Golpeando el pavimento con nuestros bastones blancos
creamos la indispensable distancia.
Cada paso nos es difícil.
En nuestras pupilas vacías, el mundo se muere
desconociéndose a sí mismo.
Mundo de ruidos heridos, no de colores
(nada sino líneas, contornos que hacen ruido).
Cuán difícil es convertirse en el todo
cuando una sola parte es accesible,
la única que podemos elegir.
Con qué alegría esperaríamos el fardo
de aquellos que conquistan el espacio sin un bastón blanco.
¿Cómo hacer que Tú nos enseñes
que esa condena es peor que la nuestra?
¿Cómo puedes convencernos que puede haber felicidad
en ser ciegos?
De "Perfiles del Cireneo", inciso "Los ciegos". Karol Wojtyla. 1957.
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