos reuniremos en la plazoleta Julián Besteiro, junto a la “puerta” sudoeste, con un representante del Instituto Geográfico Militar y otro de una conocida marca de guías y planos urbanos, para estudiar y corregir los errores de cartografía que existen actualmente en las publicaciones comerciales. (Hay quien propuso hacer esta reunión en el vecino “hiperparque Warnes”, en terrenos del ex albergue homónimo, pero no veo conveniente andar saliendo y entrando “gratuitamente” del Pentágono).

A continuación, aquellos que lo prefieran, podrán improvisar un picadito o un cabeza en la plazoleta. En cambio, los más osados podrán incorporarse a las huestes que saldrán en tenebrosa expedición a las marmolerías contiguas al cementerio. Dicen que, con un poco de suerte, hay quien puede llegar a conocer, como en visión futura, cómo luce sobre piedra el epitafio que él haya elegido para su hora final (yo no he elegido, ni pensado aún en ninguno).

Una vez terminadas nuestras aventuras en este agujero negro citadino, volveremos a la puerta sudeste y “taza, taza, cada uno para su casa”.

Notas al pie: “El Pentágono” es una marca registrada de “Aquí estamos”. Pertenece al barrio porteño de La Paternal y sus lados lo forman, por exclusiva decisión mía, las vías del Urquiza junto a las avenidas Punta Arenas, Warnes, Garmendia y Del Campo.

jueves, 8 de junio de 2006

Aniversario de una flor

Aunque me gustan sus brazos descubiertos, alguna vez le dije que era más linda en invierno.

Será porque ella es como la violeta de los alpes, flor de esta época fría.

Dio sus colores al mundo en un día como hoy, allá por el año mil novecientos y tantos.

¡Feliz cumpleaños!

martes, 6 de junio de 2006

Status viatoris XVII

“Viajando para Fonseca, yo me detuve en Valledupar”, dice un canto colombiano (vallenato) que se me pegó hace tiempo.

Andaba buscando información acerca de Gabriel Marcel (¡!) y su obra “Homo viator: prolégomènes à une métaphysique de l‘espérance” (prolegómenos para una metafísica de la esperanza). Pero me detuve en este pasaje de Juan Pablo II, tomado del mensaje para los participantes de la tercera sesión plenaria de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Ciudad del Vaticano, miércoles 21 de junio 2002).

Un problema antropológico [¿Cómo es que Dios permite el mal?], tan central para la cultura de hoy, no encuentra solución si no es a la luz de aquello que podemos definir como "meta-antropología". Se trata de la comprensión del ser humano como ser consciente y libre, homo viator, que cambia y es el mismo al mismo tiempo. En él se concilia la diversidad: lo uno y los muchos, cuerpo y alma, masculino y femenino, persona y familia, individuo y sociedad, naturaleza e historia.
(…)
El hombre, que ha recibido de Dios como don la existencia, tiene en sus manos la tarea de dirigirla en un modo conforme a la verdad, descubriendo su auténtico sentido (cfr Enc. Fides et ratio, 81). En esta búsqueda emerge la constante cuestión moral, formulada en el Evangelio con la pregunta: "Maestro, ¿qué es lo bueno que debo hacer?" (Mt 19, 16). La cultura de nuestro tiempo habla mucho del hombre y de él sabe muchas cosas, pero a menudo da la impresión de ignorar lo que verdaderamente es. En efecto, el hombre se comprende plenamente a sí mismo sólo a la luz de Dios. Es "imago Dei", creado por amor y destinado a vivir en la eternidad en comunión con Él.

Esta pausa en el camino quizás no esté tan fuera de tono. Busco datos sobre un libro que habla de metafísica, ¿no? Y volver a la metafísica es un gran llamado que hizo Juan Pablo II en este mismo discurso: “Es necesario ante todo volver a la metafísica”. Y más adelante: “El discurso sobre el bien supone una reflexión metafísica”.
Sigamos camino; nos vemos pronto.

domingo, 4 de junio de 2006

Enciende en nuestros corazones...

…el fuego de tu amor.

Que está apagado.
Que no se enciende con nada.
Que se llena de propósitos de grandes llamas.
Que se deja apagar con el agua del mundo.

Que no sabemos encenderlo.
Que Tú sólo puedes hacerlo.

¡Ven, Espíritu Santo!

viernes, 2 de junio de 2006

Las cinco cuadras (de noche tarde)

Noche fría. Plaza sin novios ni barras.

Camino solo por la calle. Escucho mis pasos y veo como duerme el barrio.

Esto es nuevo para mí (yo vivía en una ciudad que a la noche no descansa).

Son cinco cuadras. Y una vez cada tanto. Es una dosis chica, pero suficiente.

jueves, 1 de junio de 2006

A un semejante

No por su valor literario, que tampoco voy a desmerecer para protegerme de antemano de comentarios críticos, sino por algún no sé qué, la letra que les voy a presentar me gustó. Y me dije que no fue mala la adquisición del cancionero de Eladia Blázquez.

El siguiente es un tango. Se llama “A un semejante” y dice así:

Vení charlemos, sentate un poco.
La humanidad se viene encima.
Ya no podemos, hermano loco,
buscar a Dios por las esquinas.
Se lo llevaron, lo secuestraron
y nadie paga su rescate.
Vení que afuera está el turbión
de tanta gente sin piedad,
de tanto ser sin corazón.

Si a vos te duele como a mí
la lluvia en el jardín y en una rosa,
si te dan ganas de llorar
a fuerza de vibrar, por cualquier cosa,
decí qué hacemos vos y yo,
qué cosa vos y yo sobre este mundo,
sembrando amor en un desierto
tan estéril y tan muerto que no crece ya la flor.

Vení charlemos, sentate un poco.
¿No ves que sos mi semejante?
A ver, probemos, hermano loco,
salvar el alma cuanto antes.
Es un asombro tener tu hombro
y es un milagro la ternura,
sentir tu mano fraternal,
saber que siempre para vos
el bien es bien y el mal es mal.

A mí mucho no me convenció la intérprete, pero si a alguno le interesa escucharlo puede ir a “Todotango”. Después de todo, con música quizás se pueda "pasar mejor" por ciertas partes: "...decí qué hacemos vos y yo, qué cosa vos y yo sobre este mundo..."