Eran entrenados para adaptarse al mundo real. Eran seleccionados de acuerdo a las posibilidades que mostraban y entrenados estrictamente. El mundo real era el mundo en que vivían. Sus Entrenadores no les decían, porque ninguno sabía, que ellos eran los que construirían el mundo real, y que este mundo real que construirían era más verdadero que aquel al cual se adaptaban, que llevaba exclusivamente, por error, el apodo de real.
Los Entrenadores eran ciegos, o perezosos, o ignorantes en el más inocente de los casos, aunque los había culpablemente ignorantes. Creían conocer el mundo real, creían que el mundo real no se construía, creían que el mundo real ya existía, que ese mundo real era el que veían. No pensaron en lo que decían Los Otros. Los Otros decían que había otro mundo real también. Era un mundo que no existía en lo material, pero era un mundo querido, era un mundo deseado, por lo tanto era también real. Porque los sueños son reales, existen. No son materiales (y hasta se podría dudarlo), no son tangibles o mensurables, pero existen. Por algo aquel líder de Los Otros insistía siempre a sus educandos en que real era una cosa y concreto otra, no eran opuestos. Real se opone a irreal. Concreto a abstracto. Verdadero a falso. Pero para los Entrenadores esos eran delirios inútiles. E inútil era una mala palabra para ellos.
Este era el final del post, un "invento" de ayer a la noche. La casa estaba en silencio. Apagué la computadora. Agarré el libro que tenía como asignatura pendiente (ver) y me tocó leer:
No proponer al hombre sino lo humano -hacía notar [Aristóteles]- es traicionar al hombre y querer su desgracia, pues por la parte principal de sí mismo, que es el espíritu, el hombre está llamado a algo mejor que una vida puramente humana.
¡!
* Introducción de "Humanismo Integral" de Jacques Maritain.
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