Si no tuviera que pedir permiso, ahora frenaría. Por hoy ya está. Me subiría al bólido, desandaría la calle lateral, cruzaría la vía (la vía vieja, que aún esta viva; esa por donde los trenes pasan lento, como los vecinos caminando) y seguiría a su vera por un trecho. Lo del médico protestante, la casa de ejercicios... (frente a la policía hay que “aflojar el tranco”, eso lo aprendí leyendo Don Segundo Sombra)... después los cementerios, el de trenes y el de hombres. Luego los talleres. Cruzaría la vía nueva y llegaría a mi barrio.
Pero hay que seguir otro poco acá. Aprovechando para hacer política. El proletariado moderno no maneja todos sus tiempos a piacere.
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