Muchas veces, para el que sufre no hay palabras. El amor es entonces acompañamiento, “sufrir con”.
Hablando sin rigor teológico, se me ocurre que Dios ha de saber eso (cómo no, si todo lo sabe). Por algo mandó a su Hijo a “sufrir con” nosotros; quizás no existe palabra adecuada para el hombre ante su pregunta de “por qué el sufrimiento”. (Lo que no quiere decir que no haya significado).
Entonces, como no hay palabras humanas, palabras que podamos entender, Dios hace un gesto (¿se puede decir así?). Su Hijo muerto en la cruz. Él nos ha acompañado. Ha pasado las nuestras, y bien malas (las peores, puesto que Él era justo). O sea, Jesús nos amó. El amor es la respuesta para el que sufre.
Ahora veámoslo a la inversa. Si Dios se comporta así con nosotros, así debemos comportarnos nosotros con los demás. Sufrir con el que sufre, no darle grandilocuentes y sabias palabras.
Y si, en su dolor, el que sufre dice que Dios no existe, pues de nada vale contradecirlo con palabras. Sino que es hora de amarlo, pues será la única forma de que crea en Dios, de que vea su rostro.
Entonces, como no hay palabras humanas, palabras que podamos entender, Dios hace un gesto (¿se puede decir así?). Su Hijo muerto en la cruz. Él nos ha acompañado. Ha pasado las nuestras, y bien malas (las peores, puesto que Él era justo). O sea, Jesús nos amó. El amor es la respuesta para el que sufre.
Ahora veámoslo a la inversa. Si Dios se comporta así con nosotros, así debemos comportarnos nosotros con los demás. Sufrir con el que sufre, no darle grandilocuentes y sabias palabras.
Y si, en su dolor, el que sufre dice que Dios no existe, pues de nada vale contradecirlo con palabras. Sino que es hora de amarlo, pues será la única forma de que crea en Dios, de que vea su rostro.
(Estribaciones de los pensamientos despertados por la última Encíclica papal)
2 comentarios:
Una forma de estar y "padecer con" es escuchar.
¡Muy bueno!
¡Gracias!
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