Después (o antes) de Villa España viene Ranelagh. Poco diré. Es famoso el Golf Club, de donde salió De Vicenzo. Lugar muy inglés de origen, vinculado al ferrocarril pero nada de talleres, sino quintas. Muy pintoresco.
“La localidad de Ranelagh debe su nombre a la estación del Ferrocarril cuya denominación recuerda el castillo del Conde Ranelagh, emplazado sobre el río Támesis, cerca de la Ciudad de Londres, en Inglaterra.En los registros de Ferrocarriles Argentinos existen las referencias del nombre de la Estación, según consta en la revista que se publicaba como “Revista del Ferrocarril Sud”, en su edición de agosto de 1932”.
El tren se mueve lento, como ya dije. Se bambolea hacia los costados, como los vagones viejos del subte A. Por momentos da la impresión de que alguien podría subirse o bajarse corriendo y de un salto. La vista del Golf es de un gran campo cuidado, luego viene campo no tan cuidado. Calles de tierra y sin nombre, sólo número. De pronto el tren se detiene. No es que se haya detenido en medio del trayecto; si bien se observa, se ha llegado a estación Sourigues, en la intersección del ramal con el Camino General Belgrano, antiguo camino importante a La Plata.
Si no fuera por los nuevos laterales de reja se podría decir que el andén es tierra apisonada. Una minúscula boletería de un solo lado, un par de bancos bajo mínimo techo, guardería de bicicletas y venta improvisada de comestibles (creo recordar una de esas parrillitas rodantes que se acomodan en las estaciones a la hora pico y venden tortillas, cremonas y otras cosas).
Pero, ¿quién fue Carlos T. Sourigues? Costó averiguarlo. Quizás una buena respuesta esté en este libro: "El Coronel Carlos Tomás Sourigues. Maestro francés en la paz y soldado argentino en la guerra. Apuntes sobre su enseñanza en el país”, por Aldo Armando Cocca, 1950. De la página del famoso Colegio Urquiza en Entre Ríos, obtengo esta referencia:
“El 11 de abril de 1870 es asesinado el Gral. Urquiza. El presidente Sarmiento decidió enviar las tropas nacionales para sofocar la rebelión de Ricardo López Jordán, quién atacó la ciudad el 12 de julio de 1870. El ejército jordanista fue ganado terreno, el colegio quedó como último reducto de la resistencia. Carlos Tomás Sourigues -docente del colegio-, encargado de la defensa de la ciudad junto a grupo de alumnos, se ubicó en el mirador. Desde allí dirigía las operaciones hasta que una bala le atravesó el corazón provocándole la muerte. Igual suerte corrieron varios alumnos cuyos nombres lamentablemente se ignoran y la resistencia sucumbió. La ciudad quedó en manos de los insurrectos , pero la llegada de refuerzos a las tropas nacionales hicieron que abandonaran la ciudad”.
Lo que también otras páginas es que era ingeniero y que delimitó lo que fue la colonia agrícola San José en Entre Ríos. Y creo que se trata del mismo, por fechas que coinciden y porque en otra página que habla del colegio Urquiza, dice:
“(...) entonces lucharon valerosamente profesores y alumnos; o en la resistencia a los intentos revolucionarios de los jordanistas. En esta última acción, el 12 de Julio de 1870, cayó el Coronel Ingeniero Carlos Tomás Sourigues, que tuvo a sus órdenes efectivos nacionales”.
Volviendo al tren... yo me solía bajar en Sourigues para ir a una importante fábrica de la zona. Una noche neblinosa, cruzando la vía por el Camino Belgrano, puede ser una experiencia inquietante. Pero un día soleado, saliendo por atrás del andén, enganchando alguna calle de tierra, sonido de pájaros, quintas sencillas, y todo eso, es algo reconfortante antes de meterte en una productora en serie.
A la vuelta un lindo atardecer, llegar al andén, sentarse en algún montículo o simplemente sobre el andén, con las “patas” en las vías, como en el barrio hacíamos en el cordón de la vereda. Mirar hacia el oeste y ver como allá, a lo lejos, se asomaba entrando en la recta la formación que venía de Bosques; la luz de la locomotora. A todo vapor iba frenando y pasaba por al lado tuyo una máquina hirviente y resoplando, pff, pff, parecía cansada. (Estaba pintada con los “nuevos colores”, pero como decía Rivero: “los años se morfan cualquier pintura”; aunque el cantor se refería a una mujer, La Canchera).
Arriba toda la gente, bolsos y bicicletas. Y el lento arranque. Y la gente que llegaba tarde y se subía en movimiento... lo curioso de Sourigues era que te podías tomar el tren para cualquiera de los dos lados. ¿Tiempos? Mirá, de vuelta creo que nunca volví por Temperley. Pero de ida, de ida era casi lo mismo. El que va por Berazategui tiene un trayecto más corto, pero el del otro lado hacía directo el tramo Constitución – Temperley, y compensaba. Muchas veces los he visto cruzarse a los dos cerca de Sourigues.
Algunas cosas quedarán para después. Por ejemplo: ¿por qué esa parada, ahí, se llama Sourigues, si la acción más notable del mentado señor se dio en Entre Ríos? O ¿por qué hay, cerca de la estación, una Unidad Sanitaria que lleva su nombre? ¿Sólo por estar en esa zona? ¿O fue también Sourigues médico? Habrá que acudir a los registros de Ferrocarriles Argentinos.
“La localidad de Ranelagh debe su nombre a la estación del Ferrocarril cuya denominación recuerda el castillo del Conde Ranelagh, emplazado sobre el río Támesis, cerca de la Ciudad de Londres, en Inglaterra.En los registros de Ferrocarriles Argentinos existen las referencias del nombre de la Estación, según consta en la revista que se publicaba como “Revista del Ferrocarril Sud”, en su edición de agosto de 1932”.
El tren se mueve lento, como ya dije. Se bambolea hacia los costados, como los vagones viejos del subte A. Por momentos da la impresión de que alguien podría subirse o bajarse corriendo y de un salto. La vista del Golf es de un gran campo cuidado, luego viene campo no tan cuidado. Calles de tierra y sin nombre, sólo número. De pronto el tren se detiene. No es que se haya detenido en medio del trayecto; si bien se observa, se ha llegado a estación Sourigues, en la intersección del ramal con el Camino General Belgrano, antiguo camino importante a La Plata.
Si no fuera por los nuevos laterales de reja se podría decir que el andén es tierra apisonada. Una minúscula boletería de un solo lado, un par de bancos bajo mínimo techo, guardería de bicicletas y venta improvisada de comestibles (creo recordar una de esas parrillitas rodantes que se acomodan en las estaciones a la hora pico y venden tortillas, cremonas y otras cosas).
Pero, ¿quién fue Carlos T. Sourigues? Costó averiguarlo. Quizás una buena respuesta esté en este libro: "El Coronel Carlos Tomás Sourigues. Maestro francés en la paz y soldado argentino en la guerra. Apuntes sobre su enseñanza en el país”, por Aldo Armando Cocca, 1950. De la página del famoso Colegio Urquiza en Entre Ríos, obtengo esta referencia:
“El 11 de abril de 1870 es asesinado el Gral. Urquiza. El presidente Sarmiento decidió enviar las tropas nacionales para sofocar la rebelión de Ricardo López Jordán, quién atacó la ciudad el 12 de julio de 1870. El ejército jordanista fue ganado terreno, el colegio quedó como último reducto de la resistencia. Carlos Tomás Sourigues -docente del colegio-, encargado de la defensa de la ciudad junto a grupo de alumnos, se ubicó en el mirador. Desde allí dirigía las operaciones hasta que una bala le atravesó el corazón provocándole la muerte. Igual suerte corrieron varios alumnos cuyos nombres lamentablemente se ignoran y la resistencia sucumbió. La ciudad quedó en manos de los insurrectos , pero la llegada de refuerzos a las tropas nacionales hicieron que abandonaran la ciudad”.
Lo que también otras páginas es que era ingeniero y que delimitó lo que fue la colonia agrícola San José en Entre Ríos. Y creo que se trata del mismo, por fechas que coinciden y porque en otra página que habla del colegio Urquiza, dice:
“(...) entonces lucharon valerosamente profesores y alumnos; o en la resistencia a los intentos revolucionarios de los jordanistas. En esta última acción, el 12 de Julio de 1870, cayó el Coronel Ingeniero Carlos Tomás Sourigues, que tuvo a sus órdenes efectivos nacionales”.
Volviendo al tren... yo me solía bajar en Sourigues para ir a una importante fábrica de la zona. Una noche neblinosa, cruzando la vía por el Camino Belgrano, puede ser una experiencia inquietante. Pero un día soleado, saliendo por atrás del andén, enganchando alguna calle de tierra, sonido de pájaros, quintas sencillas, y todo eso, es algo reconfortante antes de meterte en una productora en serie.
A la vuelta un lindo atardecer, llegar al andén, sentarse en algún montículo o simplemente sobre el andén, con las “patas” en las vías, como en el barrio hacíamos en el cordón de la vereda. Mirar hacia el oeste y ver como allá, a lo lejos, se asomaba entrando en la recta la formación que venía de Bosques; la luz de la locomotora. A todo vapor iba frenando y pasaba por al lado tuyo una máquina hirviente y resoplando, pff, pff, parecía cansada. (Estaba pintada con los “nuevos colores”, pero como decía Rivero: “los años se morfan cualquier pintura”; aunque el cantor se refería a una mujer, La Canchera).
Arriba toda la gente, bolsos y bicicletas. Y el lento arranque. Y la gente que llegaba tarde y se subía en movimiento... lo curioso de Sourigues era que te podías tomar el tren para cualquiera de los dos lados. ¿Tiempos? Mirá, de vuelta creo que nunca volví por Temperley. Pero de ida, de ida era casi lo mismo. El que va por Berazategui tiene un trayecto más corto, pero el del otro lado hacía directo el tramo Constitución – Temperley, y compensaba. Muchas veces los he visto cruzarse a los dos cerca de Sourigues.
Algunas cosas quedarán para después. Por ejemplo: ¿por qué esa parada, ahí, se llama Sourigues, si la acción más notable del mentado señor se dio en Entre Ríos? O ¿por qué hay, cerca de la estación, una Unidad Sanitaria que lleva su nombre? ¿Sólo por estar en esa zona? ¿O fue también Sourigues médico? Habrá que acudir a los registros de Ferrocarriles Argentinos.
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