jueves, 9 de junio de 2005

Libro terminado; comentarios

Soy un lector lento, pero dos viajes de dos horas en colectivo me dieron la posibilidad de darle pronto final a la novela ya citada. Que en francés es "Préséances", en inglés "Questions of precedence" y en castellano "Rostros olvidados". Las precedencias son como los privilegios sociales, por llamarlo de alguna manera. Y a principios de siglo en Francia, en zona de provincias (inspirado en Bordeaux muy probablemente), la aristocracia era la formada por los grandes comerciantes de vinos finos.

Voy a las novelas con mucha expectativa en cuanto a posibilidad de extraerle pensamientos. Una particularidad muy especial de ésta es que la reflexión no se da tanto en sentencias sino más en “pinturas” (se me ocurrió llamarlo así). No se declara sino que se muestra, se expone. Son todos sucesos sencillos, la habilidad está en el relato, que nos contagia los estados de ánimo de bien pintados que están. En cierta forma termina uno agotado.
Pero reflexiones hay, y como poner ejemplos de lo otro sería difícil, acá va una:
"...tanta ruindad érame una ayuda para vivir, sin los Hijos* me hubiera hallado muy solo en la playa donde Agustín me había abandonado, frente al mar tentador e infranqueable que. según él decía, es la ruta espumosa que lleva hacia el Ser Infinito — solo y sin apoyo en pleno viento de Pentecostés. ¡Necesarias precedencias! Sus menudas jerarquías nos rodean; esas anteojeras nos salvan del vértigo; esos marcos nos mantienen fijos en una inmovilidad bienaventurada; con esos rótulos pegados a la espalda no necesitamos ir en busca de otra fórmula en otra parte. Lo absoluto conviene solamente a limi­tado número de corazones: yo veía que Florencia se estaba consumiendo lentamente porque los salvavidas de las convenciones .necias ya no flotaban en torno de ella. Yo no quería morirme, yo le tenía miedo a Dios, yo me ocultaba de Él en la tiniebla de aquel desenfre­no, en la noche que se oscurece más con el comercio con almas subalternas. Pascal, decía para mí, quiere que el placer sea al pie de la letra una "diversión" para el hombre, que lo aparte de pensar en su destino. Y esto es verdadero también para los protocolos: su com­plicado mandarinismo nos "divierte" de lo único Nece­sario. Nuestras vanidades construyen esos diques mi­núsculos, como hacen los niños con la arena, en cucli­llas y dando la espalda al mar".
* los hijos de las familias aristocráticas.

2 comentarios:

XavMP dijo...

Muy buena idea, sobre todo viniendo de un escritor franchute, ahí toma otra relevancia que la que le podemos dar nosostros, sudacas y poco afectos a la formalidad.

El protocolo y "les bonnes manieres" en Francia son ley no escrita que forman el ser nacional.

Juan Ignacio dijo...

¡¡¡!!!
Gracias. Ahora se entiende mucho más porqué tanto interés tenía el tipo en ese tema.

Estoy pensando que quizás en un blog sudamericano haga más falta hablar de lo bueno que pueden tener los buenos modos (valga la redundancia)