A mi sí me gustan los recomienzos. Será que todavía no estoy listo para el Banquete*. Será que nunca termino conforme con lo que hago y entonces me gusta poder empezar todo de nuevo, renovar los planes, la emoción el comienzo, la emoción de ver en proyecto los grandes planes (esa emoción que luego empieza a menguar; y necesitamos constancia y perseverancia). Pero hay quienes no gustan de los recomienzos.
Si alguna vez ilustré una hipótesis de Marechal y otra vez volví a hacer lo mismo, esta vez quizás no podría. A no ser que supongamos un poco. Que vayamos a los motivos invisibles de los actos visibles. Veamos (tomado del mismo texto y situación que la última vez):
Si alguna vez ilustré una hipótesis de Marechal y otra vez volví a hacer lo mismo, esta vez quizás no podría. A no ser que supongamos un poco. Que vayamos a los motivos invisibles de los actos visibles. Veamos (tomado del mismo texto y situación que la última vez):
-Por otra parte, y en coherencia -añadió Inaudi-, hay en usted algo así como una "vocación finalista". ¿No ha gozado usted siempre los finales de ciclo, ya se tratara de un ciclo diurno, semanal o anual? ¿Y no detestó siempre los "recomienzos"?
-¡Es verdad! -admití yo nuevamente sorprendido.
-Quiere decir que usted, por intuición, viene soñando con un "final de finales".
Y el ejemplo ilustrativo (que muestra que hay quienes detestan los recomienzos) lo podría poner el propio Marechal. Leyendo páginas por ahí, encontré que hay quienes dicen que, a la vuelta del primer viaje por Europa, "ya iniciado el curso lectivo de 1927, a Leopoldo lo aguardaba un sumario administrativo en el Ministerio de Educación, por 'abandono de trabajo' ".
Sería posible atribuir esto a falta de dinero para regresar, pero no sería tan absurdo pensar que Marechal podría ser alguien que detestara los recomienzos, y que eso influyera de algún modo en sus retrasos (de alguna forma no tan decidida sino casi inconsciente).
* tanto al final de la pregunta y respuesta usadas en la entrada que habla del "júbilo de vísperas" como en las de esta entrada, el diálogo sigue con un Lisandro Farías sorprendido, diciendo: "¡El Banquete!" (por "El Banquete de Severo Arcángelo", nombre del libro, aunque con un significado alegórico también).
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