Recientemente he tenido dos oportunidades para profundizar en los preceptos y doctrinas de la nueva religión. Fue en el Mundo Marino de San Clemente y en los comentarios de un blog. En concreto, estuve aprendiendo acerca del dios Mar, “de donde todos venimos”.
El primer ser vivo estuvo en el mar y de ahí la evolución hasta el mono. Es fascinante y muy interesante. Hasta el mono. ¿Por qué no?
Pero no hasta el hombre, el hombre con todas las letras. Por más monito que haya sido el primero de nosotros.
Lo que le falta a esta “nueva religión” que estamos creando los hombres es el soplo, el soplo de Dios, que hizo del barro, hombre (o del monito, hombre, sí alguien prefiere).
Ya habrán de buscar los adeptos de esta religión (no me considero uno de ellos) alguna forma de “explicar” el soplo de Dios, pero sin Dios. Algo que lo represente. Algo que explique lo que el hombre tiene y los animales no. Y la religión será perfecta...
Salvo que no podrá decirnos Quién dio ese soplo.
Aclaratoria: no quiero que esta sea una entrada para ensañarme con la ciencia; sus descubrimientos no dejan de sorprenderme, y el asombro está relacionado con mi fe. Lo que la hace “religión del Dios mar” y no “ciencia” es que quiere elevarse en explicación total del mundo. Y su autor, el hombre, en el centro (aunque por falsa humildad y deformación ecológica se rebaje a la par de las bestias). Siglo XXI, pecado original.
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