jueves, 15 de diciembre de 2005

Hagamos como los dioses

Haciendo un poco de charla mundana con alguien a quien le gusta pensar un poco (lo cual en ese entorno es bastante decir), veo que la gran diferencia en el diálogo es la siguiente. Es como si yo me quisiera ir a algo muy teórico (no llego) y él está en algo muy práctico.

La miseria y los defectos humanos siempre estuvieron, desde que el mundo es mundo. Y él no cree que haya que luchar contra eso. Sino que hay que "aceptarlo". Claro, yo también lo "acepto" (admito que existe). Su aceptación, en cambio, es más resignación. De ahí que sus métodos prácticos estén más relacionados con mecanismos para que el acto desordenado moleste lo menos posible. Conocemos varios de esos métodos. Son del tipo de: aborto legal para que no siendo ilegal no sean tan "desastroso" (y hasta la idea es discutible); libre venta de drogas o libre prostitución, para que así disminuyan (todo muy discutible, pero todo muy visto desde el lado de la efectividad, medido en estadísticas; y suponiendo que fueran verídicas).

Es común que esta gente critique a los que se encargan de destacar cuestiones morales. Como la Iglesia o simplemente a la gente religiosa. Pide a ellos que si critican, den mejores soluciones (este pensar es muy común entre algunos cristianos también, por supuesto, así leído es un principio válido en muchos casos).

Llegado un punto de la conversación, yo debería haber dado el salto, decir un poco lo que acabo de decir, decirle que estaba yo pensando en otro plano que el de él. Sino la discusión no iba a tener salida. Como de hecho sucedió. La verdad es que no había tiempo suficiente. Haber llegado a lo que llegamos, en este ambiente y en medio de gente que sólo habla de cosas que “no molestan al espíritu”, es para darse por satisfecho.

Hay que notar que los pastores (como los de nuestra Iglesia) son gente que se preocupa por trabajar y enseñar en cuestiones morales (no en nombre propio, por supuesto). Es importantísimo no descuidar esas cuestiones. Tenerlas bien afirmadas antes de actuar. Los pastores son los que nos recuerdan esas cosas. No es competencia de ellos, sino más de los laicos, generar soluciones prácticas acordes a una buena moral.

A mi interlocutor que propone soluciones prácticas, debería algún día proponerle el salto. Proponerle hablar de las leyes adecuadas al bien o leyes para respaldar libertinajes.

Claro, es un tema complicado. ¿Hasta qué punto la gente puede aceptar leyes que se ajusten al bien? Las ve muy moralistas a veces. Y cierto que hay mucha diferencia entre drogadicción y fumarse unos cigarrillos por día. Puede aceptar que el bien sea no drogarse, no prostituirse ni usar el cuerpo ajeno como objeto, etcétera. Pero ve tan fuerte esa “realidad de existencia” de esos males, que no le parece “apropiado” querer luchar contra eso. Quizás porque no cree que sea bueno meterse con la vida del otro. Quizás porque le parezca inútil. Hay varias razones.

Hay que zanjar esa diferencia de pensamiento que nos separa. Ponerla sobre el tapete a menos. Aunque parezca en vano por ser muy teórica. ¡Es el fundamento de todo! ¡Vean qué importante es esa teoría (a la cual ellos nombran con un dejo despectivo a veces: “teorías”, “filosofías”).

Primum uiuere, deiende philosophari”, le decía el discípulo Tseyü a su maestro Chuang (Primer apólogo chino). Hasta que comprendió, a fuerza de experiencia y “patadas en el traste”, que en verdad es más sano “primum philosophari”. Aunque este mundo “practificante de todo” diga lo contrario. Porque es cierto que si no como, no vivo ni pienso. Pero es cierto que si no pienso, actúo en vano. (Para comer tengo un instinto, para actuar bien no, necesito pensar... y algo más).

Me entero que hoy muere Julián Marías. Oportunidad para recordarlo y presentar un fragmento muy interesante acerca de la teoría y la práctica (de su libro “La felicidad humana”). Para valorizar un poco la importancia de la teoría, amigos pragmáticos.
Al final de la Etica, en los capítulos 6-8 del libro X, entra Aristóteles en últimas cuentas con el difícil proble­ma de la felicidad. Es el fin de las cosas humanas. No es un hábito ni una disposición, sino una actividad. Aristó­teles usa tres conceptos que conviene distinguir: poíesis es producción, fabricación, actividad que termina en una obra o producto, sea una mesa, un par de zapatos o un poema; praxis es una actividad cuyo fin no es algo dis­tinto de ella, sino ella misma, no una obra o érgon, sino la enérgeia, como sucede al que toca la flauta o al go­bernante; finalmente hay una tercera forma de actividad, una variedad de la praxis, que llama theoría, visión o lo visto, por ejemplo, una procesión. En nuestras lenguas se suele contraponer la teoría a la práctica —los pedan­tes que no saben griego prefieren decir praxis—, pero en Aristóteles no se contraponen: la praxis más práctica de todas es la theoría. Y la razón es, una vez más, la sufi­ciencia: el gobernante necesita una ciudad que gobernar, y si no dispone de ella no puede ejercer su actividad; para tocar la flauta hace falta una flauta. (...) La theoría, en cambio, se basta a sí misma; el hombre cuya praxis es la theoría no necesita nada fuera de sí, es una actividad «divina», es la que tienen los dioses —Dios es noéseos néesis, pen­samiento del pensamiento—, y en el hombre la que más se parece a ello.

2 comentarios:

Aeronauta dijo...

Interesante, como siempre, pero deseo preguntarte algo "práctico", ¡na´que ver con lo posteado! va a sonar casi tonto...¿Cómo haces para citar trozos largos de tus lecturas? Yo no tipeo muy rápido, y al dejar el libro abierto para ir copiando, se me cierra, y ya cito o de memoria--falible--o ¡no lo intento!
Gracias :)

Juan Ignacio dijo...

La verdad es que este quedó muy largo. Pero no lo tipeo, uso scanner.