Me basaré para esta pequeña escena en una idea que vertiera el sr. Florencio J. Arnaudo en una carta a La Nación, hace no sé qué tiempo ya...
Iban en un barco varios pasajeros. En eso se escucha la voz de uno que advierte: "¡Atención, nos estamos hundiendo!" A lo cual los otros responden: "¿Está Ud. seguro?" Y el primero dice: "Fíjense, si no, como sube el agua hacia la cubierta". Hay entonces varias voces de respuesta, entre ellas las dos siguientes:
- Pues yo sugiero que no nos alarmemos y consultemos al capitán.
- Pues yo creo que ya que Ud. dice que nos estamos hundiendo, debería proponernos una forma de salvarnos, sino no le voy a creer lo que dice, es sin duda mentira.
¿Cuál parece la más sensata? La primera. ¿Qué quiere decir la segunda? Nada tan raro. Conformaría un típico diálogo de dos personas de la sociedad actual respecto a la legalización del aborto. Aquel que percibe el error en que podemos caer, dice al modo del primer pasajero cosas como: "¡Es un crimen, una aberración!" Y uno (de quién supondremos buena intención, pero ignorancia) responde: "¡No hay otra solución, no queda otra! ¿Por qué no propone Ud. una solución alternativa?"
Y estaría bien que el primero se dedique a buscar soluciones alternativas. Pero también estaría bien que el segundo no le solicite "alternativas de solución" para dar como válida su "advertencia de un problema". ¿O acaso el aborto dejará de ser un asesinato (¡advertencia!) porque aparentemente no haya otra salida a su legalización?
Si efectivamente no hubiera otra solución, pues entonces estaría justificado, pero el caso es que sí hay otras soluciones. Más aún, debemos pensar que sí hay otras soluciones. Así como los pasajeros del barco pensarán que podrán salvarse si hubiera un hundimiento. No me imagino al pasajero de la segunda respuesta diciendo: "puesto que Ud., caballero (el que advierte) no sabe cómo salvarnos, no nos queda otra que ahogarnos".
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