Por un momento tuve la sensación, aún sin estar escribiendo cosas del espíritu ni cosa elevada alguna, que era toda vanidad escribir algunas entradas que escribí. Hablar de ciertos temas así en público, siendo lo ignorante que soy...
Hoy retomé Las Moradas y me "culturicé" un poco con la introducción de "mercaba.org" que vincula Hernán. ¡Qué al dedillo me vino el siguiente párrafo! (Aún siendo que lo que yo sentí fue en menesteres tanto más bajos que aquellos de los que se encarga Santa Teresa).
"A cada nuevo paso, la sobrecoge un escalofrío de estupor: "Para comenzar a hablar de las cuartas moradas, bien he menester lo que he hecho, que es encomendarme al Espíritu Santo y suplicarle de aquí adelante hable por mí..." (IV, 1,1). Nueva zozobra al iniciar las moradas quintas: "Creo fuera mejor no decir nada de las (moradas) que faltan...; no se ha de saber decir...; enviad, Señor mío, del cielo luz para que yo pueda..." (V, 1,1). Y antes de comenzar las sextas: "Si Su Majestad y el Espíritu Santo no menea la pluma, bien sé que será imposible... que acierte yo a declarar algo..." (V, 4,11). Por fin un estremecimiento al comenzar las séptimas: "¡Oh gran Dios!, parece que tiembla una criatura tan miserable como yo en tratar cosa tan ajena de lo que merezco entender... Será mejor acabar con pocas palabras esta morada...; háceme grandísima vergüenza...; es terrible cosa" (VII, 1,2)."
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