Frío domingo de junio, seis de la tarde. Pueblo de la costa bonaerense, allí por donde el agua es de mar y río; ni de mar, ni de río.
En un parador, dos cafés terminados sobre una mesa. El padre con el nene dormido en brazos y ella leyendo, para ambos, las primeras líneas de una novela que él había comprado por tres pesos más al sur, en la más luminosa de las ciudades costeras del Mar Argentino. La historia empezaba así:
A dos leguas del cerro de las Osamentas, en un cruce de caminos que arrancan de Mendoza y atraviesan la cordillera de los Andes por diversos portillos, se encuentra la pulpería, o mejor digamos, el almacén de don Carlos María.
El que lo fundó, bastantes años antes, eligió bien el sitio, sabiendo que había de servir de posta a los viajeros y también de refugio a los gauchos en desgracias con la justicia, que quieren transpasar la frontera, y a los contrabandistas, que necesitando mulas de refresco las pagan a precio de oro, y aun a los mismos agentes de policía, que en aquellos tiempos y lugares, una vez perseguían a los delincuentes, otra vez se asociaban a ellos para repartirse las haciendas robadas o el fruto del contrabando. [*]
Lo que son las casualidades... Ellos no eran ni fugitivos, ni contrabandistas, ni policías. Pero el dueño del parador “San Clemente”, anexo de una estación de servicio, también había elegido, como el tal Carlos María, un lugar muy apropiado. Nada menos que frente a la terminal de ómnibus de larga distancia.
La familia esperaba el micro que los traería de vuelta a Buenos Aires. El niño soñaba con los delfines.
[*] La novela en cuestión es mi primera experiencia con Hugo Wast. Se llama "El camino de las llamas" y la rescaté de un "librousaderío" de "La Feliz". Pero no la voy a poder concluir ahora porque tengo muchos libros en la lista de espera. Cuando sea su momento les contaré.
1 comentario:
Muy lindo post... me dejó mucha nostalgia de Mendoza, donde viven mis papás y dos hermanas... tierra adoptiva, linda, de gente más linda todavía.
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