Un sermón puede tener una conclusión práctica para la vida, una exégesis novedosa de un texto bíblico, pero también puede hacer que las palabras de Jesús lleguen a mi corazón. Como quien las grita fuerte y te despierta de la somnolencia. Y uno las entiende como ninguna "explicación" te las puede hacer entender. Uno las siente verdaderas y se siente conmovido. Uno se alegra por Dios, diría ¿san Francisco? (Este no fue el caso hoy, este "es un pensar").
Cuando no hay coro en la misa, hay que "levantarla a pulso" (la misa no debe ser "carnaval carioca"; "levantar" la misa es "levantarnos" cada uno de nosotros, es ser celebrantes más en serio). No hay coro. Ahí sí que hay que cantar si queremos hacer algo hermoso para Cristo (si es que algo podemos hacer para él). Las canciones de hoy día pueden ser pobres, pero a veces estamos tan empobrecidos que una palabra muy simple, que cantamos con ganas, puede ser una gran meditación, una gran oración, una riqueza decubierta otra vez. (O no).
Ahí estaba el tipo aquel que trabajaba cerca mío allá en Avellaneda. Más allá la señora esa que vive cerca. A ese señor lo conozco de... El sentido comunitario es poco. Ya lo sabe y dice bien Fray Nelson (empieza aquí, pero sigue en varios). De lo que dice, me llamó la atención lo de la necesidad de que el sacerdote sepa para quién es sacerdote. Era así que estaba decidido a saludar al párroco al salir. Para que me conozca un poco más, para que su comunidad tenga una cara más familiar para él, para que sea más comunidad. Pero "me sonó", hoy no salió a saludar. Será la próxima. No se va a salvar.
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