martes, 14 de junio de 2005

Testimoniar y apartarse

Hay muchas personas que están en un lugar pero no pertenecen ahí. A veces destacan, como un Englishman in New York. A veces pasan desapercibidos, como la vida privada del muchacho que vende hamburguesas, que es estudiante de Bellas Artes pero sus clientes no lo saben. Los católicos en el mundo debemos ser sal y luz, o sea, dar gusto, iluminar (y por lo tanto ser visibles, para que los que nos vean alaben a Dios y crean en él). Así y todo, hay veces en que estamos ocultos, o debemos permanecer ocultos. Es la necesidad de religión; a veces es parte de la astucia de la serpiente, ¿no?

El lugar oculto, o quizás mejor dicho apartado, sirve para hacer las actividades religiosas. Leer la Palabra, comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo, la oración, etc. Pero también hay veces en que debemos ocultarnos para “salvar el pellejo” (no tanto ahora como en otras épocas, y sería bueno preguntarse más porqué). El mártir no buscó ser atrapado. Si hubiera podido huir, sin que ello implique renunciar a proclamar su fe, hubiera huido. ¿Es correcto esto que digo? El mártir lo que nunca hace es renunciar a su fe; pero no anda exponiéndose sin causa, ¿no es así?

Javier me hace pensar diciendo que cuando estás en el ambiente apropiado, te es más fácil manifestar ciertas virtudes. Creo que eso es muy cierto. Saqué una conclusión. En el ambiente adecuado uno se entrena en las virtudes. Y luego, en otros ambientes, son puestas a prueba. Si no hay miedo, no puede haber valor. De esa forma, sólo frente a las ocasiones de pecado se prueba que existe una virtud, ¿no? Por supuesto, ocasiones de pecado hay en nuestra comunidad religiosa tanto como en el “mundo exterior”.

En pocos de los ámbitos en que me muevo saben de mi fe. No me distingue un vestido, ni un rito que haga en público, ni un gesto caritativo que no pueda tener un “no creyente” (para pensar, para pensar...), y si a opinión en cuestiones profundas se refiere, hay poca chance de que esas discusiones surjan.

Esto es para mí una constante preocupación; temo no ser fiel a Cristo muchas veces. Temo que haya habido más ocasiones de las que yo pienso para manifestar mi fe, para manifestar a Cristo. Si bien por lo general no parece adecuado pararse en el medio del comedor de una planta industrial y decir: “¡Alto, muchachos, demos gracias a Dios por la comida, que antes que el catering, es Él el que nos la da!”, sí hay veces en que uno puede aportar una visión distinta en una charla, o tener un gesto distinto por amor a alguien, aún a riesgo de ser visto de reojo.

5 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Muy buen comentario.
Yo creo que se trata de que la fe se manifieste en la vida, no de llevar banderas o gritar 'testimonios', aunque ahora mismo el ser cristiano llama la atención y choca con el ambiente, por lo que más pronto que tarde llega el momento de explicar a los demás (si quieren) la propia fe. Hay un buen texto del Papa actual sobre eso; espero ponerlo pronto en mi blog.

Hernan dijo...

El punto es fuerte.
Creo que la astucia del cristiano se pone a prueba hoy más que nunca (ser astutos es un mandato del Señor al fin y al cabo) pero lamentablemente creo que, en general, lo que explica nuestra tibieza de testimonio es la cobardía antes que la prudencia. Lo admitamos o no, nosotros, los cristianos laicos y burgueses estamos demasiado atados o pegados a varias cosas antes que a Cristo. A nuestras apariencias, a nuestras posiciones, nuestras relaciones sociales, nuestra necesidad de seguridad material ... todas esas cosas pesan como para evitar manifestar nuestra fe tan abiertamente como deberíamos en todo ámbito. ¿Y por qué no deberíamos manifestar abiertamente nuestra Fe?

Lo que decís sobre la actitud ante el martirio de los primeros cristianos no es del todo correcto. Fue un motivo de debate en la protoiglesia: ¿ocultarse para seguir predicando o entregarse para "beber del mismo Caliz" que el Señor?. El Espíritu inspiraba. A diferencia de lo que suponés la segunda opción ganaba casi siempre. Recomiendo leer las Actas de los Mártires.

Juan Ignacio dijo...

Sí, por eso lo deje dudoso.
De todos modos hay muchas situaciones. Leyendo Calixta de Newman (ambientada siglo III) se ve como el obispo católico tiene que tomar caminos ocultos para ir de un lugar a otro. No es que va por el camino principal exponiéndose a que lo atrapen. Eso creo que es lógico. Ahora bien, hay situaciones en que ya huir implica no "beber del mismo caliz". Pero sin duda que mi ignorancia merece una lectura como la que proponés.
Saludos.

Anónimo dijo...

muy lindo ser cristiano, y el respeto por la naturaleza y el medio ambiente. dejense de joder con el papa y todos esos personajes, y preocupense por la naturaleza sufriendo, por las injusticias, ay tantas cosas para pensar mas ayya de ser "PECADOR" O NO. o acaso el cristianismo aprueba el consumo de productos que estan matando y haciendo sufrir a la naturaleza, a seres vivos. detesto como es que se habla tanto del cristianismo, acaso este busca el "bien estar" solamente en la raza humana???

Juan Ignacio dijo...

Dicho así muy coloquialmente: La clave está en el pecado, Martín. Si fuéramos menos pecadores se solucionarían todos los problemas, tanto los de los hombres como los de los otros seres vivos.