¡Cómo me habrá gustado ese texto del abad benedictino John Chapman que trajo Hache desde "Pontifications" que se lo mandé a varias personas conocidas! Todas lo dieron casi por obvio. Y la verdad es que para personas de educación católica podría no decir nada nuevo. Sin embargo...
Sin embargo para mí fue revelador. Hace tiempo que mis oraciones vienen teniendo un gran esfuerzo para "pensar lo que digo". Pero en el mal sentido (porque todas estas palabras hay que aclararlas, sino pueden malentenderse). Digamos que yo hacía una oración en la que intentaba a cada palabra "tener una noción teológica" de lo que estaba diciendo. Y era imposible. Y cansador. Y frustrante.
Suena medio raro lo que estoy tratando de explicar; de hecho, incluso para mí suenan raras las palabras. No logran decir lo que quiero. Cuando las veo escritas digo: "no es exactamente así". Pero no tengo mejores, por ahora.
Así que las palabras ya citadas me trajeron alivio: "(...) pray in order to give ourselves to God". Me entrego a la oración. Empiezo a recitar esas palabras sin querer más que decirlas.
Quizás lo que me pasa a mí, sea lo mismo que pasa en nuestras misas modernas, pero con otros medios. Hoy queremos que la misa tenga mucho sentimiento. Que haya una "gran sensación". Porque pensamos que no tiene sentido "si no lo sentimos". Yo pensé que eso ya lo había superado.
Pero yo en vez de buscar "ese sentimiento" en un canto estruendoso (en mi temprana juventud sí lo he hecho, he llegado incluso a tocar en modernos coros juveniles), me intereso ahora por otras cosas, como razonamientos filosóficos o teológicos (aunque mal y por arriba). Y luego trato de que "mi" misa o mis oraciones tengan ese componente. "Si no, no tendrían sentido", es lo que uno parece decirse.
Qué duro darse cuenta.
Pero sirvió para algo. Ahora me entrego a Dios y digo las palabras. Y no me enredo en oraciones excesivamente pensadas (o mejor dicho: "teológicamente concentradas") que nunca terminan bien. Por otro lado, tampoco me siento tan afectado por los modos ruidosos y sensacionales de mis compañeros de modernas misas. Es como que dejo de estar pugnando por una forma y ellos por otra. Y nos unimos en las mismas palabras. ¡Doble beneficio!
Primera e importante nota aclaratoria: lo dicho sobre el final no quiere decir que no hay que mejorar, y mucho, la misa actual. El sentido crítico debe estar presente. Buscar la fidelidad a la liturgia. Criticar (como y cuando corresponda) los errores. Porque como la misa (y las oraciones) no dependen para su eficacia de nuestro sentimiento o concentración teológica, es la liturgia la que debe respetarse, para hacer una buena alabanza de Dios (no un gusto personal). Siguiendo la liturgia (y repitiendo buenas oraciones) podremos hacer una entrega perfecta a Dios. Y así surgirá, quizás, a veces sí, a veces no, el sentimiento y la conciencia más profunda acerca de los misterios.
Segunda y también importante nota aclaratoria: la frase "no pensar la oración" puede ser engañosa. Es bueno el pensamiento teológico, saber lo que estoy diciendo. Son importantes los pensamientos acerca de lo que rezamos. Es bueno, es un gusto reflexionar acerca de nuestras oraciones. Por ejemplo, al modo en que lo hace Hernán en la cuestión del Padre Nuestro. Si destaco acá un aspecto negativo es porque trato de desenmascarar, bajo esa oración "pensada", una búsqueda errónea de efectividad en la oración, efectividad que la oración logra en cambio si es entrega, alabanza.
Y ahora sí, ya terminé.
Espero que estén viviendo una Feliz Pascua en familia o entre amigos, pero más que nada, cerca de Cristo.
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