martes, 19 de septiembre de 2006

Acto de amor

Entre las recomendaciones a las que me apliqué está un librito que habla de paternidad responsable. Cosas en que me quedé pensando al terminarlo, son las siguientes.

Uno, en la importante tarea de cuestionarse siempre los motivos por los que uno decide evitar la procreación (¿son serios motivos?). Otro, de recurrente aparición desde aquella vez en que escribí algo por estos lares: ¡Qué difícil para el hombre moderno, acostumbrado a manejar y dominar tantas cosas, pensar que debe respetar la naturaleza del acto sexual sin separar unión de procreación! Un hombre que interviene en todo con el fin de mejorarlo (con resultados buenos o malos, muchas veces estos últimos tenidos por buenos), siente como un acto primitivo (en el mal sentido) eso de respetar las cosas como son, como Dios las hizo.

Pero he descubierto, en días previos, algo magnífico (de todos modos no se fíen de mí, que suelo divagar un poco). Lo diré así: la entrega total en el acto sexual es algo necesario, a la manera de una buena liturgia para el culto divino. Para cumplir con dicha “liturgia” basta que sigamos las instrucciones divinas. Y ellas están inscritas en la naturaleza: completar el acto de unión sexual sin truncarlo. Eso quiere decir entregarse todo. Sin nada en el medio.

Varón: casi me animo a decirte que, en la búsqueda prioritaria del bienestar del cónyuge, los esfuerzos por pensar en los modos físicos y psíquicos de su satisfacción de nada sirven si no te decides a entregarlo todo. A ella, darle todo. Y verás qué bien te sientes y cómo es eso más pleno que cualquier otra cosa.

(Por cierto, el regular los nacimientos, por motivos serios, mediante los métodos naturales, no atenta contra esta magnífica donación personal que se hace al completar el acto. Además, la satisfacción de los esposos es una de las garantías más grandes de verdad. Pero si quieren palabras autorizadas, vayan a las fuentes).

5 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Tú divaga, divaga, que nosotros te seguimos...

AleMamá dijo...
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Anónimo dijo...

Hace mucho que con mi esposo hemos pensado que vivir el acto conyugal así como describes es declarar el amor todos los días. "si no se puede" te respeto, y "si se puede", nos amamos, con todo, cuerpo y alma, sin guardarnos nada y sin miedo a las consecuencias previstas por Dios.
Sigo leyéndo tus divagaciones tan aterrizadas :)

Juan Ignacio dijo...

Alemamá, he estado viendo antes la entrada del pastillero, aunque no haya comentado nada. Y ahorá iré a ver las otras...

Gracias por el testimonio, Aeronauta.

Juan Ignacio dijo...

...que Alemama había dicho...

Amigo mío, estimado: pásate por mi sitio lo más pronto, pues que creo que hemos sintonizado sin querer en algo duro pero ¡tan actual!
Saludos a tu mujer.