El techo es común para todos (como el cielo afuera es para todo mortal) aunque a nosotros nos alumbran seis grandes tubos. Las bandejas y caños de la instalación eléctrica (plano no adjunto), así como los conductos del sistema de aire acondicionado (plano no adjunto), están a la vista. Las columnas numeradas, la nuestra es la “i cinco”. Cinco escritorios de madera maciza, con su vidrio en la parte superior y sus cajoneras, un teléfono en cada uno y cuatro de ellos equipados con PC, con sus respectivos monitores, teclados, mouses y mouse pads. Innumerables biromes, resaltadores, “fibrones”, lápices negros, "portaminas", reglas, escalímetros, tijeras, sellos, abrochadoras, agujereadoras, gomas de borrar, minas para "portamina" y sacapuntas habitando todos los más diversos lugares, desde la superficie de los escritorios hasta las profundidades de los remotos cajones, embarcados en lapiceros o naufragando a la deriva entre cuadernos. Hay sillas asignadas a cada escritorio, y sillas para recibir gente. Hay muebles. Repisas para biblioratos o para "trofeos laborales". Archivos tipo cajonera, con sus divisiones adentro. Hay en los “placares” todo tipo de carpetas, sobres y elementos contenedores de papeles imaginable. Los componentes tecnológicos se completan con un plotter (para impresión de planos), una impresora “chorro de tinta”, un fax, una radio con “pasadiscos”... y los no tan tecnológicos como una cafetera, un metro para grandes superficies (es como una rueda de treinta centímetros de diámetro con contador y manija para deslizarla) y varios metros de cinta “autoenrollable” de cinco y ocho metros. Para hacer a veces llevadera una tarde están los saquitos de té y mate cocido, los paquetes de café, yerba y azúcar (hoy uno, mañana otro), mates, bombillas y termos. No debo olvidar los planos sueltos, enrollados y entubados, variedad de muestrarios de pintura, de metales, de otros materiales. Un perchero, con piloto de uso público para la lluvia y entre los sacos el mío, que me pongo para volver a casa.
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