Me atrevo a pensar lo siguiente en voz alta.
Si hay una verdad a la que se puede llegar o, aunque no se pueda llegar, permanecer en dirección a ella, saber dónde buscarla, darnos cuenta cuando nos alejamos de ella; digo, si eso es así, es posible el camino ecuménico (no digo que sea condición suficiente).
Supongo que, entre otras, la Iglesia cree en el ecumenismo, porque cree en una verdad.
Esa palabrita, eso de la verdad, que tanto irrita los que la ven de afuera a la Iglesia, que suena como lo más intolerante, lo más “antidialogante”, puede ser, precisamente, la fuente de los mayores entendimientos.
El camino ecuménico, me imagino, no implica una negociación entre intereses. No es que “te saco tal dogma, sacame vos tal creencia”. El diálogo no debe ser “negociación de intereses” sino “búsqueda juntos de verdades preexistentes a nosotros”.
Verdades que por no ser intereses de partes, son de una ayuda inigualable a la hora de buscar acuerdos. Porque si son verdades tendrán la propiedad de satisfacer a ambas partes, por su misma característica de ser verdad (todos queremos la verdad, la verdad es buena).
A veces me lo hago más simple de lo que es. A veces pienso, en otros campos más lejanos a la religión, que hay muchísimas cosas en las que dos personas se podrían poner de acuerdo si simplemente utilizaran la razón. Si no están de acuerdo es por pasión más que por razón. Pero, ¡atención! No sólo con la razón se adhiere a las verdades. Como nos decía alguien el otro día, hay un gran componente afectivo en todo aprendizaje (no sé si digo bien, ahora que digo de memoria). La misma “emocionalidad” que nos separa, no se puede eliminar a la hora de buscar el entendimiento. Hay que usarla, contar con esa característica humana, porque es inextirpable.
Por eso dije que me lo hago muy simple. Porque no es sólo encontrar juntos una verdad razonando. Si no, no se hubieran dado tantas divisiones. Si no ya se hubieran dado más uniones. La verdad la escucho de alguien y debo confiar en quien la escucho (ahí está la afectividad, la “emocionalidad”; sé que mezclo palabras que no son lo mismo). Llego con mi razón a la verdad, pero siempre gracias a la ayuda o el diálogo con alguien, al menos atendiendo a una propuesta del camino a tomar en mi razonamiento. Y eso lo puedo hacer si confío en el que me habla.
(Claro que no hablé de la fe, pero ya temo haber avanzado demasiado para mi ignorancia en el tema. Creer como acto voluntario, fe como don, necesidad de confiar para creer... como verán, eso supera a este bloguero y a este blog).
Si hay una verdad a la que se puede llegar o, aunque no se pueda llegar, permanecer en dirección a ella, saber dónde buscarla, darnos cuenta cuando nos alejamos de ella; digo, si eso es así, es posible el camino ecuménico (no digo que sea condición suficiente).
Supongo que, entre otras, la Iglesia cree en el ecumenismo, porque cree en una verdad.
Esa palabrita, eso de la verdad, que tanto irrita los que la ven de afuera a la Iglesia, que suena como lo más intolerante, lo más “antidialogante”, puede ser, precisamente, la fuente de los mayores entendimientos.
El camino ecuménico, me imagino, no implica una negociación entre intereses. No es que “te saco tal dogma, sacame vos tal creencia”. El diálogo no debe ser “negociación de intereses” sino “búsqueda juntos de verdades preexistentes a nosotros”.
Verdades que por no ser intereses de partes, son de una ayuda inigualable a la hora de buscar acuerdos. Porque si son verdades tendrán la propiedad de satisfacer a ambas partes, por su misma característica de ser verdad (todos queremos la verdad, la verdad es buena).
A veces me lo hago más simple de lo que es. A veces pienso, en otros campos más lejanos a la religión, que hay muchísimas cosas en las que dos personas se podrían poner de acuerdo si simplemente utilizaran la razón. Si no están de acuerdo es por pasión más que por razón. Pero, ¡atención! No sólo con la razón se adhiere a las verdades. Como nos decía alguien el otro día, hay un gran componente afectivo en todo aprendizaje (no sé si digo bien, ahora que digo de memoria). La misma “emocionalidad” que nos separa, no se puede eliminar a la hora de buscar el entendimiento. Hay que usarla, contar con esa característica humana, porque es inextirpable.
Por eso dije que me lo hago muy simple. Porque no es sólo encontrar juntos una verdad razonando. Si no, no se hubieran dado tantas divisiones. Si no ya se hubieran dado más uniones. La verdad la escucho de alguien y debo confiar en quien la escucho (ahí está la afectividad, la “emocionalidad”; sé que mezclo palabras que no son lo mismo). Llego con mi razón a la verdad, pero siempre gracias a la ayuda o el diálogo con alguien, al menos atendiendo a una propuesta del camino a tomar en mi razonamiento. Y eso lo puedo hacer si confío en el que me habla.
(Claro que no hablé de la fe, pero ya temo haber avanzado demasiado para mi ignorancia en el tema. Creer como acto voluntario, fe como don, necesidad de confiar para creer... como verán, eso supera a este bloguero y a este blog).
5 comentarios:
Para mi, en este tema, hubo un antes y un después de la lectura de Ut unum sint de JPII.
Sobre todo en lo referido a la misión de la Iglesia en este punto.
Estoy en deuda con esa lectura que vos mismo me habías recomendado. Asignatura pendiente.
Creo que la clave es tolerar al intolerante, pero no su intolerancia. O sea, el famoso: "odiar el pecado, no al pecador".
Nada fácil, ¿no?
Volviendo a lo tuyo, mi impresión-opinión (sólo eso, y muy personal) es que si todos y cada uno, nos 'enganchamos' realmente con Jesús, nuestra adhesión a Él es lo que nos va a llevar a adherir después a su Evangelio. Me parece que es algo que a veces nos falta a los cristianos, ser de Jesús, y por eso aceptar la verdad que El nos trae.
Creo que por ahí pasa lo de Taizé, camino de oración, y de enamoramiento... ¡Eso sí nos une!
Y, entonces, con el corazón unido, amigo, hermano, buscamos juntos la única verdad.
Hna Josefina: nuevamente muy interesante eso que decís. Creo que en un dialogo entre cristianos es fácil porque ya se comparte el amor a Jesús. Y en el caso de otros diálogos entre personas, la clave quizás sea poder ser Jesús para el otro, así tiene forma de conocerlo, así puede confiar en lo que le digo.
Apostol: supongo que cada caso particular merece un análisis y por supuesto que no debe ser fácil. Por ahora lo que se me ocurre es pensar qué es la tolerancia. ¿Qué es tolerar o no tolerar, por ejemplo, al "abortista"? Decirle: "lo que Ud. dice está mal", dicho de buena forma, no es para nada intolerancia. No es faltarle el respeto a la persona y si poner en discusión sus afirmaciones.
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