En su mensaje dice el Papa:
Quisiera una vez más confirmar que la Iglesia, en Italia y en todo país, al igual que en las diferentes instituciones internacionales, no pretende reivindicar para sí ningún privilegio, sino sólo tener la posibilidad de cumplir la propia misión en el respeto de la legítima laicidad del Estado.
Al referirse el Pontífice a la riqueza de la cohesión interna de Italia, escribe:
Esta unión presupone un centro, un núcleo que dé significado y valor, en torno al cual puedan converger las diferentes posiciones ideológicas y políticas. Este centro sólo puede ser la persona humana, con los valores inherentes a su dignidad individual y social, que la Iglesia, por mandato de Cristo, desea servir ardientemente.
“(...) El problema de fondo es que una sociedad democrática es necesariamente una sociedad laica, porque se funda sobre la voluntad del pueblo y luego sobre ciertos valores que también son promovidos por la Iglesia. La sociedad islámica, en cambio, es teocrática porque está fundada sobre el principio de la voluntad de Dios. Por eso la integración es difícil: si manda la voluntad de Dios no manda la voluntad del pueblo, y viceversa”.
Además, decir “y luego sobre ciertos valores... que también son promovidos por la Iglesia” puede parecer correcto. Pero podría insinuar la afirmación de la llamada “ética laica”, ya que no dice de dónde surgen esos valores. Y hasta podría parecer que el Papa coincide, cuando propone “el respeto a la legítima laicidad del estado”. Pero no es así.*
Benedicto XVI no está olvidando de dónde surgen los valores mencionados, no está olvidando a Dios como fuente de la dignidad del ser humano. Imagino que, entre tantas otras cosas, el Papa lleva arraigada la confianza en el hombre, y en su capacidad de llegar a la verdad por la razón (esa de la que nos hablaba Juan Pablo II en “Fides et ratio”). Por eso habla así a los políticos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario