martes, 14 de diciembre de 2004

Naturaleza (título oriental)

Primero fueron los Jacarandáes (que no sé porque Bill me obliga a escribir con tilde, porque hasta dónde yo sabía a y e son vocales fuertes, se separan solas las sílabas "da" y "es" y resulta entonces una palabra grave, que sólo llevaría acento cuando no termina ni en ene ni en ese ni en vocal; ¿en dónde estoy fallando? Alguna regla del plural, ¿no? Jacarandá va con tilde, si el plural fuera "Jacarandás" también iría con tilde, pero como es Jacarandáes... ¿la conserva? Hmm, no sé).
Primero los Jacarandáes. Y ahora llueve flores de Paraíso. Con olor poco convincente, no tan vistosas en las copas, pero nada que envidiarles en el suelo. ¡Y qué abundantes! El lado que camino de la plaza está todo cubierto de naranja...
Estoy empezando a descubrir algunas cosas: Jacarandáes y Paraísos no "vinieron" juntos. Primero uno y después otro. A alguno podrán satisfacerle las razones biológicas que hacen que esto ocurra así, que son muy interesantes por cierto, pero yo me quedo con otras razones, esas que hablan de alguien que pensó esto así, que previó al menos esta (si es) casualidad. Pero más aún, dejo todo eso y digo: "es así", primero un color, luego otro... ¡gracias!
Le puse un título oriental, digo yo, a este post. ¿Vieron los autoservicios de orientales que llevan por nombre "Mar" o "Sol" o cosas así? Ni siquiera "El Mar" o "El Sol", mucho menos "El bello sol de Corea". Pienso yo que es así como son ellos, o su poesía, ¿contemplativos?, donde una palabra dice muchas cosas. Mar... ¿qué más decir? Bueno: Naturaleza, leído orientalmente, trató de llamarse con causa este post que terminó hablando además de gramática y de sí mismo.
Aunque para hacer honor a su nombre, habrá algo más. Le haré contar al post que hace unos días, cuando la lluvia me pegó fuerte, tuve otra experiencia que podríamos contar aquí. Y fue la de sentirme un tipo entendedor de los signos de la naturaleza. Mejor sería entender los signos de los tiempos, diría Castellani. Pero mientras no sea en desmedro de eso, es una experiencia buena y muy de hombre sentirse un entendedor de la naturaleza (de la cual somos señores). Lo mío no fue tan notorio, pero si pensamos que nací y me crié en la ciudad, algo es algo. El sol se iba por el oeste. Yo iba hacia el norte. Arriba y hacia el este, nubes y lluvia. "El arco iris debe aparecer", me dije. Y después de un intento de mirar hacia el oeste, corregí el rumbo y pude ver, hacia el este, el tan esperado arco iris. Ahí estaba. Modesto. Nada digno de cuento infantil (esos con sus siete colores bien diferenciados), pero bastó para satisfacerme.
(¿Esa pavada era? Pavada para vos, que para mí fue todo un... ya dije lo que fue).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está muy lindo lo que ha puesto. Gracias. Esas poesías "contemplativas" orientales tengo entendido que se llaman Haukus o algo así. Estaría bueno ver algo de eso.