Este post es muy parecido a aquel otro.
He de procurar el desarrollo de algunas actitudes de unidad "intracatólica". Bien sabido es que adentro de la Iglesia hay que luchar para que las diferencias no generen división. Es el caso de las "disputas" entre distintas congregaciones (yo soy Agustino, yo soy Dominico, yo soy Franciscano, etc.), ya lo decía san Pablo antes de que esas congregaciones existieran -y ya dijeron muchas veces lo que decía san Pablo en 1 Corintios 1, 10-13. Es también el caso de distinciones más de hoy en día (digo yo), que a diferencia de las anteriores, no se plantean como una afirmación de lo propio si no una negación de lo ajeno: "es de la derecha católica", "es medio tercermundista", etc.
A veces nos enojan ciertas actitudes de grupos de la Iglesia. Y vemos eso como un pecado más grande que aquel que comete el de afuera de la Iglesia, que critica desde la honestidad de su verdad (en los casos en que así fuera). Y puede ser. Pero hay que estar atento a no caer en dos deformaciones.
Una, que la crítica al miembro de la Iglesia no genere la división (por eso hay quién, cuándo y cómo para criticar). Dos, que el amor por el que no es de la Iglesia no se transforme en una reivindicación del pecado, en un sentimentalismo morboso. Esto último lo desarrolla L. Castellani en "Las Parábolas de Jesucristo", 104-Los hijos diferentes:
He de procurar el desarrollo de algunas actitudes de unidad "intracatólica". Bien sabido es que adentro de la Iglesia hay que luchar para que las diferencias no generen división. Es el caso de las "disputas" entre distintas congregaciones (yo soy Agustino, yo soy Dominico, yo soy Franciscano, etc.), ya lo decía san Pablo antes de que esas congregaciones existieran -y ya dijeron muchas veces lo que decía san Pablo en 1 Corintios 1, 10-13. Es también el caso de distinciones más de hoy en día (digo yo), que a diferencia de las anteriores, no se plantean como una afirmación de lo propio si no una negación de lo ajeno: "es de la derecha católica", "es medio tercermundista", etc.
A veces nos enojan ciertas actitudes de grupos de la Iglesia. Y vemos eso como un pecado más grande que aquel que comete el de afuera de la Iglesia, que critica desde la honestidad de su verdad (en los casos en que así fuera). Y puede ser. Pero hay que estar atento a no caer en dos deformaciones.
Una, que la crítica al miembro de la Iglesia no genere la división (por eso hay quién, cuándo y cómo para criticar). Dos, que el amor por el que no es de la Iglesia no se transforme en una reivindicación del pecado, en un sentimentalismo morboso. Esto último lo desarrolla L. Castellani en "Las Parábolas de Jesucristo", 104-Los hijos diferentes:
"De verdad os digo que los publicanos y meretrices os preceden hacia el Reino de Dios; pues vino a vosotros Juan en el camino de la justicia, y no lo creísteis; mas los publícanos y las meretrices creyeron; y vosotros, ni siquiera después de verlos, os convertisteis a creer...
"Cristo no nombró justamente a las prostitutas y publicanos por sentimentalismo morboso; por el romanticismo, resentimiento y demagogia de hoy en día. No existía entonces, ni era propia de Cristo, la tendencia enfermiza actual, creada a mi parecer por los románticos franceses del XIX, a preferir la "traviata" a la mujer honrada (como Humas, Verdi; y también Tolstoy... y Dostoiewsky) o el ladrón y asesino al juez (como Víctor Hugo, Galsworthy y también más inocentemente O. Henry y Steinveck); es decir, a romper los cuadros sociales y los dictámenes de la moral común..."
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