miércoles, 16 de febrero de 2005

Expedición

Viajamos entre la tormenta,
después de la explosión de Dios.
Cada relámpago nos muestra
fantasmagóricos de amor.
Al volver a escuchar esta canción me pregunto qué es eso de la explosión. ¿Puede ser como el fin, la muerte de Dios? Pero no la de Cristo, supongo. ¿Será como la de Nietzsche? Mi imaginación era más amplia. Daba forma a una especie de idea creacionista y evolucionista en que Dios creaba al mundo con una explosión, el big-bang; y luego ahí estábamos. Es un sentido totalmente opuesto, por lo que verán. (El tema de los fantasmas es una constante en el disco. Y no lo entiendo muy bien).
A cada paso se hunde el lodo,
salta un reptil, acechan diez.
Cada segundo es como el cobro
de lo que resultamos ser.
La travesía que tiene lugar luego de la explosión de Dios no es nada agradable al parecer. Por eso si la explosión de Dios fue su muerte a lo Nietzsche, acepto que el posterior viaje por el mundo es algo desastroso. Ahora bien, si la explosión fue la creación, es la vida (con Dios no muerto) lo que resulta un viaje difícil. Cosa que en un sentido es cierta, pero es otra idea, idea algo negativa si pensamos que la une directamente con la creación (y no da lugar al paraíso y a la caída).
Sea como sea, está presente el mal en este viaje. Otras veces hablaste de serpientes. Serpientes que se vencen con bien, por lo tanto son el mal. El mal como serpiente... no está lejos de lo que dice nuestra Biblia. Cada segundo en esta tierra es un segundo de ser caído, acechado por la serpiente; por la serpiente nos dejamos tentar, y ahora "pagamos" por ello.
A bordo de esta expedición
va un loco, un albañil,
un nigromante, un ruiseñor
y un beso espadachín.
De todo hay en esta viña, sí señor.
Nos falta un día, un niño, un don
para sobrevivir.
Pues bien, Silvio, ahí está la clave. Me sorprende que no seas creyente. Buscas un niño, ¡un niño! Nosotros conocemos a ese Niño. El Niño Jesús. Y creemos en que necesitamos ser niños. ¡Y hay un día! Un día en que nació el Salvador. Y un día en que nos dio el don máximo, el don de su Vida.
Silvio Rodríguez es de esos artistas de los cuales no podemos creer (¿Ciegamente? ¿Soberbiamente?) como no se convierten y creen. Sí, sí, ya sé. Conozco respuestas. Pero me refiero al hecho de que sus palabras tienen rastros de verdad, si se puede decir esto, y por eso extraña que no pueda ir un poco más allá. Si es que no fue ya.
Para cerrar esto, una letra suya más antigua que es muy linda (por lo menos así como la entiendo yo), y dice:
Debes amar la arcilla que va en tus manos,
debes amar su arena hasta la locura.
Y si no, no la emprendas que será en vano.
Sólo el amor alumbra lo que perdura.
Sólo el amor convierte en milagro el barro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tenés toda la letra, ponela.