martes, 11 de enero de 2005

Decir y callar

Estaba leyendo una contratapa de un libro de Guitton en la librería, pero me tuve que ir. Quién sabe cuándo pueda volver a ir. No lo compré, no recuerdo el título, sólo recuerdo que hablaba acerca de "esconder la verdad", de hasta dónde la Iglesia debe "esconder la verdad" (en su proceso de diálogo con el mundo).
En un primer sentido, la verdad no debe ser escondida, para nada. Pero no se trata de eso. En otro sentido, creo que en el que estaba escrita esa contratapa, se trata de cómo dialogar con el mundo, cuándo y cómo transmitirle el mensaje de nuestra fe. Es difícil para cada uno de nosotros balancear. ¿Cuándo decir en voz alta y firme: "sólo Jesús es el camino"? ¿Cuándo esperar, y decir: "dialoguemos de la libertad de elección, de la voluntad, de la ley natural, para que podamos (vos no creyente y yo creyente) llegar a un entendimiento"?
A veces hay que decir fuerte lo primero. Porque es nuestra fe, algo de los creyentes, pero que creemos que es verdad para todos, aunque no todos lo acepten. Si hay que defender una verdad, hay que decirlo, y en voz alta. Esto sucede, por ejemplo, cuándo se deciden leyes de la comunidad. Pero si se trata de conquistar almas, ¿no conviene darle un tiempo a esas palabras más "fuertes", más reveladoras, más profundas? Una declaración enérgica a un interlocutor ateo puede causarle rechazo y alejamiento; y lo que buscamos no es su alejamiento, sino su acercamiento.
Las dos actitudes pueden esconder vicios, pecados, y este es otro aspecto del tema. Cuándo "hablo fuerte", ¿lo hago herido, buscando revancha, sin amor? Cuándo soy suave y no digo todo de entrada, ¿no soy un cobarde, un tibio? Hay que tenerlo en cuenta.
Aún sin hablar de las "intenciones", este es un tema muy complejo. Muchas cosas están involucradas, muchos ambientes, como ya dije. El diálogo entre dos compañeros es distinto que el diálogo con una sociedad que es cada vez menos creyente. Aún en la sociedad, es difícil discernir.
El Papa puede dar un ejemplo, se me ocurre. Él se opone firmemente y condena las acciones desviadas de la sociedad: intenciones de legalizar el aborto, terrorismo, injusticias sociales. Y ahí no disfraza nada. Habla de volver a Dios, no de un tibio "ser buenos", no dice algo "apto" para ateos y creyentes. Y el Papa también apoya iniciativas laicas. Y es claro que cuando el Papa da su palabra de aliento a esas acciones laicas lo hace confiado en que los no creyentes pueden acercarse a la Verdad por el camino de la recta voluntad (acercarse al menos); sabe que hay una Verdad y espera que los que buscan "con la razón" se encuentren algún día con que deben dar el salto de la fe.
Este post salió casi de un tirón, espero que sea claro...

2 comentarios:

XavMP dijo...

Es clarísimo.
Tal vez la clave esté en el amor a la hora d3e abrir la boca confiando en que Dios dibuje con estos pinceles tan defectuosos.

m dijo...

Me ganaron de mano con el comentario, es el amor y el conocimiento del interlocutor el que dictará el método más adecuado y eficiente para ser un instrumento de conversión. Cariños