Después de haber hablado del dios mar, el domingo leímos del verdadero Dios, que pone límites al mar y calma la tempestad. Por otro lado, yo quise buscar en las Confesiones algo de esa explicación acerca de las aguas, y los reptiles, y la tierra firme. Pero me detuve en otro punto. Porque descubrí lo que creo que es una mención a nuestro status viatoris. Es en el Libro XIII, capítulo IX (inciso 10). Después de explicar como todo busca su lugar y su descanso (por su peso, por el fuego), dice así:
Las cosas menos ordenadas se hallan inquietas: ordénanse y descansan. Mi peso es mi amor; él me lleva doquiera soy llevado. Tu Don nos enciende y por él somos llevados hacia arriba: enardecémonos y caminamos; subimos las ascensiones dispuestas en nuestro corazón y cantamos el Cántico de los grados. Con tu fuego, sí; con tu fuego santo nos enardecemos y caminamos, porque caminamos para arriba, hacia la paz de Jerusalén, porque me he deleitado de las cosas que aquéllos me dijeron: Iremos a la casa del Señor. Allí nos colocará la buena voluntad, para que no queramos más que permanecer eternamente allí.
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