La Doctrina Social de la Iglesia habla de la “propiedad privada en función social”. ¡Y debe ser difícil de instrumentar, lo admito! En principio, “la caridad no se obliga”, me dicen algunos que se alzan cerca. Claro que el hombre no es de llevarse siempre muy bien con el hombre, pienso. Y si no hay nada que le recuerde su obligación...
Pero hay algo que definir respecto a la “obligación”. Ayudar a los demás “porque hay que ayudar” es una cosa inútil y mala para el que lo hace. Es cuestión de rescatar el buen sentido de la obligación. Aquella persona que sabe que ayudar es bueno, pero se conoce débil y tentado a no hacerlo, toma a la obligación como una ayuda en su libertad. “Sé que es bueno ayudar, por eso me someto a la obligación de hacerlo”, que es obligación para mis impulsos malos, mas no obligación para mi voluntad libre (¿se puede decir así?).
En ese aspecto, la caridad “sí se obliga”. Por algo Dios dejó “mandamientos”. (Ver luego qué interesante este artículo de “Video meliora...”, al que llegue por “Compostela”, en donde muestra como el hombre perdió el sentido de la obligación).
¿Y sin Dios? ¡Ah! Sin Dios es otro tema. Y otro post. (Algo de eso dejó estos días “Mar adentro”). Empecemos por donde empecé: “La Doctrina Social de la Iglesia dice...”. Aunque anticipemos que “sin Dios” sería lo mismo que “sin escuchar a Dios”. Sin Dios la ética es “laica” (no muy feliz término) y como tal podría llegar muy lejos (en cuanto a la razón descubriendo la verdad), pero creo que podría llegar un punto en que la ética laica no encontrara razones para obligarme respecto a mi prójimo. Y entonces no me sentiría obligado. Y entonces, en la primera de cambio, todo se derrumbaría.
Por lo tanto, si en el aspecto individual la caridad necesita de alguien que nos guíe mediante “obligaciones”, ¿cuánto más no se necesitarán esas guías en una sociedad?
Ese “en función social” de la Doctrina Social de la Iglesia debe tener alguna forma de instrumentarse. Recuerdo algún ejemplo de un profesor. Si tuviera yo varias propiedades y una de ellas no la uso ni la exploto, debería dar la posibilidad de que alguien la use o explote... (era algo así).
Esto no es “quitar al que más tiene para dar al que menos tiene”, como un señor opinaba hoy en “La Nación”. Esa es una frase muy agresiva (¿soy muy delicado?). Digamos que es más propia de un Robin Hood. Encima el título del artículo decía que el presidente debe “democratizar la riqueza”. ¡Pobre riqueza! ¡’Ta bien que es engañera! ¡Pero no hay derecho a desearle eso!
Si pensamos en leyes que “obliguen”, vamos a entrar en otro terreno difícil (al menos para mí). Pero pienso, ¿es preciso pensar en leyes de “expropiación”? ¿No hay otras formas de implementar la función social de la propiedad privada?
Pero hay algo que definir respecto a la “obligación”. Ayudar a los demás “porque hay que ayudar” es una cosa inútil y mala para el que lo hace. Es cuestión de rescatar el buen sentido de la obligación. Aquella persona que sabe que ayudar es bueno, pero se conoce débil y tentado a no hacerlo, toma a la obligación como una ayuda en su libertad. “Sé que es bueno ayudar, por eso me someto a la obligación de hacerlo”, que es obligación para mis impulsos malos, mas no obligación para mi voluntad libre (¿se puede decir así?).
En ese aspecto, la caridad “sí se obliga”. Por algo Dios dejó “mandamientos”. (Ver luego qué interesante este artículo de “Video meliora...”, al que llegue por “Compostela”, en donde muestra como el hombre perdió el sentido de la obligación).
¿Y sin Dios? ¡Ah! Sin Dios es otro tema. Y otro post. (Algo de eso dejó estos días “Mar adentro”). Empecemos por donde empecé: “La Doctrina Social de la Iglesia dice...”. Aunque anticipemos que “sin Dios” sería lo mismo que “sin escuchar a Dios”. Sin Dios la ética es “laica” (no muy feliz término) y como tal podría llegar muy lejos (en cuanto a la razón descubriendo la verdad), pero creo que podría llegar un punto en que la ética laica no encontrara razones para obligarme respecto a mi prójimo. Y entonces no me sentiría obligado. Y entonces, en la primera de cambio, todo se derrumbaría.
Por lo tanto, si en el aspecto individual la caridad necesita de alguien que nos guíe mediante “obligaciones”, ¿cuánto más no se necesitarán esas guías en una sociedad?
Ese “en función social” de la Doctrina Social de la Iglesia debe tener alguna forma de instrumentarse. Recuerdo algún ejemplo de un profesor. Si tuviera yo varias propiedades y una de ellas no la uso ni la exploto, debería dar la posibilidad de que alguien la use o explote... (era algo así).
Esto no es “quitar al que más tiene para dar al que menos tiene”, como un señor opinaba hoy en “La Nación”. Esa es una frase muy agresiva (¿soy muy delicado?). Digamos que es más propia de un Robin Hood. Encima el título del artículo decía que el presidente debe “democratizar la riqueza”. ¡Pobre riqueza! ¡’Ta bien que es engañera! ¡Pero no hay derecho a desearle eso!
Si pensamos en leyes que “obliguen”, vamos a entrar en otro terreno difícil (al menos para mí). Pero pienso, ¿es preciso pensar en leyes de “expropiación”? ¿No hay otras formas de implementar la función social de la propiedad privada?
El cambio debe venir del hombre, de cada uno, lo sé. Pero algo se puede hacer socialmente. Siguiendo la línea del ejemplo de mi profesor, ¿no se podría establecer que quien tiene muchos bienes sin usar, permita a otros utilizarlo, aunque sea sin ceder la propiedad? Es lo mínimo, creo. (Me estoy reiterando, lo sé. Es que conozco poco y además no quiero entrar en detalles).
Va a sonar muy trillado en su forma de decir, pero necesitamos gente creativa (gobernantes, políticos) que se preocupen por el pobre sin llegar a los extremos marxistas y liberales. ¡Es difícil! Es difícil que, indignados ante la injusticia, no queramos a veces “ajustar cuentas” drásticamente. Como es también a veces muy difícil reconocer que siempre tenemos obligación con el necesitado.
Ahí les va el cierre optimista. Quizás esa famosa teoría del péndulo refleje lo que está pasando en Argentina (¡uh, viejo, que gastado eso!). Quizás oscilamos mucho de izquierda a derecha y ahora las oscilaciones son menores, quizás tengamos versiones menos extremistas de lo mismo que hubo antes (¿les cierra?). Siguiendo este camino quizás lleguemos a un punto intermedio (hmm...).
¡Pst, ya sé, con eso no alcanzaría! De nada serviría, e incluso quizás nunca suceda, si no es el hombre el que se mueve. Y le convendría un movimiento “ascendente”.
Posdata: los lectores sabrán que no descubrí la pólvora así que les pido perdón por hablar en voz alta de estos temas (y por alguna que otra teoría que me salió medio zoncita). Mi profesor de Doctrina Social de la Iglesia me perdonará por no recordar nada.
Va a sonar muy trillado en su forma de decir, pero necesitamos gente creativa (gobernantes, políticos) que se preocupen por el pobre sin llegar a los extremos marxistas y liberales. ¡Es difícil! Es difícil que, indignados ante la injusticia, no queramos a veces “ajustar cuentas” drásticamente. Como es también a veces muy difícil reconocer que siempre tenemos obligación con el necesitado.
Ahí les va el cierre optimista. Quizás esa famosa teoría del péndulo refleje lo que está pasando en Argentina (¡uh, viejo, que gastado eso!). Quizás oscilamos mucho de izquierda a derecha y ahora las oscilaciones son menores, quizás tengamos versiones menos extremistas de lo mismo que hubo antes (¿les cierra?). Siguiendo este camino quizás lleguemos a un punto intermedio (hmm...).
¡Pst, ya sé, con eso no alcanzaría! De nada serviría, e incluso quizás nunca suceda, si no es el hombre el que se mueve. Y le convendría un movimiento “ascendente”.
Posdata: los lectores sabrán que no descubrí la pólvora así que les pido perdón por hablar en voz alta de estos temas (y por alguna que otra teoría que me salió medio zoncita). Mi profesor de Doctrina Social de la Iglesia me perdonará por no recordar nada.
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