¡Ah, yo no quería tomar la cruz!
aunque desde hace mucho el dolor pesaba en mí.
Primero, cuando la acoges distraídamente...
ella pesa en tu imaginación,
ella pesa, zumba, como hipócrita insecto,
una herrumbre que ataca al acero.
¿Cómo emerger de la deriva interior,
sobrepasar ese gusto anticipado de sufrir?
Existe la vida simple y grande,
que no puede detenerse en mí.
Resplandece la realidad, ella sólo es sufrimiento.
¿Cómo equilibrar una y otra
en un gesto adulto, resuelto?
No siempre retornar sobre mis pasos;
sino avanzar, llevar hora tras hora
el peso de esta estructura tan delicada,
tan delicada y tan presta a romperse,
sin embargo más agobiante que dolorosa en sí.
Es preciso quizá adherirse más e Él que a mí mismo,
intentar estar más con Él...
rechazar de inmediato el horror por las cosas
para que baste el acto cotidiano.
jueves, 19 de enero de 2006
El melancólico
Ayer fue una poesía de lectura fácil, así se me ocurrió llamarla. En comparación con la de hoy, de lectura un poco más difícil. "Perfiles del Cireneo" es el título que las agrupa a ambas. Me imagino que está representando a las distintas personas, a nosotros, a los que se nos llama a llevar la cruz de Cristo. Ayer fueron "Los ciegos". El de hoy es "El melancólico". Y debo decir que aunque no me atreva a considerarme melancólico, hay mucho en la poesía que me habla de mí.
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